Semana de despedidas ¡y de gratitud!

07 de Mayo de 2023

[Por: Rosa Ramos]




“Nuestras vidas son los ríos 

que van a dar en la mar,

 que es el morir…”

Jorge Manrique

“…Y en nosotros nuestros muertos, 

pa´ que nadie quede atrás…”

Atahualpa Yupanqui

 

En todos los sitios de este planeta, en grandes ciudades o en poblaciones muy pequeñas, innumerables personas despidieron a seres queridos esta semana. También recibieron y celebraron nacimientos, como en todo tiempo y lugar desde que somos humanos. Entretanto, otros viven distraídos o ajenos, indiferentes a esta realidad señera de la vida y de la muerte, en un mundo de irrealidades, o de vanidades, como también esta semana hemos podido ver a través de pantallas.

 

La vida y la muerte coexisten. Muchas veces una misma comunidad o familia, vive casi simultáneamente nacimientos y muertes, bienvenidas y despedidas. Sin ocultar inquietudes e incertidumbres que normalmente provocan, junto con esa mezcla de infinita alegría o de profundo dolor, ¡qué hermoso regalo es cuando se puede vivir en clima de gratitud! Siempre es gratitud por la vida: por la que se nos regala en un recién nacido, llena de posibilidades abiertas, o por la sembrada generosamente por la persona que despedimos, recogiendo su legado como antorcha que ilumina el sentido y el compromiso a seguir.

 

En esta semana muchos cristianos de Montevideo nos hemos encontrado en velatorios de dos referentes que han iluminado con su vida nuestro horizonte y lo seguirán haciendo: Beatriz Brites y Mario Cayota. 

 

Beatriz Brites era una laica consagrada, pertenecía al Instituto Secular Hijas de la Natividad de María, más conocidas aquí por su presencia en el colegio Obra Banneux que brinda su servicio en un barrio periférico, de “contexto crítico”. Las laicas consagradas tienen una vida en el mundo, más activa e independiente y se mantienen con sus ingresos económicos, pero existen distintas alternativas de vivirla, contaba Beatriz en una entrevista: “Hay dos estilos, uno conlleva estar en grupos o comunidad (algunas viven en la casa contigua al colegio que animan), y el otro es aquel que llamamos en dispersión y que refiere a quienes vivimos solas o con nuestras familias (su caso). Pero en la práctica no dependemos de ninguna comunidad para vivir. Cada laica elige su profesión, su carrera o su oficio, y desde ese lugar da testimonio a través de sus obras, su entrega y de la acción cotidiana”.

 

Beatriz era una mujer de perfil bajo, y a la vez fuerte, destacada animadora de diferentes iniciativas en favor de mujeres, niños y jóvenes, que son los más vulnerables en ese contexto. Estaba siempre atenta tanto a las necesidades del barrio, como de las organizaciones a las que se podía recurrir para que las acciones sociales contaran con recursos económicos y profesionales, a fin de que fueran eficaces. Lideraba propuestas y talleres que promovieran a las personas y participaba también activamente de la vida pública de la sociedad uruguaya. Cuando se le requería, hablaba a los medios de comunicación con claridad y valentía, denunciaba las violencias que sufrían los moradores de los barrios Marconi y Casavalle. Beatriz señalaba la violencia cotidiana del hambre, de la falta de recursos, de vivienda digna, de educación y futuro para los jóvenes, que muchas veces era la base de las otras violencias de las que la prensa se ocupaba. 

 

Esta mujer comprometida e inserta en el medio popular, amiga, compañera, presente en toda convocatoria a favor de la vida amenazada, nos dejó siendo joven aún, con mucha energía y fe para compartir. El martes pasado nos sorprendió la noticia de su fallecimiento, alguien escribió invitando a la Eucaristía: “La sonrisa de Bea nos sigue inspirando. Gracias por tu entrega a cuerpo entero al estilo de Jesús, al estilo de Cacho, ¡a tu estilo Beatriz! Tu nueva presencia resucitada nos seguirá alentando a dar lo mejor de cada uno.”

 

Al día siguiente, 3 de mayo, fiesta de Felipe y Santiago, nuestros santos patronos, nos conmueve la pascua de Mario Cayota, muy conocido por su trayectoria pública a nivel nacional e internacional, puesto que fue embajador uruguayo en el Vaticano por dos períodos. Doctor en Filosofía, fue docente a distintos niveles, en Uruguay, pero también en Brasil, Chile, Italia, dando muchísimas conferencias. Se dedicó especialmente a la investigación histórica, autor de grandes obras, no sólo por su volumen sino por su impronta particular, que denotaba su pasión y su capacidad de investigación. Algunas de sus obras más reconocidas: Siembra entre brumas. Utopía Franciscana y Humanismo Renacentista: una alternativa a la Conquista; Artigas y su derrota, ¿frustración o desafío?; Un pasado que se conjuga en futuro. Pensamiento y acción del Presidente Tabaré Vázquez. Asimismo, ha escrito con frecuencia sobre la espiritualidad franciscana.

 

Mario Juan Bosco Cayota Zappettini, era su nombre completo, también fue político: Presidente del Partido Demócrata Cristiano y uno de los fundadores del Frente Amplio. Hombre de convicciones políticas arraigadas en un profundo humanismo cristiano y una concepción de “no violencia activa”. Mario era católico práctico y terciario franciscano, fue Ministro de la Orden Franciscana Seglar. También fue Presidente del Centro de Difusión de la Doctrina Social Cristiana… pero no cabe aquí seguir señalando desempeños que se pueden ubicar en internet. Importa sí destacar lo polifacético de este hombre tan comprometido con la vida, la sociedad, la cultura y la Iglesia uruguaya. 

 

La fecundidad y lucidez de sus 86 años han sido un regalo para cuantos, en distintos momentos y ámbitos de la vida del país, lo hemos conocido. Hemos disfrutado tanto sus libros, sus conferencias, como sus charlas informales a la salida de una reunión o Eucaristía: su pura presencia siempre sabia, amable, alegre y humilde, ha sido el mayor regalo. Mario se entregaba enteramente a lo que hacía, fuera escribir una obra monumental, pronunciar un discurso, dar una clase o recitar a dos voces en una esquina de calles aún empedradas, poemas de Líber Falco. Era siempre él y el mismo, hablando o escuchando, aportando su sabiduría y aprendiendo siempre. ¡Era siempre él, como esposo, padre, abuelo, como vecino y parroquiano, un ser entrañable!

 

Despedimos a Mario Cayota con una Eucaristía a su estilo, sencilla y profunda, leyendo un pasaje de la biografía de San Francisco y el Evangelio de las bienaventuranzas, recordando un texto suyo escrito para una homilía de Monseñor Parteli, así como breves “confesiones de fe” de los asistentes, a partir de haber compartido con él un tramo del camino. 

 

Las muertes de Beatriz y de Mario nos dejan un poco -o un mucho- huérfanos; personas como ellos “hacen falta”, como recitaba Alfredo Zitarrosa en Guitarra negra, los extrañaremos en los espacios habituales, nos parecerá verlos y dolerá el lugar vacío de su figura amiga. Pero, simultáneamente, su modo de hacer falta y de decir presente en la historia no fue para nada posesivo, estoy segura que nos pasan la antorcha confiadamente, con una sonrisa cálida y un “ahora tú… ahora ustedes”. Su ausencia, que será desde ahora otro modo de presencia, y esa confianza, nos comprometen mucho más a vivir con sentido y descentradamente, para otros, aunque queme. “Optar por los pobres, aunque me marquen a hierro”, fue otro de sus libros.

 

La vida y la muerte coexisten, decíamos al empezar, a la vez que elegimos para encabezar dos textos aparentemente contradictorios, el de Manrique y el de Yupanqui, pero volvemos a subrayar que es de Dios poder acoger y celebrar la vida y la muerte con gratitud. ¡Gracias Beatriz, gracias Mario, por el regalo inmenso de sus vidas! ¡Qué generoso ha sido Dios con nosotros en las personas de ustedes!

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