Aceptar la novedad de Jesús

05 de Marzo de 2023

[Por: Armando Raffo, SJ]




“Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés.” (Hch. 15, 5) La frase citada de los Hechos de los Apóstoles además de manifestar que la primitiva iglesia contaba con fariseos entre sus fieles, subraya que ellos insistían en guardar ciertas prácticas distintivas del judaísmo tales como la ley mosaica y la circuncisión. Es obvio, pues, que aquellos fariseos que se habían unido al grupo de los primeros cristianos todavía no habían asumido ni ponderado el calibre de la novedad que entrañaba la vida y el mensaje de Jesús. Todo parece indicar que consideraron a Jesús como un líder coherente y decidido que habría de promover una fidelidad mayor y más exigente a la propia tradición. 

 

Es probable, también, que la situación sociopolítica en que se encontraba el pueblo en aquellos tiempos promoviera líderes –fariseos entre otros- que trabajaran para fortalecer rasgos distintivos de la identidad del pueblo en tiempos en que estaban gobernados por los romanos. En ese contexto los fariseos insistían en todo lo que fomentara la identidad del pueblo y lo hacían promoviendo la importancia del cumplimiento de la Ley. Mucha agua había corrido bajo el puente en la vida del pueblo judío desde los inicios con Abraham que llevó adelante el deseo de ser bendición para todos los pueblos de la tierra: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra de la tierra” (Gn.12, 3).

 

Aunque es muy probable que los fariseos tuvieran distintas interpretaciones sobre la propia tradición, es claro que en tiempos de Jesús no estaba en el tapete el deseo que puso en marcha a Abraham. La perspectiva más universalista que animó al que es considerado el padre de la fe no era relevante en tiempos en que el pueblo encontraba dominado por los romanos. Muy por el contrario, eran tiempos en que para preservar la identidad del pueblo se insistía en el cumplimiento de la Ley y en signos identitarios tales como cumplirla a pie juntillas y mantener las tradiciones. Ese contexto les impedía visualizar la novedad y la radicalidad de la propuesta de Jesús, aunque vieran en él propuestas que desestabilizaban lo que hoy llamaríamos el estatus quo. Parece claro, pues, que ellos entendían a Jesús como un maestro que descollaba en aquel momento y que se caracterizaría por llamar a la fidelidad tal y como lo de diversos modos lo habían hecho los profetas.  

 

Bien podemos pensar que los fariseos estaban incapacitados para asumir la novedad que Jesús había anunciado con su vida, muerte y resurrección. No era fácil para ellos asumir en forma cabal la novedad propuesta por Jesús y, menos, en aquel contexto. Cabe notar que todas las tradiciones sufren la tentación de anquilosarse y rigidizarse. Tienden a procurar la seguridad más en la letra que en el espíritu que las impulsa. Es sabido que el apego a la letra en sentido estricto, más tarde o más temprano, acaba socavando el sentido originario que en su momento quiso expresar.  

 

Todos miramos la vida y los acontecimientos desde preconceptos y prejuicios. Ahora bien, cuando perdemos la libertad de ir al sentido que originó una tradición, terminamos cayendo en rigideces que nos deshumanizan. Cabe notar, así mismo, que todas las culturas, incluso las que parecen más rígidas e inmóviles, se modifican impulsadas por el crecimiento de las comunicaciones y por los avances de las distintas ciencias en general. La historia muestra que las tradiciones más rígidas acaban evolucionando al entrar en contacto con otras culturas y formas de resolver los problemas que los dinamismos históricos van presentando.   

 

Lo antes dicho, explica, al menos en primera instancia, que el texto citado sostenga que aunque los fariseos habrían abrazado la fe cristiana, todavía no habían comprendido la novedad que ella entrañaba. Parece claro que percibieron a Jesús como un profeta que habría llegado para reavivar la fe de los judíos y que también abría la puerta a los gentiles, siempre y cuando se circuncidaran y cumplieran con la ley mosaica. La rigidez que había alcanzado la Ley y las tradiciones judías, habían llevado a olvidar lo que podríamos llamar la vocación de Abraham que incluía una mirada universal en su propuesta. 

 

El padre de la fe, Abraham, vio con claridad que debía iniciar un camino que llevara bendición a todos los pueblos: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. …. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. (…) Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra.” (Gn. 12,1-3) La misión encomendada a Abraham no era conquistar a todos los pueblos, sino llevar una bendición –bien decir-, una palabra buena que pudiese alentar y estimular a los mismos. Es evidente, pues, que si en el origen del pueblo judío, ya estaba presente ese deseo de llegar a todos, no era para conquistar y dominar, sino para llevar esa palabra buena que estimulara la vida digna de todos los pueblos. En eso consistía la bendición.   

 

La reacción de la primera comunidad al deseo de los fariseos que participaban en ella fue clara y contundente en boca de Pedro cuando dijo: “Hermanos, ustedes saben que ya desde los primeros días me eligió Dios entre ustedes para que por mi boca oyesen los gentiles la Palabra de la Buena Nueva y creyeran. Y Dios,…. no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora tientan a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?” (Hch. 15,7-10).

 

Aunque no sabemos cómo terminó la historia con aquellos fariseos que habían abrazado la fe, podemos pensar que estaban dando un primer paso que con el tiempo pudiera llevarles a convertirse en verdaderos seguidores de Jesús. Obviamente, ello suponía dejar de lado la circuncisión y el apego a la Ley de Moisés. Es evidente, pues, que los judíos aludidos habían dado un primer paso que bien pudo llevarlos a asumir la fe tal y como Jesús la propuso. También nosotros estamos llamados a no anquilosarnos en rigideces y profundizar en la Buena Noticia de Jesús.

 

Imagen: https://www.unotv.com/uploads/2022/04/jesus-160820.jpg 

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