¿Es inherente al ser humano preguntarse por el sentido de la vida?

15 de Setiembre de 2023

[Por: Armando Raffo, SJ]




Suelo compartir en este blog reflexiones sobre textos bíblicos en los que de una u otra forma procuro desvelar realidades que, entiendo, nos llevan a preguntarnos por sentido de la vida. Cabe notar que en los tiempos que corren no se trata de una pregunta que inquiete a muchos, sino que, más bien, es vista como una veleidad propia de diletantes. Todo parece indicar que el aire que mueve la cultura es el hedonismo. Entiendo que dicha situación nos tiene como entretenidos, es decir, estamos tenidos entre lo que produce placer. ¡Cómo no recordar la fábula del burro y la zanahoria!

 

El preguntarnos por el sentido de la vida nos lleva, casi necesariamente, a vivirla de una forma más plena que si no lo hiciéramos. Entiendo que la famosa pregunta de Heidegger quién, a su vez, se apoyó en otra que había sido formulada en otros términos por Leibniz descubre una luz que habla, tanto del ser humano como del misterio de la realidad en que somos, nos movemos y existimos, al decir de Pablo. La frase dice así: “¿Por qué hay algo y no más bien nada?”.

 

Es obvio que dicha pregunta, más que auscultar el modo en que funcionan las cosas, desvela como una sorpresa, un asombro ante la misma existencia. Bien podemos intiur como dos polos: por un lado, el ser humano como el sujeto que se asombra y, por otro, eso que llamamos “realidad” o ser, en términos generales. 

 

Heidegger afirmó que: “El ser ahí es un ente que no se limita a ponerse delante entre otros entes. Es, antes bien, un ente ónticamente señalado porque en su ser le va este su ser.”[1]. Aunque sabemos que la filosofía de Heidegger descansa sobre el “dasein”, “ser ahí”, es decir, el ser humano en tanto que consciente de estar arrojado en el mundo, es claro que lo que le importa es: “La pregunta que interroga por el sentido del ser...”[2] que, únicamente puede ser respondida por el ser humano.  

 

Despegándonos ya de la filosofía y de las reflexiones de Heidegger, vale la pena preguntarnos si no tenemos algo embotada nuestra capacidad de asombro con respecto al misterio del ser en general y de nuestras vidas en particular. Si bien la palabra “misterio” viene del griego: “myein” que en su raíz etimológica significa “cerrar la boca”, es decir, que denuncia, en cierta medida, la incapacidad humana de explicar algo del misterio del ser en forma fehaciente, no obstante, despierta el asombro que inquieta y atrae. Aquello que nos deja mudos –misterio-, posee, por ello mismo, una poderosa invitación a escrutar el sentido latente en el misterio del ser.

 

El a-sombro, en tanto acaecimiento propiamente humano, alude a quitar la sombra que impide ver más allá o más acá, según la realidad sobre la que nos inclinemos. Cabe advertir que el asombro constituye algo así como el primer peldaño que nos aproxima al misterio del ser y que nos invita a auscultarlo en alguna medida. La modestia se impone dado que el misterio nos deja sin palabras. No obstante, el asombro esconde una invitación a vérnoslas con el misterio, aunque se trate de una ventana empañada tras la cual sólo se vislumbran siluetas. 

 

Nos referimos, pues, a “dos polos”: el ser humano y el ser en términos generales. Allí se verifica una relación que ocurre en el propio “ser ahí” -el ser humano- que se expresa en forma de pregunta y, por otro lado, el misterio del ser. Se trata de una pregunta que emerge entre esos dos polos. Intuimos, pues, que el sentido del ser no se encuentra atrincherado o encerrado en el ser a secas, sino que ha de descubrirse a través del “ser ahí” -el dasein- en tanto que “arrojado en el mundo” y en tanto “ser para la muerte”.

 

Vale la pena subrayar el papel de eso tan entrañablemente humano que denominamos “asombro”. En efecto, él denota la posibilidad de ver “algo” de lo que estaba a la sombra, ver algo del misterio que esconde el ser en general y del “ser ahí” en cuanto sujeto del asombro, en particular. Bien podemos entender “el asombro” como una invitación a preguntarnos por el sentido de nuestras vidas.  

 

Llegados a este punto, se puede decir que la pregunta que titula esta reflexión no es superflua ni vacía. Más aún, sabemos que ella emerge de una manera o de otra en todo ser humano. La conciencia refleja, ese saber que sabemos, conlleva hacernos la pregunta por el sentido de nuestras vidas. 

 

Bien dijo Heidegger que: “La dilucidación del “ser en el mundo” mostró que no “es” inmediatamente, ni jamás se da un mero sujeto sin mundo. Ni por tanto a la postre tampoco se da inmediatamente un yo aislado de los otros.”[3] 

 

Aludimos, pues, a dos realidades inextricables que, distinguiéndolas se desvelan en el asombro: por un lado, el “ser ahí” y, por otro, el ser en general. De la mano del asombro se desliza algo de la sombra que encubre al “ser ahí” que, necesariamente, se pregunta por el sentido de la vida. 

 

Imagen: https://media.istockphoto.com/id/165085322/es/foto/hombre-de-pie-en-el-embarcadero.jpg?s=612x612&w=0&k=20&c=7_fOytrEp-EIHBl2TXx2ovbixxcPHFkz_0d_zDilLkE= 

 

 

[1]Heidegger, El ser y el tiempo, Fondo de cultura Económica, México 1967, p.21

[2]Heidegger, Ser y tiempo, ed. Fondo de cultura económica, 1980, p.14.

[3]Ibid. p. 132

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