[Por: Francisco José Bosch]

[Cosas que caminaban sueltas hace tiempo, búsquedas que iban por caminos casi paralelos, ha descubierto encrucijadas, territorios de intersección, rituales de encuentro. Ese es, en mi opinión, el gran legado del primer pontificado del fin del mundo: ser-territorio-encuentro frente a la cultura del descarte. 

Al fin y al cabo, diez años de puentes, son diez años de abrazos. Gracias por eso Francisco]. 

Segunda historia: el nombre

¿Qué hace ‘el puente’ del fin del mundo cuando llega al rincón más austral del mundo? Cita a Violeta Parra, la cantora que antes de cantar, oía a lxs últimxs de Chile:

Arauco tiene una pena, que no la puedo callar

Son injusticias de siglos, que todos ven aplicar

Nadie le pone remedio pudiéndolo remediar

Levántate, Huenchullán

El dialogo está en marcha: la voz de ‘el puente’ suena frente a los movimientos sociales, reunidos en Temuco, movilizados desde toda Argentina. En días de mega-eventos, parece que lo importante es el nombre, pero ese día fue el dialogo. Y un dialogo en el fin del mundo, con los pies en una tierra concreta:

lo hacemos en este aeródromo de Maquehue, en el cual tuvieron lugar graves violaciones de derechos humanos. Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias. Y recordando estas cosas nos quedamos un instante de silencio, ante tanto dolor y ante tanta injusticia.

Recuerdo el peso de ese silencio masivo. Al calor del rayo de sol, después de dormir toda la noche en ese predio, tirados bajos las estrellas, después de viajar por horas, todos juntos, los cayetanos al encuentro. 

‘La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias’, dijo el puente. Era 2018, sabía con quién hablaba, el diálogo estaba en marcha, la mayor unidad posible derrotaría al neoliberalismo de la derecha latinoamericana en el sur del mundo, que tanto ejerce aquella violencia de los lindos acuerdos que nunca se cumplen, que denunció el puente aquel día.

Con un lugar cerca de la valla, charlábamos con compañeros cebolleros del sur de la provincia de Buenos Aires. Eran migrantes de Santiago el Estero que habían recalado en los campos de la provincia, con su oficio de cuidar y cultivar la tierra. Su oración de rodillas al recibir la eucaristía me conmovió. 

Todos nosotros que, en cierta medida, somos pueblo de la tierra (Gn 2,7) estamos llamados al (Küme Mongen) al Bien vivir, al Buen vivir, como nos lo recuerda la sabiduría ancestral del pueblo Mapuche.

Terminaba la misa. En el paseo de  ‘el puente’ entre la gente, descubrí su nombre: un cartonero, reciclador urbano de la ciudad de Buenos Aires, se abalanzó hacia la valla. Tenía las manos gastadas, la mirada brillante y la voz potente: ‘Jorge, te amamos, no aflojes, vamos a estar para bancarte’. 

Eso le dijo, y reveló su nombre.

El puente se llama Jorge. El programa Francisco (pero eso es otra historia).

Francisco Bosch

Coordinador continental de formación en CEBs

Pie de foto: lxs cayetanxs, tras las vallas, en Temuco, bancando a Jorge.