22 de Enero de 2023
[Por: Armando Raffo, SJ]
“En Iconio, entraron… en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que la gran multitud de judíos y griegos abrazaron la fe.” (Hch. 14, 1) En el artículo anterior aludí a las dificultades que tenían los judíos para acoger la fe predicada por los apóstoles. Aunque el libro de los Hechos narra que algunos judíos acogieron esa fe, también se describen fuertes resistencias y movimientos organizados para denostar la prédica de los primeros cristianos.
Por otra parte, vemos que en los primeros capítulos de los Hechos, donde se narran las primeras conversiones y la constitución de la primera comunidad cristiana, también notamos que, muy pronto, comenzaron las persecuciones, los encarcelamientos y los martirios. Pronto aparecen los primeros bautismos de los gentiles y la institución de comunidades en el mundo pagano. Paradójicamente, la persecución sufrida en Judea promovió la creación de nuevas comunidades en toda el área que se conoce como el Oriente Antiguo (pueblos pertenecientes a la zona que circunda la parte este del mar Mediterráneo).
Lo que llama la atención de la frase citada es que se afirma que muchos griegos y judíos abrazaron la fe. En el último artículo del blog en Amerindia traté de justificar las razones que alimentaron la dificultad de muchos judíos para acoger la buena nueva de Jesús, y que, a causa de ello, Pablo y Bernabé habían decidido anunciar el Evangelio a los paganos (cfr. Hch. 13,46) Paradojalmente, pocos versículos posteriores narran que una gran multitud de judíos y griegos habían abrazado la fe. La pregunta que lógicamente podemos hacernos sería: ¿por qué muchos judíos abrazaron la fe con la prédica de Pablo y Bernabé si, poco antes, se habían escandalizado al escuchar el anuncio de la resurrección?
El relato continúa diciendo que los judíos que no habían creído en la predicación de Pablo y Bernabé, intentaron enfrentar a los gentiles con los apóstoles. Es obvio, pues, que aunque muchos abrazaron la fe, hubo resistencias de diverso tipo aunque la mayoría de ellas giraban, de una manera o de otra, en torno a la resurrección de los muertos.
Todas esas desavenencias llevaron a que los judíos convencieran a la multitud de la “malicia que entrañaba la predicación de los apóstoles” al punto de apedrear a Pablo (14,19), a quién, creyéndolo muerto, abandonaron fuera de la ciudad.
Es claro que las diferencias que tenían los colectivos mencionados no eran de poca monta. Así mismo, es lógico pensar que los judíos de la diáspora fuesen más celosos de sus tradiciones para defenderse de las distintas propuestas religiones que se ofrecían en el mundo pagano. Al verse rodeados por esas propuestas tendían a proteger su fe con modos más fundamentalistas.
Volviendo a la frase que titula esta reflexión, cabe preguntarnos en qué consistiría, exactamente, esa manera de hablar de Pablo y Bernabé que llevó a que multitud de judíos y griegos abrazaran la fe (cfr. 14,1). Dos versículos posteriores dan una clave importante cuando afirma que la manera de hablar fue la que llevo a a abrazar la fe. Además de eso, un par de versículos posteriores se ofrece otra clave de su éxito: “… se detuvieron allí bastante tiempo, hablando con valentía del Señor que les concedía obrar por sus manos señales y prodigios, dando así testimonio de la predicación de su gracia.” (14,3)
Las indicaciones que parecen un tanto vagas, no lo son. Obviamente no se trata de estrategias histriónicas ni de espectáculos tan llamativos como efímeros. No es menor, pues, el dato sobre su permanencia en aquel lugar: “bastante tiempo”. Eso quiere decir que, además de conocer a las personas y su cultura, la misma permanencia en el lugar facilitó que los conocieran. No fueron predicadores histriónicos ni efectistas. Su permanencia favoreció que los conocieran y que ellos mismos pudieran, conocer a la gente y su o sus culturas. Cuando alguien permanece en un lugar es conocido y puede conocer a la gente del lugar.
En segundo término, el texto de los hechos dice que, además de permanecer bastante tiempo en aquel lugar, hablaban con valentía. Esto quiere decir que compartían sin temores lo que llevaban en sus corazones y nunca con subterfugios manipuladores o parénesis exageradas. Nunca trataron de ofrecer espectáculos llamativos o maravillosos, sino de compartir su fe con las obras que llevaban adelante en forma comprometida y en favor del pueblo en donde residían. No es un despropósito pensar que el estilo de sus vidas despertaran preguntas e, incluso, procesos, en las personas de aquellos lugares. Esto es así, porque los verdaderos testimonios, esos que mueven y cuestionan, siempre se apoyan en la coherencia de sus vidas y no en palabras bonitas. Los testimonios que mueven, como decimos en nuestros días, el amperímetro, son los que sostienen cuanto dicen con sus vidas.
Sus palabras y sus obras eran un testimonio vivo de la gracia que predicaban. Eso quiere decir que cuanto hacían y decían se apoyaba en el amor y no en otra cosa. Sus vidas hablaban del amor, de la gracia, que les movía.
Imagen: http://danielcolombo.com/wp-content/uploads/2017/11/bla-bla-bla-coherencia-daniel-colombo.jpg
©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.