Pentecostés no fue un acontecimiento mágico (II)

17 de Junio de 2023

[Por: Armando Raffo]




“… sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo.” (Jn. 20,22) La afirmación citada del evangelio de Juan se encuentra en el contexto de una de las “apariciones” de Jesús resucitado a sus discípulos. El texto bien puede ser entendido como un primer “pentecostés” en cuanto que el propio Jesús sopla sobre ellos y les pide que reciban el Espíritu Santo. 

 

En mi anterior comentario al “evento” de Pentecostés subrayé la intencionalidad del autor de los Hechos de los Apóstoles en situar la novedad que les embargaba en una fiesta muy importante para los judíos. No se trató de una mera coincidencia, sino de una forma de subrayar una diferencia que pretendía aludir a la radical novedad que Jesús había anunciado con su vida y sus palabras a quiénes ya desde Galilea habían depositado su confianza en Él. En efecto, cuando los judíos festejaban la fecundidad de la tierra que les daría el alimento para sus vidas, los primeros cristianos celebraban la fecundidad del Espíritu que fue disolviendo los miedos que les habían paralizado, así como también fueron descubriendo la misión que les tocaba como seguidores de Jesús. 

 

Cabe notar que los cincuenta días aluden al tiempo necesario para asumir la novedad del Evangelio por parte de la primitiva comunidad. Vale la pena recordar que el número 50 es el resultado de: 7x7+1. El siete en la Biblia alude a la totalidad porque siete agujeros tenemos en la cabeza que nos abren a todo lo que podemos percibir. Multiplicar ese número por sí mismo y agregar una unidad es una forma de señalar el tiempo necesario y suficiente para asumir la misión que Cristo les impulsó a llevar adelante. Desde esta perspectiva, se entiende mejor que Jesús pida a sus discípulos que reciban el Espíritu Santo. Se hace evidente, pues, que no se trata de algo mágico ni de una imposición, como si uno se mojara por estar a la intemperie cuando llueve.

 

El texto citado subraya que hay que “recibir” el Espíritu. Si no estamos advertidos, podemos interpretar muchos textos relacionados con el evento de Pentecostés como si se tratase de una especie iniciativa divina puntual y vertical que se impondría desconociendo los dinamismos históricos y la libertad de las personas. Muy por el contrario, el texto de Juan deja en claro que los discípulos de Jesús debían “recibir el Espíritu Santo”. Ello quiere decir que hay algo ofrecido que debe ser recibido por las personas congregadas y conformadas como una comunidad. 

 

Cabe notar, por otra parte, que la Biblia subraya que sólo Dios puede perdonar los pecados: “Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo conforme a la grandeza de tu bondad, como has soportado a este pueblo desde Egipto hasta aquí.” (Num. 14,19) Ahora bien, parece obvio, pues, que nos preguntemos: ¿cómo es que Dios perdona los pecados? ¿Se trataría, simplemente, de apelar a un texto evangélico para que las personas se sintieran perdonadas o reconciliadas consigo mismas y con Dios? 

 

Sabemos que los procesos de reconciliación personal o comunitaria no son mágicos ni por decreto, que requieren de tiempo y de instancias tanto individuales como comunitarias. También es claro que esos procesos acaban desembocando en algún tipo de “rito” o celebración que ocurre, de una manera o de otra, en el seno de la comunidad. Cabe notar que cuando el sacerdote “perdona los pecados”, lo hace como representante de la comunidad y no como alguien que tiene un poder por sí mismo. El sacerdote, el pastor, actúa en nombre de la comunidad que llamamos Iglesia. Se trata de un término griego que quiere decir: los convocados. Es en el seno de esa comunidad que se puede acoger el Espíritu de Jesús en forma procesual al punto de sabernos acogidos incondicionalmente. Esa es la reconciliación que el Espíritu de Dios puede llevar adelante. 

 

El soplo de Jesús, su espíritu, se hace presente en la comunidad para sanar y fortalecer. Recibir el Espíritu es acogerse a la sabiduría de Jesús para entender la vida y la historia tal y como él percibió o la entendió. En la Iglesia hemos de conocer a Cristo para alimentarnos de su sabiduría y de su capacidad de entender tanto a las personas como a las comunidades. En el seno de la Iglesia podremos encontrar la fortaleza y el conocimiento necesarios para  que esa comunidad no decaiga ante las adversidades. Esa comunidad ha de estar animada por la piedad que se apoya en la capacidad de sentir con los otros. Sólo de esa manera los cristianos podremos aconsejar con ciencia, es decir con el conocimiento que surge de la empatía y que siempre se apoya en el “temor” de Dios, que no es otra cosa que el asombro agradecido ante el amor de Dios.

 

Por último, decir que aquel “reciban”, no alude únicamente a las personas en forma individual, sino la Iglesia como el espacio en que ese plural se hace historia animada por el mismo Espíritu que animó a Jesús.

 

Imagen: https://www.resourceumc.org/-/media/umc-media/2019/05/03/21/08/pentecostes.ashx?h=730&la=es&mh=768&mw=1152&w=1152&hash=ADA1E15E60551C0DF7E80CB3F2640E57AC899248 

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