02 de Junio de 2023
[Luciano Troncoso Gutiérrez | Amerindia Chile]
Desde el 01 al 06 de mayo de este año se realizó, en la ciudad de Cochabamba, una nueva versión del Laboratorio de Diálogo, facilitada por la Escuela de Diálogo Bolivia y con la especial participación y apoyo de Amerindia Continental. Durante casi una semana quienes pudimos estar presente nos llenamos de la riqueza y la tarea de enfrentar y hacer vida lo que es un verdadero diálogo, sobre todo en instancias de conflicto, tan naturales desde nuestra condición humana interpersonal.
Bajo estas premisas, quisiera anotar algunos puntos personales que me marcaron. Más que un repaso de lo visto en esos días (para eso están las palabras escritas y habladas que tomamos de este tiempo formativo), es una serie de puntos-reflexiones personales que quisiera compartir, en clave de resonancia:
1) La experiencia del diálogo está en las profundidades mismas de lo humano, junto con la paradojal presencia del conflicto. En este sentido, el lenguaje no es importante para lo humano si éste no alcanza su plena realización en el intercambio comunicativa. Sin comunicación, el lenguaje se vuelve una presencia o capacidad inútil, como el apéndice al aparato digestivo.
2) Somos seres que se relacionan, y por esos mismo, con la potencialidad del conflicto en ciernes. Sin embargo, frente al conflicto podemos ponernos en un camino dialogal que, en la medida de las posibilidades, se tornará en una meta, en una solución. Incluso, a pesar de la posibilidad del fracaso, el hecho mismo del itinerario realizado es un profundo y cabal logro.
3) El caminar dialogal debe estar arropado de un marco seguro en donde éste pueda desarrollarse. En esta seguridad es donde las posibilidades, incluso, de una pausa, de un suspenso de la palabra compartida. A pesar de ello, los efectos propios del dialogar siempre serán mejores y más fructíferos.
4) Por lo anterior, el itinerario dialógico, para que rinda frutos, debe motivar cambios en quienes participan de él. El contacto impersonal sí o sí debiese motivar un cambio de la perspectiva, sin necesidad de cambiar el núcleo del ser mismo de las mismas personas involucradas. Al contrario: si no existe un cambio, por mínimo que sea, significará que el diálogo no fue genuino, no fue real. Fue un diálogo de sordos.
5) El diálogo no se realiza entre “inteligencias” artificiales ni entre programas computacionales. Se realiza entre personas, y las personas poseen un ámbito interno que influye sobre el lenguaje, sobre el diálogo, las acciones y los pensamientos que se van poniendo o no sobre el tapete de la situación. Acá juegan un papel importante las emociones, imposibles de eliminar por ser parte del ser-humano, pero sí de manejar con tino y gestionar, a riesgo de padecer un “secuestro emocional” de insospechadas consecuencias. También están presentes los supuestos, aquellos preconceptos que también forman parte integrante de nuestra psique y que, no obstante, pueden transformarse en prejuicios y y estereotipos que pueden perjudicar y construir un muro que impida el intercambio dialógico y la posible superación de conflictos.
6) No puedo dejar de pensar, desde la veta teológica, en torno a la pregunta de si es posible suscitarse un diálogo de verdad tanto dentro como fuera de las iglesias. Dejo fuera los aspectos relacionados con el ecumenismo, y pongo a la palestra otras problemáticas que importan tanto, incluso más, en estos momentos de la historia. Desde la vereda del diálogo, se trata de una exigencia que, desde el fondo mismo de la fe, aparece como una manifestación de la presencia misma del Dios de Jesús. Muchas veces escuchamos que, desde las Escrituras, aparece Jesús como el logos/palabra misma de Dios; sin embargo, una palabra no puede caer en el suelo de nuestra condición humana sin dar fruto ni provocar una respuesta. Dios es Palabra, pero más aún: Dios es Diálogo. Y en ese diálogo también aparece el conflicto, los problemas, más aún entre los seres humanos, imagen y semejanza de Dios. El camino desde Jesús se basa en lo ya mencionado acerca del Dios-Diálogo, palabra compartida, gesto generoso y amoroso que comunica y se dispone a poner oído y responder, ante todo, al clamor de tantas y tantos a quienes, por prejuicio, por odio o como consecuencia de un paternalismo asistencialista, no son escuchados. El diálogo debe ser parte de una verdadera ética samaritana y de Emaús. Caminar y hacer viva la palabra – en el fondo, la presencia humanada del Dios de Jesús y el proyecto del Reino – con la posibilidad de una llegada más allá incluso de nuestras posibilidades, es más fecundo que la declaración de buenas intenciones más vacía, con palabras de buena crianza que cierran puertas, que abren abismos y cuyas supuestas buenas intenciones pavimentan el camino a la Gehena.
Quisiera concluir este punteo breve, pero que habla mucho de los significativo de la ocasión, puesto que no sólo se trató de una increíble metodología la empleada para la formación de las y los compañeros que llegaron de diversos puntos de nuestrAmérica. Fue también un ambiente propicio para que ese anhelo de diálogo y de que este mundo resuelva sus conflictos con el don de la palabra compartida, desde la paz que sólo la justicia ofrece; en fin, para que todo lo experimentado en la semana se haya encarnado. Agradezco tantos nombres que llenan mi corazón, tantos lugares que están profundamente tatuados en mi vida, tantos gestos sencillos (como la ayuda recibida ante una altura que no fue muy dialogante con un humano de la costa…). Doy gracias porque todo este espacio y cada instante se convirtió en Buena Noticia, es decir, en un regalo, una esperanza y una tarea que recibimos de forma gozosa, entusiasta y agradecida.
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