Autobiografía teológica de Víctor Codina sj

09 de Junio de 2023

[Por: Jorge Costadoat]




En agosto de 2011 en una reunión de la Comisión Teológica de los jesuitas de América Latina y el Caribe, a petición de este equipo, Víctor Codina nos ofreció su autobiografía teológica. Me limitaré a compartir unos trazos de su perfil teológico y su actividad eclesial a partir de algunos elementos de esta autobiografía y de los recuerdos de Manuel Hurtado, un compañero jesuita boliviano, que vivió con él en la misma comunidad antes de su retorno a Cataluña.  

 

“Se puede decir que los 30 primeros años de mi vida (1931-1961) los viví bajo la órbita de la Cristiandad”: familia católica, ocho hermanos, rosario todos los días; la cristiandad eclesial de Pío XII (Humani generis); el nacional-catolicismo, la guerra civil, el franquismo y el alineamiento de casi todos los obispos; la cristiandad de la Compañía, desde el año 1948, con sus noviciados llenos y más de treinta mil sujetos; los estudios de filosofía y teología en San Cugat (la escolástica en latín, las tesis, los manuales de la BAC y el Denzinger). “En medio de todo esto, profunda vivencia cristiana en la familia, en el colegio de SJ (congregaciones marianas, catecismo los domingos), vocación a la Compañía, mes de EE en el noviciado con profunda experiencia espiritual cristocéntrica”.

 

Poco a poco Codina se abrió a la modernidad: “Progresivo despertar del sueño dogmático y apertura a otros mundos: estancia y colegio en Francia en el 38, estudios civiles en la Universidad de Barcelona para convalidar título eclesiástico con buenos profesores (Bofill. Valverde…), ambiente político crítico, descubrimiento de otras teologías: Rahner, Congar, Schillebeeckx, Danielou, Lyonnet, La Potterie”. Le impactaron el nombramiento de Juan XXIII y su pronta convocación del Concilio. Por entonces estudió un año en Innsbruck donde conoció a Hugo Rahner y a J.A. Jungmann. Fueron compañeros con Ignacio Ellacuría, Segundo Montes y Juan Carlos Scanonne. En la Universidad Gregoriana se doctoró con una tesis sobre la dimensión cristológica de la espiritualidad de Casiano.

 

Víctor recordaba con alegría haber asistido a la celebración de la 2ª y 3ª sesión del Concilio. “Un día participé en el aula conciliar”. Fueron años de notable inquietud eclesial y teológica. La Iglesia eligió Papa a Pablo VI y la Compañía de Jesús a Pedro Arrupe. También la Compañía entró en un exigente proceso de aggiornamento. Lo hizo primero con la Congregación General XXXI. Luego, con la Congregación general XXXII que formuló la misión de los jesuitas en términos de “Defensa de la fe y promoción de la justicia”. En aquella oportunidad Arrupe preguntó a los asistentes si eran conscientes de que tal compromiso acarrearía mártires. En los años sucesivos los hubo. A Víctor le tocó la muerte de Luis Espinal en Bolivia (1980). La masacre de los jesuitas del Salvador lo dice todo.

 

Ya “bajo la órbita del Vaticano II”, en 1965, se desempeñó como profesor en San Cugat y luego como vicerrector. Ese año hubo cincuenta estudiantes de filosofía y cien de teología. La situación política y eclesial hervía. La agitación alcanzó a la Gregoriana. Los jóvenes seminaristas se dispersaron en pisos por las ciudades. Fueron a los barrios periféricos. Se buscaron nuevos métodos teológicos más participativos (seminarios). Entre tanto, el jesuita participó en el despliegue de otro tipo de pastoral en sectores populares.

 

Ya en 1972 participó en el famoso encuentro en El Escorial que marcó los comienzos de la Teología de la liberación. Víctor dedicó mucho tiempo e interés a la Teología de la vida religiosa. Se interesó por una “teología del barrio”. Eran años bravos. Se planteaba la pregunta: “¿es lícito bautizar a los ricos?”.

 

La teología oriental lo marcó. Codina nos llamó a sus compañeros jesuitas a dar al Espíritu Santo la importancia que tenía: Saint Sérge, Bulgakov, Berdiayev, Bobrinskoy, Andronikov y Evdokimov. En la pneumatología encontró una nueva luz para la cristología. En ella también supo descubrir la opción por los pobres, otra eclesiología y otros modos de entender los sacramentos y la vida espiritual. La acción del Espíritu en los signos de los tiempos fue una de las claves de una Iglesia con la latinoamericana que comenzaba a alcanzar la mayoría de edad. Codina dedicó también tiempo al diálogo inter-religioso.

 

Cito tal cual sus apuntes: “Viajes 71, 78, 79 (Gabriel…), estable desde 1982: Cochabamba-ISET, Oruro-CISEP (folletos, colección teología y liberación), Cochabamba –ISET-teologado (Eclesiología, sacramentos), Santa Cruz –CEFOL, CEBs ( Creo en el E.Santo, Por los caminos del Oriente cristiano, Fracción del pan, Escatología, Miguelito), Cochabamba-ISET (No extingáis el Espíritu, Una Iglesia nazarena, artículos variados más de 300…clases en El Salvador, Belo Horizonte, CLAR, Santo Domingo, Escorial 92 ( del éxodo al exilio…), Curfopal, reuniones y colaboración con teólogos de AL (Petrópolis, Sao Paulo, Colección teología y liberación sobre VR e iniciación cristiana), cursos en España (CiJ i blocs:  Diosito nos acompaña, Una anciana llamada Iglesia, Cerrado por reformas, ¿Indignados en la iglesia?, By pass eclesial…)”.

 

Como otros teólogos/as latinoamericanos de los últimos años, Víctor descubrió el paso de la solidaridad a la alteridad. Su vida en su queridísima Bolivia le abrió estos ojos. La Teología de la liberación no ha muerto. Prueba de ello son los nuevos horizontes: nuevos sujetos eclesiales y nuevas mediaciones socio-analíticas. Víctor en los últimos años se interesó vivamente por las realidades étnicas y ecológicas, por lo inter y lo trans, por la tercera ilustración y el pluralismo, todo a la luz de Pentecostés.

 

Durante años, en Cochabamba, fue muy activo en el Círculo de oración ecuménico del cual participaba con asiduidad, siempre con un aporte claro y discreto. Respondía continuamente a una diversidad de solicitaciones de formación teológica en diversos espacios eclesiales de la arquidiócesis. Resultaría impensable enumerar la cantidad de charlas teológicas a diversos grupos: diáconos permanentes, catequistas, CVX, religiosas y religiosos, obispos, acompañamiento de tesis de teología en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Boliviana, tandas de Ejercicios Espirituales, charlas en el Centro de Espiritualidad Ignaciana, acompañamiento espiritual de seminaristas, religiosos y religiosas, prefecto de estudios de los jesuitas en formación, participación en “Suká”, grupo de reflexión teológica de algunos profesores y estudiantes vinculados a la Facultad de Teología…

 

En los años de estabilidad en Cochabamba, nunca dejó de celebrar la eucaristía dominical en la capilla San Miguel de la parroquia de Santa Vera Cruz, al Sur de la ciudad, en los barrios más desfavorecidos de la ciudad. Era cercano a la comunidad eclesial y constantemente apoyaba la formación de catequistas de la parroquia y procuraba no faltar a las reuniones del consejo pastoral de la capilla y parroquia.

 

Le oí hablar del diario que quería escribir. Tiempo después me envió sus Sueños de un viejo teólogo. Una Iglesia en camino. Le dolía la regresión eclesial. Pero su convicción teológica era imbatible. El catalán habla de la necesidad de abrirse al Misterio. Dios es koinonía trinitaria e interhumana. Se hace necesario caer en la cuenta de la filiación y de la fraternidad. La teología tendría que ser más simbólica y mistagógica. Sueños de un viejo teólogo muestra la trayectoria teológica y reflexiva de una persona que ha consagrado su vida a la teología. Se abordan una docena de asuntos teológicos centrales, mostrando en todos ellos de manera breve el estado de la cuestión y terminando con su propio pensamiento sobre el tema. La metáfora de los “sueños” es la expresión de un deseo profundo de cambio y transformación. El texto está acompañado ignacianamente por el “sentir con la Iglesia”, en un profundo respeto hacia ella y al mismo tiempo expresa sus sueños que buscan una verdadera transformación evangélica. Estos sueños están claramente apoyados en cimientos evangélicos y en una profunda experiencia creyente, enriquecida y confirmada en su experiencia pastoral de muchos años y la cercanía con comunidades populares y contacto pastoral.

 

Para Víctor Codina, todo lo anterior radicó en los Ejercicios espirituales de San Ignacio. Es en ellos que descubrió al Espíritu que explica la convicción más profunda de su obra. Somos peregrinos hacia la Patria: “el Espíritu me lleva a Jesús y Jesús al Padre”.

 

El Espíritu del Señor actúa desde abajo, es al mismo tiempo el título de una de sus últimas obras y la convicción teológica profunda que resume bien las conclusiones de su teología. Codina está convencido de que "...el Espíritu del Señor, que obra donde y como quiere, actúa desde abajo, clama desde los pobres y siempre en función de ellos, pues él es el ‘Padre amoroso del pobre’, como canta el himno medieval ‘Ven, Espíritu Santo’".

 

En 2017, justo antes de volver a su tierra natal, Víctor terminaba su última obra escrita integralmente en Bolivia, aunque quería que se leyera también en España: La religión del pueblo. Gracias a conversaciones con sus compañeros jesuitas bolivianos y con el teólogo chileno Diego Irarrázaval había decidido cambiar el título y modificar algunos elementos del libro. Originalmente el título era Religiosidad popular. Ese sólo cambio en el título, muestra su gran apertura a los signos de los tiempos y su sensibilidad teológica que sintonizaba con los esfuerzos reflexivos de teólogos y teólogas latinoamericanas en los últimos años.  

 

Víctor Codina fue protagonista de la gesta de la refundación de la Compañía de una generación notable de españoles en muchos países de América Latina y el Caribe. No es posible nombrar a los demás. Son tantos, que el olvido de uno solo de ellos sería una tremenda injusticia. 

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