¿Magia o significar un proceso que desemboca en misión?

26 de Marzo de 2023

[Por: Armando Raffo, SJ]




“Y habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.” (Hch. 19, 6) La cita del libro de los Hechos es una de esas típicas frases que pueden alimentar una forma de entender la fe cristiana que no expresa en modo cabal el mensaje y el modo de proceder de Jesús. El texto, en su literalidad, da a entender que a través de la imposición de manos por parte de Pablo, habría bajado, como por arte de magia, el Espíritu Santo sobre algunos discípulos y que ello les habría habilitado para profetizar y hablar en lenguas. 

 

Una buena pregunta a hacernos sería si la afirmación pretender significar que la imposición de manos haría que baje el Espíritu sobre aquellas personas y en aquel preciso momento, o si, en realidad, o a fin de cuentas, se pretendió significar o reconocer un proceso que se habría iniciado a partir de la predicación de San Pablo. Proceso que comenzaría con el anuncio kerygmático y se habría continuado con una catequesis que habría preparado a sus discípulos para evangelizar en diferentes lugares y poblaciones. 

 

La pregunta a boca de jarro seria: la imposición de manos, haría que Espíritu Santo baje o llegue a las personas elegidas para que puedan predicar el evangelio o, más bien, que dicha acción seria la forma de explicitar algo que, de una forma o de otra, ya estaba ocurriendo y no como algo extraño o incomprensible como algunos pretenden. Más bien, hemos de pensar que el texto citado habría realizado un rito de envío a todas las naciones para profetizar y alcanzar a todas las lenguas. Con otras palabras, que la invocación del apóstol procuraría significar un proceso que los catecúmenos habrían llevado adelante y luego de ser escogidas por las comunidades para anunciar el evangelio a todas las culturas. 

 

Creemos que sostener o promover que la imposición de manos realiza algo que automáticamente habilita a las personas a recibir el Espíritu Santo y hablar en lenguas como por arte de magia, es, cuando menos, una afirmación equívoca y que puede ser dañina a la hora de entender la fe cristiana. Siguiendo con esa línea de interpretación,  nos acercamos a una forma de entender los signos, en nuestro caso, la imposición de manos, como el reconocimiento de un proceso que se expresaría en un rito, en un sacramento. En el caso citado y desde nuestro horizonte cultural podríamos suponer que se trataría de una ordenación sacerdotal o de algún tipo de envío para anunciar la Buena Nueva de Jesucristo a distintos lugares. 

 

Todo parece indicar, pues, que la imposición de manos a la que alude el texto citado podría ser entendida como el reconocimiento de un proceso de alguien que se habría sentido llamado a servir a la Iglesia de una forma particular y con una dedicación especial. Se trataría, pues, de reconocer un compromiso y una trayectoria para asumir alguna responsabilidad eclesial tal como la ordenación sacerdotal, el envío de catequistas, etc. Se trataría de un rito que tendría el propósito de reconocer una vocación que se habría cultivado a lo largo de un tiempo prudencial y que se “significaría” a través de algún sacramento o de sacramentales tales como el envío de catequistas, u otro tipo de encargos específicos.  

 

Ahora bien, cabe recordar que,  en general, se trata de ritos que incluyen lo que llamamos lenguaje performativo, es decir, locuciones que generan realidades, no físicas ni mágicas, sino porque las palabras en determinados contextos hacen cosas. Se trata de palabras y gestos que, en determinados contextos, acaban creando algo importante en las personas. Cuando alguien le dice a otra persona que la ama, y lo hace en un contexto apropiado y con cierta solemnidad, algo ocurre en el interior de ella. Lo mismo podríamos decir, por ejemplo, cuando una persona significativa insulta a otra. El insulto en ese contexto acaba generando, además de un dolor, un descenso en la autoestima del aludido. En ese sentido, es muy cierto que las palabras hacen cosas y no porque se trate de magia, sino de las palabras que, en última instancia, nos erigen como seres humanos. 

 

Parece ser que en el medioevo hubo algunas experiencias con bebés que debían ser amamantados por nodrizas que, sin hablar, habrían de esperar cuál sería la lengua natural u original del ser humano.   Según el cuento los niños además de no habrían emitido palabra alguna habrían muerto todos. 

 

La palabra se gesta en historias largas y en contextos señalados por la relación. Bien podemos decir que somos seres apalabrados  a tal punto que podemos decir que la palabra nos constituye en buena medida. 

 

Volviendo a la cita del comienzo, bien podemos decir que de la mano de un rito y en un contexto específico, conformado por las primeras comunidades, a través de la imposición de manos y las palabras que acompañaron, les hizo comprender que tenían todo lo necesario para hablar en nombre de Cristo y allí donde fueren enviados. Estaban preparados para dialogar y profetizar en todas partes porque ya sabían escuchar y compartir la palabra que fuera recibida como buena noticia. 

 

Imagen: https://wp.es.aleteia.org/wp-content/uploads/sites/7/2016/02/web-hold-on-hands-head-mv-aleteia.jpg 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.