[Por: Daniel Niño, FSC]

Uno de los detalles más desconcertantes de los evangelios es descubrir, en múltiples ocasiones, que Jesús parece haber fracasado al tratar de hacer comprender a los discípulos el proyecto de su Padre. Una y otra vez ellos muestran su absoluta falta de sintonía con Jesús y acaban siempre por llegar a conclusiones contrarias. De hecho, la escena de la última cena se construye también sobre ese trasfondo. 

Así, cuando Jesús anuncia que uno de los doce lo entregará, todos empiezan a dudar no solo de los demás sino incluso de sí mismos. Es decir, en ese punto cualquiera de ellos pudo ser perfectamente quien lo entregara, a tal punto que nadie estaba seguro de sí. Esa actitud pone de relieve que en realidad ninguno estaba convencido. Un escenario absolutamente desazonador.

En el caso particular del evangelio de Mateo, al detallar la pregunta que cada uno de los discípulos dirige a Jesús, además de la inseguridad personal, la formulación evidencia que esperaban que la respuesta fuera negativa: “¿Cierto que no soy yo, Señor?” Ciertamente, con ello inducían forzosamente un ‘no’ como respuesta deseada, pero el solo hecho de preguntarlo refleja ya la posibilidad de ser el traidor. 

De los sinópticos, solo Mateo parece señalar a Judas como culpable en ese momento. Judas pregunta igualmente: “¿Cierto que no soy yo, Maestro?” La respuesta de Jesús no es negativa, como se esperaba, pero sí ambigua: “Tú lo has dicho”. Esto es, Jesús parece confiar en el ‘no soy’ de Judas y, lo que es más, le otorga la oportunidad de responder él mismo a su propia pregunta, es su decisión: “Es lo que tú digas”, como brindándole la ocasión de retractarse, evitándole la pena de la traición. 

Sorprende ahora cómo Jesús, a pesar del fracaso de su misión con los doce, es inmensamente compasivo y absolutamente respetuoso de la libre decisión, aun cuando eso represente su propia muerte. A pesar de que se pudiera pensar que Jesús es ingenuo, en realidad es completamente consciente de lo que ocurre, pero no intenta forzar las cosas en su propio favor, no rehúye a su propia muerte. Con ello, se nos lleva a preguntarnos qué tan aferrados estamos al proyecto de Jesús, no solo en los momentos ordinarios y sosegados, sino en los críticos y desafiantes, cuando el agitado oleaje nos pone en riesgo. Pero también a evaluar si es una mirada inquisidora o una compasiva la que posamos sobre los demás, conscientes de que muchas veces en realidad no somos tan leales a Jesús como quisiéramos aparecer.

Imagen: http://josenicolasmadrid.blogspot.com/2013/03/evangelio-del-dia-sere-yo-maestro-mateo.html