10 años de Francisco, 10 historias de puentes: Los encuentros

03 de Marzo de 2023

[Por: Francisco Bosch]




Primera: Los encuentros

 

Cosas que caminaban sueltas hace tiempo, búsquedas que iban por caminos casi paralelos, ha descubierto encrucijadas, territorios de intersección, rituales de encuentro. Ese es, en mi opinión, el gran legado del primer pontificado del fin del mundo: ser-territorio-encuentro frente a la cultura del descarte. 

 

Hace muchos años, Mama Kunda, matriarca de la comunidad Las Palmas, de San Salvador, El Salvador, nos dio catedra de historia, desde sus arrugas: al narrar la historia de su barrio, de su comunidad, iba entrelazando la vida subterránea de lxs de abajo, con hitos de la historia grande de su pueblo, con erupciones de volcanes, caídas de dictadores, masacres de indígenas. Era la vida de la comunidad, su entramado secreto y subversivo, siendo dibujado en la urdimbre de la historia común de su pueblo, de lo que todos los vecinos recordaban y habían guardado de los grandes sucesos contemporáneos. Era una catedra de historia, desde sus arrugas. 

 

No hay documental, ni libro, ni editorial mal intencionada, que pueda contar la vida subterránea de los puentes que ‘la era Francisco’ han abierto en NuestrAmérica. Y aunque intentar narrarlos, es un propósito fallido desde antes de empezar, me tomo el atrevimiento de intentarlo, porque amor con amor se paga.  

 

Ni los algoritmos, ni la Inteligencia artificial pueden narrar los movimientos secretos del alma, las rupturas y abrazos improbables, los encuentros insospechados, fuera de toda probabilidad.

 

Al fin y al cabo, diez años de puentes, son diez años de abrazos. Gracias por eso Francisco. 

 

Primera historia: los encuentros

 

‘No es la peor noticia’ nos atrevimos a pensar en marzo de 2013. Con Diego habíamos viajado por el continente en el año 2008, recorriendo las carreteras de las comunidades escondidas y degustando sus quehaceres y saberes. Cinco años después, frente a la noticia del ‘Puente del fin del mundo’, sentimos ‘temor y temblor’.

 

Con la arrogancia del diario del domingo, dijimos ‘no es la peor noticia’. A fin de cuentas, era el encuentro de 120 sexagenarios varones, más de la mitad europeos, para elegir una papa que les salió puente. Allí estaba la grieta. 

 

Yo escribía mi tesis de licenciatura con los Jesuitas de El Salvador y Martha Zechmeister, dirigía el trabajo. Ese día, ese 13 de marzo, me llamó por teléfono. Charlamos un rato largo, en la voz de Martha se mezcla la ansiedad de una mujer curiosa y la brillantés de su inteligencia para preguntar. 

 

Al día siguiente, el genial Jon Sobrino saldría en la radio de la UCA haciendo una mirada a las esperanzas y las preocupaciones. Los interrogantes permanencia. 

 

Todo era pregunta, era el primer encuentro.

 

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Bajo los palos de mango de la casa Tupa Rekavo de Luque, en Paraguay, caminamos con Socorro Martínez. Ella articula hace años las Comunidades Eclesiales de base a nivel continental. Todavía le brillan lo ojos al hablar de las comunidades, como si fuera una recién llegada, una adolescente enamorada. Y tiene muchos mas calendarios que una adolescente, y muchos mas dolores y amores vividos en comunidad.

 

Ese día, diseñamos el pre-proyecto de una serie de encuentros para ‘narrar la fe desde abajo’, un encuentro entre las comunidades y una metodología de teología narrativa. Con los años, ese encuentro haría nacer ‘Bendita Mezcla’. 

 

Los mangos dulces lo recuerdan, era el segundo encuentro.

 

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Hay siete volcanes en Puebla. Pero desde nuestro hospedaje se veían con claridad dos, un hombre y una mujer, una historia de amor que los pueblos originarios contaron mucho antes de ‘I lava you’ de Pixar. El Popocatépetl e Iztaccíhuatl nos contaban su historia de amor, cada mañana. 

 

Era octubre de 2017 y Amerindia había cometido la locura de generar puentes entre generaciones, de juntar la barba blanca de Leonardo con el pelo desordenado de un pichón que ni volar sabia. En ese contexto creativo, jugamos malabares con zapatos de tres generaciones de teolgxs de la liberación y se construyó una agenda de búsquedas. 

 

Los días en la universidad Ibero de Pueblo y las noches en mesas redondas, repletas de historias. Recuerdo las historias de Leonardo Boff sobre los borradores de Laudato Si, que viajaban intercontinentalmente y las florecillas de Francisco que pasaron de chiste a magisterio, en una sola carta. 

 

Pero no fue esa la única carta del encuentro. Al finalizar el encuentro intergeneracional. Se escribió una para apoyar a Francisco. Elio Gasda iba a Roma y la llevaría. Hubo debate, hubo tensiones, diferencias, y hubo carta. 

 

Teologxs de la liberación bancando a un puente latinoamericano, embestido por la derecha eclesial. Era el tercer encuentro. 

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El baño no tenía luz, pero por una pequeña ventana horizontal entraba claridad del farol del pasillo, en el conventillo de España y Garay, en Mar del Plata. Nos juntábamos por primera vez, para armar un equipo de formación para la Enocep (Escuela nacional de organización comunitaria y Economía popular), de Lxs Cayetanxs, ese rostro colectivo que paró el envión bolsonarista en la Argentina. 

 

La mesa, un mate dulce, y varias personas: un comunista que labura en producciones audiovisuales de la facultad, un compañero que empieza a organizar a los cartoneros de la ciudad, un vecino de los sin techo que ya tiene casa y motito, una abogada militante que capitanea el equipo, y un cristiano que se mira con desconfianza. 

 

De ese primer encuentro pasaron años, diplomados compartidos, cantidad de talleres para trabajadorxs de la economía popular, y sobre todo, cientos de horas de laburo, preguntas y cuestionamientos. Era posible laburar juntos, había un puente entre nosotros, porque la comunión de los que luchan estaba en el nuevo sujeto: ‘los poetas sociales’.

 

Era el encuentro entre fe y política. Era el cuarto encuentro. 

 

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Era el año 2018. Eran 50 años de la polifonía consagrada en los documentos de Medellín, de la genialidad de Pironio, de las comunidades de base y la teología de la liberación colocando una piedra basal en la historia de la Iglesia en NuestrAmérica. Era un encuentro inesperado, en los jardines de la Universidad martirial de los jesuitas de El Salvador con Emilce Cuda, en el congreso de Amerindia. 

 

Acaba de presentar ‘las tensiones creativas de la fe’, con jóvenes sobre el escenario del auditorio Ellacuría que tiraban una soga de ambos lados, como jugando una zinchada, y un niño, se paraba con su oso sobre ella, mostrando las tensiones sapiens-demens que nos habitan como seres humanos.

 

Emilce me dijo algo que no entendí en ese momento: hay que cuidar el pontificado. Yo, pichón de teólogo latinoamericano, me quedé en silencio. 

Era el puente, era el quinto encuentro.

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Estamos en zoom. La cacofonía es plena. Se han desbloqueado los micrófonos, masivamente han desmuteado y están hablando unas 75 personas al mismo tiempo. El moderador es Mauricio Oropeza del Celam. Nos lleva un rato poder entendernos, es una especie de Pentecostés digital, de lenguas que no permiten entenderse, en la superposición del sonido digital, que viaja a destiempo. Es la primer asamblea eclesial de América Latina, es el modesto milagro de una institución que luego de dar clases de supremacía moral por siglos, se llama a silencio y escucha la fe de su pueblo.

En los grupos de trabajo hay de todo: gente que lucha por la casa común, gente que ama de muchas formas, gente que recrea los rituales que dan sentido a la fe, gente que trabajamos en formación desde abajo, gente que anima comunidades. Hay gente, de muchos colores.

 

Pasan los días, y zoom mediante, no hay ventana que pare la brisa. Hay hermanxs de comunidades de base contando su fe en los cursos del Cebitepal, hay encuentros en Paraguay acompañados por la CAL de Roma, hay fuego en la ronda y lxs pobres en primer lugar.

 

Es la vuelta a Petrus, es el sexto encuentro. 

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El hombre lleva sombrero. Trae la mirada empeñada, como si la hubiera consumido en algún monte, de alguna guerra, de alguna de nuestras dolidas patrias. Por algo estamos en Morazán, en la Segundo Montes, en la puerta de un memorial de víctimas, un santuario de mártires, que mezcla a Chávez y a hijos anónimos caídos, al Che y a Jesús, a muchos santitos de la puerta de al lado.

 

Mas de treinta jóvenes de NuestrAmérica estamos en las periferias de El Salvador, en Centroamérica, haciendo una minga de escucha por las comunidades. Seguros de que necesitamos aprender a ser comunidad para sobrevivir el siglo XXI, nos acercamos a lxs maestrxs, a las comunidades palabreras, que nos enseñan a vivir con otrxs.

 

El hombre del sombrero, se acerca para despedirnos. Me tiende la mano y balbucea algo que no logro entender. En vez de decir, ‘lo mismo’, y seguir saludando, le pregunto. -Que si le pueden llevar un pedido al papa Francisco. Que aquí lo vemos claro, que sabemos que el entiende, que queremos que los curas se puedan casar y tener familia. Que eso es bueno, que no hace falta más. 

 

Le dije que sí, que se lo íbamos a decir, que no sabia como, pero que con una foto suya, con su claridad y su confianza en la sensatez de quien escucha, se lo íbamos a decir. 

 

Solo se habla desde el alma, cuando se confía en quien recibe, cuando se cree en la escucha. Así es con Diosito, al que le gritamos, cantamos y platicamos. Así es desde Morazán con el Puente. Es el séptimo encuentro. 

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Mujeres de Cuba que siguen el legado del Rey Martin que ‘tuvo un sueño’, jóvenes descartados de Argentina que cuidan la casa común, peruanos que no permiten que les digan como amar, pueblos ancestrales del sur que no se dejan palabrear, hermanxs del norte que no quieren pateos sino jardines, animadores de comunidad que no se cansan de buscar en los penales de cualquier dictadura el nombre de sus familias. Al fin, comunidades que se aprestan a enseñar. Estamos en la catedra de Pedro, estamos listos para celebrar 10 años de puentes.

 

Francisco Bosch

Coordinador continental de procesos formativos CEBs

 

 

Pie de imagen: Juan Bautista, el hombre del sombrero que desde un caserío de El Salvador volvió a confiar en que podemos ser escuchados. 

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