08 de Abril de 2023
[Por: Armando Raffo, SJ]
“Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos. Pablo, en cambio, pensaba que no debían llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la obra” (Hch. 15, 37-38).
El capítulo 13 de los hechos de los Apóstoles muestra a Pablo y a Bernabé tratando de evangelizar a los judíos de la diáspora, aunque, poco a poco, se fueron abriendo a proclamar el Evangelio a los paganos. Hoy diríamos que conformaban un equipo sólido con una propuesta clara. Cuando estaban preparándose para visitar a comunidades a las que ya habían predicado se suscita un problema inesperado. Cuando Bernabé propone llevar a Juan –Marcos- con ellos a la misión que tenían por delante, Pablo se niega a hacerlo. Esa negativa conllevó, sin que sepamos exactamente los motivos a la disolución de la dupla apostólica que habían conformado. Desconocemos el motivo por el que Juan –Marcos- les abandonó para volverse a Jerusalén. Después vemos que Bernabé llevó a Marcos consigo y que Pablo eligió a Silas como compañero para la misión (Cfr. Hch. 13,13).
Es indudable, pues, que el problema se originó cuando Marcos se separó de ellos en Panfilia. Todo indica que esa decisión molestó a Pablo al punto de considerarlo inepto para la misión. Aunque pueda parecer un detalle menor, el problema suscitado derivó en que Pablo y Bernabé ya no evangelizaran juntos. Seguidamente, el libro de los Hechos narra lo que se conoce como el Concilio de Jerusalén que se caracterizó por dejar atrás las exigencias propias de la Ley mosaica y abrazar con decisión la Buena Nueva de Jesucristo. Decidieron no imponer cargas que provinieran de la Ley judía aunque sí les instaron a abstenerse de comer carne inmolada a los ídolos, de la sangre de los animales, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales.
Ya no se apela a la Ley, no se menciona la circuncisión y tampoco de la necesidad de acudir al templo en tiempos especiales. Cabe notar que las indicaciones sobre la carne inmolada, la sangre de los animales y las uniones ilegales, no son relevantes en sí mismas, sino en lo que ellas representaban para aquella cultura. Esto es así porque existía cierto fetichismo en aquellos tiempos con respecto a la sangre de los animales que nada tenían que ver con la fe de los cristianos. Vieron con claridad que debían tomar distancia de esos ritos extraños que se daban de bruces con la propuesta del Evangelio y, por ello mismo, hacen algunas indicaciones que en aquel contexto eran significativas. Más que hacer un listado de prohibiciones, les invitaron a dejar de lado ciertos ritos fetichistas y, así, denunciar la idolatría ya extendida por el imperio romano.
Volviendo a las andanzas de Pablo y Bernabé, llama la atención la intransigencia del primero con respecto a Marcos. La dificultad llegó a tal punto que Bernabé y Pablo ya no evangelizarían juntos. Importa notar que problemas o dificultades que podríamos calificar de poca monta, derivaron en la ruptura de una bina apostólica que parecía sólida y fecunda.
Es sabido que detrás de cualquier emprendimiento del tipo que sea siempre se lleva a cabo a través de personas de carne y hueso, con sus historias, sus ideales y sus y modos de proceder. Nunca sabremos si la decisión de Pablo con respecto a Marcos fue acertada o no. Lo que sí podemos afirmar es que aquel evento puso en jaque a la dupla evangelizadora por algo que no parecía ser tan decisivo. Lo cierto es que Pablo no había olvidado que Marcos los había abandonado ante una misión que se estaba preparando y que ello derivó en la separación con Bernabé.
Una conclusión a la que podemos arribar es que nunca debemos desestimar la fragilidad humana en los emprendimientos evangelizadores que podamos llevar a cabo. Así como las ideas y los propósitos pueden ser muy santos y movilizadores, también lo es que son acogidos y llevados a cabo por personas y equipos de carne y hueso. Esto quiere decir que siempre hemos de contar con la fragilidad humana, así como también, con el deseo hondo y persistente que subyuga a personas y comunidades de compartir el Evangelio de Jesús.
Así como las grandes ideas movilizan lo mejor de nosotros mismos, también es cierto que nuestras fragilidades y heridas siempre acompañan nuestras vidas y pueden llegar a frustrar emprendimientos de distinto tipo. ¡Cómo no recordar aquella visión del profeta Daniel cuando una piedra se desprendió, sin intervención explicita de ser humano alguno, dando en los pies de barro y arcilla de la estatua! Daniel vio cómo se derrumbó y aquella estatua quedó en la nada, sin dejar rastro alguno. Cabe subrayar que la poderosa estatua se derrumbó a partir de su parte más frágil, por el barro que estaba en los pies que, bien puede ser un símbolo de la debilidad que nos caracteriza (Cf. Dn.2, 31-35).
Descuidar la fragilidad humana es muy peligroso. Todo parece indicar que la rigidez de Pablo le llevo a prescindir de Marcos y a separarse de Bernabé. No sabemos cómo habría terminado la historia si Pablo y Bernabé no se hubieran separado. Lo cierto es que, como reza el dicho popular: Dios escribe derecho sobre renglones torcidos. Que es lo mismo que decir que Dios trabaja de formas insospechadas, pero siempre contando con nuestra fragilidad. Algo de eso podemos entrever en lo que conocemos como la historia de José en el libro del Génesis cuando afirma: “… no les pese mal ni les de enojo el haberme vendido acá, pues para salvar vidas me envió Dios delante de ustedes” (Gn. 45, 5).
Se trata, en última instancia, de mirar los acontecimientos que se suceden, no con la lupa del providencialismo barato, sino con una mirada tan realista como profunda que nos permita contar con la gracia suficiente para generar condiciones más humanas y, por ello mismo, nos permitan vislumbrar la presencia de Dios que nunca deja de trabajar por el bien de sus creaturas.
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