18 de Junio de 2023
[Por: Rosa Ramos]
Así como nos detuvimos cincuenta días para asumir la Pascua, la Vida plena de Jesús más allá del tiempo y espacio, ¿por qué no detenernos un tiempo más para asimilar lo que llamamos Pentecostés?, ¿esa Presencia animadora de Dios, de su Espíritu, en todo y en todos?
No es fácil creer de verdad -recibir y acoger- que el Espíritu de Dios -Dios mismo- está siempre enseñando, consolando, alentando, amando, sanando desde la raíz nuestras historias y recreando, vivificando toda la vida: “renovando la faz de la tierra”. Haciéndolo no mágicamente, sino desde lo más hondo, suave y discretamente, sin atropellar nuestra libertad, al contrario, liberándola.
El Espíritu de Dios, Dios, de quien ese mejor callar que decir torpezas, nos precede en tanto es Fuente y aliento vital, a la vez nos desafía soplando desde abajo (como nos ha subrayado Víctor Codina) y desde la alteridad, lo otro, lo nuevo, ayudando a soñar otros mundos y relaciones posibles. Por eso es inmanente y trascendente como nos enseñara otro teólogo: Libanio.
Nuestra oración, es tantas veces tan torpe, tan inmadura, interesada, y mezquina incluso, además condicionada culturalmente, obviamente. De ahí que, a rezar, como a amar, vamos aprendiendo -y desaprendiendo- toda la vida. Y es precisamente el Espíritu quien nos ayuda en este camino. A lo largo de los siglos, en tantos escritos cristianos, encontramos muchísimas oraciones al Espíritu Santo, algunas nos dejan indiferentes o resultan lejanas, “raras”, otras resuenan en nosotros porque de algún modo captamos que son “inspiradas”. Ocurre cuando el orante puede abrirse al Espíritu, “coincidir” con el sueño de Dios para la humanidad, unirse confiadamente a la de Jesús y llamar a Dios “Abba”, con su ayuda. (Rom. 8, 15)
Esa superación de nuestras torpezas e inmadureces, para coincidir con el Espíritu de Dios orando en nosotros es lo que me impactó de esta oración que hoy comparto. La escribió-rezó hace muchos años Mercedes Clara, una mujer de exquisita sensibilidad para sintonizar con ese Espíritu de Dios que sopla desde abajo y mueve a cruzar fronteras, autora de “Padre Cacho. Cuando el otro quema adentro”. Sin más, va la oración de esta querida amiga:
Espíritu que vienes a renovarnos los sueños
los gestos
los pasos
el alma…
Espíritu que llegas para iluminarnos la mirada
las cegueras
los rincones
los miedos y miserias.
Espíritu que vienes a alentar nuestra búsqueda
a dibujar nuestros caminos de encuentro,
espacios de reconciliación en nuestras comunidades
familias, vecinos, hermanos,
espacios de sanación en nuestro propio corazón.
Espíritu que llegas para recrear nuestra palabra
nuestros rituales, nuestras oraciones, nuestra fe.
Espíritu que vienes a desbaratar nuestras comodidades
a preguntarnos en silencio ¿dónde estamos?
¿dónde está nuestro hermano? ¿dónde nuestro corazón?
Espíritu que lates en el misterio de la realidad
en la humanidad y en los dolores de parto
en los latidos que anuncian lo nuevo
en los ojos que miran más allá.
Espíritu que renuevas el aire de tu Iglesia,
brisa de luz que no se deja atrapar en doctrinas ni altares
viento de amor que abraza la historia
nuestros límites e intentos
nuestra lucha cotidiana por ser mejores
más fieles y valientes
más humildes y generosos
más humanos y más divinos.
Espíritu Santo que golpeas a mi puerta cada día…
Perdón por todas las veces que no te dejo pasar.
Imagen: https://www.comsantosanjos.org.br/novena-de-pentecostes-2/
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