La confluencia de las aguas

09 de Julio de 2023

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




1. El Asombro

 

Estábamos ahí, ante el milagro del Amazonas; milagro de Dios y milagro de la madre Tierra. Confluencia de dos majestuosos ríos: el Río Negro y el río Solimoes, que, por caudalosos, caminaban kilómetros sin mezclar sus aguas; negro el uno, claro-amarillento el otro. Esa confluencia de los ríos era una parábola perfecta para lo que estábamos viviendo e intentando en el Encuentro Continental de Amerindia en Manaus los días 22 al 25 de junio pasado.

 

Lo que hemos estado buscando y reforzando desde hacía varios años en Amerindia, es la confluencia de nuestros corazones, de nuestros pensamientos y sueños, de nuestras preocupaciones y esperanzas ante los grandes desafíos que nos presentan los clamores de nuestra Madre Tierra y de la humanidad.

 

Ya el Papa Francisco nos había marcado un derrotero esperanzador: la sinodalidad, caminar juntos y juntas, escucharnos uno al otro como lo hicimos en la playa del Río Negro, escucharnos en grupo, en comunidad y juntos escuchar la voz del Espíritu en los clamores de la humanidad. Pero nos faltaba la parábola, la metáfora que acuñara de una vez por todas esas búsquedas. Y al llegar a la confluencia de los ríos en el Amazonas, donde contemplábamos cómo se hermanaban los dos ríos y caminaban juntos sin mezclarse, encontramos la parábola perfecta. Se trata de caminar juntos sin renunciar a nuestra propia identidad, aportando al Reino desde nuestro propio carisma, cultura, etnia, lengua, espiritualidad, opción por los pobres, compromiso y territorio.

 

Yo sentí un estremecimiento: presenciar un milagro vivo, ser testigo con mis propios ojos de la obra de Dios y de la Madre Tierra; ser testigo de cómo el Espíritu aleteaba sobre las aguas primordiales y paría la confluencia de  la vida, de la belleza, de la fuerza. Pero el milagro estaba ahí, no se iba, no desapareció; no era un fantasma, se podía tocar. “¡Señor, Dios nuestro, qué majestuoso es tu nombre en toda la tierra! […]Cuando contemplo los cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste ¿qué es ser humano para que lo recuerdes?”(Sal 8,2.4).

 

2. Encuentro de muchas voces

 

Como en Pentecostés, el Espíritu hablaba con muchas voces que todos entendíamos. Desde la oración vivificadora al pie de los mangos guiada por el Equipo itinerante de Manaus con los símbolos propios de la región, los voces de teólogos y teólogas, biblistas, analistas, pastores. Pero hubo otras voces que nos desgarraron el corazón como la surgida en la visita al museo en la selva, lugar de producción del caucho y de opresión a los seringueiros. Pero el salto del topos a la utopía lo dio el Rio Amazonas: majestuoso, imponente. La voz más fuerte fue el silencio del Amazonas que corría impetuoso y marcaba su paso y su camino: como el Espíritu, libre para hacer nuevas todas las cosas. 

 

Ése era nuestro tema: “Topos de la utopía en tiempos de turbulencia en nuestra América”.

 

Con esta experiencia me atrevo a formular que vivimos una utopía concreta. Ernst Bloch, el filósofo alemán del Principio Esperanza, de la utopía, dice que hay situaciones en la vida que por su intensidad, su vitalidad, su anuncio de  un futuro mejor, su profundidad y grandeza, son la utopía concreta, que nos hace saborear y creer en la utopía, en la gran utopía que para los creyentes en Jesús de Nazareth es el Reinado de Dios. La utopía concreta es la que empuja la historia, es la que permite que los topos por momentos encaminen a la utopía, como la rabia contenida ante la injustica y la desigualdad en el mundo que hace nacer tanta generosidad, entrega y sacrificio hasta llegar al martirio de tantos y tantas hermanos y hermanas como San Romero de América.

 

El Espíritu que aleteaba sobre las aguas al principio de la creación, aletea sobre el Río Amazonas que ya corre por mis venas, ya palpita en mi corazón. El Río Amazonas es la parábola del Reino de Dios que alimenta la espiritualidad campesina para sembrar en los surcos de la historia las pequeñas acciones, pero siempre articuladas, en redes como el Foro Social Mundial, las Comunidades Eclesiales de Base, Amerindia, Emaús, los Movimientos populares y todos los que luchan por el Bien Común, el Sumaj Kausay de los quechuas, el Lequil c’uxlejal de los tzeltales.

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