24 de Setiembre de 2023
[Por: Xavier Alonso | Cristianisme i Justicia]
Era el tercer sábado de agosto. Estaba pasando el fin de semana en casa de mi hermano, un hombre muy enfermo, muy bueno, y que vive solo. Decidí ir a las vísperas y la misa del Monasterio de Pedralbes. Me imaginé un paseo un poco penoso bajo el calor apocalíptico. Salí a las seis. Las calles de Tres Torres y Sarrià estaban vacías, únicamente el calor no hacía vacaciones. Llegué a la Plaça del Monestir. Tampoco había nadie. O sí, un hombre negro sentado en uno de los bancos de piedra, de espaldas a mí, inclinado sobre su móvil. Un hombre que, por la espalda que mostraba, me pareció corpulento y alto. Nada más, silencio, el calor abrasador, ni un solo vuelo de pájaros o insectos…
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