El Papa Francisco, diez años después

19 de Marzo de 2023

[Por: Juan José Tamayo]




El 13 de febrero de 2013 es una efemérides para no olvidar. Ese día 115 cardenales de la Iglesia católica elegían Papa al cardenal jesuita Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, de 76 años, edad de presentar la renuncia para los obispos. Por primera vez llegaba a la cúpula del Vaticano un Pontífice latinoamericano que tomaba el nombre de Francisco. Que viniera de la periferia y no del centro, ya era todo un acontecimiento. Pero eso no hacía pensar que llevara a cabo cambios importantes, porque sus electores, los “príncipes de la Iglesia”, habían sido nombrados por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI y, salvo excepciones, no destacaban por ser partidarios de la reforma de la Iglesia. 

 

Sin embargo, Francisco no dejó de sorprender desde el principio con gestos desmitificadores de la hierática figura papal como la comunicación directa con la gente en un lenguaje asequible, la renuncia a determinados ornamentos papales como el pectoral de oro y los zapatos rojos, la decisión de no vivir en el Vaticano y hacerlo en la residencia de Santa Marta, la celebración de su primer Jueves Santo como papa en un centro penitenciario de jóvenes, la petición a la juventud, en su viaje a Brasil, de que hicieran lío, la negativa a condenar a los gays, etc.  

 

Diez años han sido suficientes para que el Papa haya intentado poner en marcha un nuevo paradigma eclesial y se haya convertido en uno de los líderes morales a nivel mundial. Una muestra del cambio producido es su receptividad hacia la teología de la liberación (TL), objeto de sospecha durante el pontificado de Juan Pablo II, que la condenó, sometió a juicio a algunos de sus más importantes representantes e impuso censura a nuestros libros. 

 

La cruzada contra la TL continuó durante el pontificado de Benedicto XVI, en el que la Congregación para la Doctrina de la Fe censuró dos obras del teólogo hispano-salvadoreño Jon Sobrino: Jesucristo liberador (Trotta, 1991) y La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas (Trotta, 1991) y el libro de Roger Haigth Jesús, símbolo de Dios (Trotta, 2007), Benedicto XVI llegó a afirmar en la visita ad limina de un grupo de obispos brasileños que la TL había provocado “rebelión, división, disenso, ofensa y anarquía” y creado entre las comunidades diocesanas “gran sufrimiento o grave pérdida de fuerzas vivas”. 

 

Con Francisco se ha pasado del silenciamiento a la escucha, del aislamiento a la visibilidad, y de la condena al reconocimiento. Poco después de ser elegido Papa, recibió a Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la TL, que treinta años antes había estado en el punto de mira del Vaticano y su teología había sido objeto de sospecha sin llegar a condenarla. Unos años después levantó la suspensión a divinis que pesaba sobre el religioso de Maryknoll, Miguel D’ Escoto, desde que fuera ministro de Asuntos Exteriores en los sucesivos gobiernos del Frente Sandinista en Nicaragua, y sobre el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, ministro de Cultura, que fue humillado públicamente por Juan Pablo II en su viaje a Nicaragua.

 

El propio Francisco utiliza en sus documentos la metodología de la TL: análisis de la realidad (mediación socioanalítica), interpretación liberadora (mediación hermenéutica), juicio ético (crítica del capitalismo) y llamada a la acción (praxis transformadora). Dicha metodología puede reconocerse fácilmente en la Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio, de 2013, texto revolucionario dentro de la doctrina social de la Iglesia que constituye una de las condenas más severas del neoliberalismo -al que califica de sistema injusto en su raíz-, y se ubica dentro de las tradiciones anti-idolátricas de ayer y de hoy: los profetas de Israel, Jesús de Nazaret, el marxismo y su crítica del fetichismo de la mercancía y del capital, los Foros Sociales Mundiales, etc.    

 

En la línea de la teología ecológica de la liberación hay que situar la Encíclica Laudato Si’ Sobre el cuidado de la casa común, en la que Francisco constata lo inseparables que son la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior, establece una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, critica el modelo científico-técnico de desarrollo de la Modernidad e invita a buscar otros modos de entender la economía y a vivir en armonía con la naturaleza.   

 

En la misma dirección apunta la encíclica Fratelli tutti, que es uno de los mejores análisis de las sombras que se ciernen sobre nuestro mundo, al que Francisco define como como “un mundo cerrado”, sin un proyecto liberador para todos los seres humanos y la naturaleza, con “una globalización y un progreso sin un rumbo común” y “sin dignidad en las fronteras”. Es, a su vez, una excelente guía de alternativas políticas y económicas bajo el signo del bien común. 

 

El cambio de paradigma no ha llegado, sin embargo, al interior de la Iglesia católica, al menos la celeridad y la profundidad que erábamos a la vista de sus primeros impulsos transformadores. Con la intención de reformar la Iglesia creó una Comisión de nueve cardenales bajo la coordinación del cardenal hondureño Maradiaga, que unos años antes había apoyado el golpe de estado que derrocó a Manuel Zelaya. De la misma formaban parte otros cardenales que se vieron envueltos en escándalos y tuvieron que dimitir. Todos, o la mayoría, eran “príncipes de la Iglesia” No había representantes de las Congregaciones Religiosas, ni de las teólogas y los teólogos, ni de las comunidades de base. ¡Clericalismo puro y duro! 

 

Tampoco se han producido avances en el reconocimiento de las mujeres como sujetos morales, eclesiales y teológicos de pleno derecho. La organización eclesiástica sigue siendo jerárquico-piramidal y está muy alejada de las prácticas democráticas. El Papa no pierde ocasión de criticar con razón el clericalismo, pero el clero controla todos los ámbitos de la vida eclesial y no facilita cauces de participación real y efectiva a los seglares. La propia organización de la iglesia sigue siendo clerical, ya que los clérigos en su mayoría ejercen el poder de manera autoritaria.

 

Las mujeres en la Iglesia católica siguen siendo mayoría silenciada, discriminada, marginada, subalterna. El discurso utilizado es el de la excelencia: se dice que son la armonía del universo y más importantes que los obispos y los sacerdotes, pero no se les reconoce función directiva alguna. Son excluidas del ministerio ordenado. No se les conceden puestos de responsabilidad. 

 

No participan en la elaboración de la doctrina teológica y de la moral. No se les reconocen los derechos sexuales y reproductivos. Viven en una permanente minoría de edad. La teología feminista está marginada. Se descalifica a la teoría de género llamándola despectivamente “ideología de género” y se la hace responsable de la disolución de la familia. El patriarcado religioso sigue instalado en la cúpula de la Iglesia, en su organización, sus instituciones, sus actitudes y sus prácticas. 

 

Quienes gobiernan la Iglesia son las “masculinidades sagradas” y lo justifican apelando al carácter masculino de Dios. El resultado es el que ya describiera la teóloga y filósofa feminista norteamericana Mary Daly en su libro Más allá de Dios padre, de 1973: “Si Dios es varón, el varón es Dios”, y lo que afirma la filósofa radical de la tercera ola del feminismo Kate Millet en su libro Política sexual, de 1970: “El patriarcado tiene a Dios de su lado”. El patriarcado religioso legitima y refuerza el patriarcado social y político.

 

Francisco se ha reunido en varias ocasiones con los movimientos populares y ha asumidos sus principales reivindicaciones que resume en las tres “T’s”: “Trabajo, Techo, Tierra”. Ha tenido encuentros con las comunidades indígenas. Nunca se ha reunido, empero, con los movimientos feministas, ni siquiera con las teólogas feministas. A lo más que ha llegado es a proponer la posibilidad de introducir el diaconado femenino que, a mi juicio, no es un avance, sino el mantenimiento de las mujeres en una situación permanente de subalternas, bajo la dependencia del clero y a su servicio.

 

¿Exagero? No. Lo confirma el diario oficial del Vaticano L’ Osservatore Romano en una investigación llevada a cabo por su publicación mensual “Mujeres Iglesia Mundo” donde se recogen testimonios de monjas al servicio de cardenales y obispos que afirman ser tratadas a menudo como sirvientas. Lucetta Scaraffia, ex directora de la citada publicación y profesora de Historia en la Universidad La Sapienza, afirma: “Dentro de la Iglesia las mujeres son explotadas”. 

 

El propio Francisco expresa su dolor por la marginación femenina y reconoce en La alegría del evangelio que “es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. Pero hasta ahora no lo ha puesto en práctica, salvo algunos nombramientos de mujeres para cargos administrativos que en ningún caso cuestionan la estructura jeráquico-patriarcal. 

 

El Vaticano de Francisco y el episcopado mundial siguen siendo hoy dos de los principales bastiones legitimadores del patriarcado, que condenan la teoría de género de manera lingüísticamente agresiva, primero cuando califican despectivamente la teoría de género de “ideología de género” y luego cuando la condenan de manera absoluta. 

 

La última condena la ha hecho el papa Francisco con un tono irrespetuoso y de rechazo radical en una entrevista al diario argentino “La Nación”. Califica la ideología de género de peligrosísima porque anula las diferencias y acaba con la riqueza de la humanidad tanto a nivel cultural como eclesial y social, haciendo un mundo , todo romo. Llega a afirmar que “la ideología de género es de las colonizaciones ideológicas más peligrosas porque va más allá de lo sexual. Mientras no se produzca la democratización de las estructuras eclesiales y se dé el paso de la discriminación de las mujeres a la igualdad de género, el cambio de paradigma eclesial que pretende llevar a cabo Francisco se habrá quedado a medio camino o, peor aún, habrá fracasado. Para que eso no suceda no hay más que poner en práctica dentro de la Iglesia católica la propuesta de Pablo de Tarso en la Carta a los Gálatas: “Ya no hay distinción [discriminación] entre judío o gentil, entre esclavo o libre, entre varón o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28).

 

Imagen: https://desdelafe.mx/noticias/la-voz-del-papa/el-papa-francisco-cumple-9-anos-de-pontificado/     

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