#ExperienciaMinguera Una educadora en el Día 3

03 de Enero de 2023

[Equipo de Coordinación BM]




NUESTRA SAMARÍA - NUESTRO PENTECOSTÉS

 

El domingo 24 de julio de 2022 es un día con movimiento doble.

 

A primera hora de la mañana, Bendita Mezcla se dispuso  a emprender camino a Usulután, para compartir la mañana y parte de la tarde con las Comunidades Monseñor Romero y Amigos de Lázaro, dos organizaciones dedicadas a acompañar familias con hijos e hijas con algún tipo de discapacidad. 

 

Con una realidad muy dura a cuestas por no tener recursos para acompañar la salud de los hijos y a su vez con una ausencia estatal que muchas veces se desentiende del dolor de los cuerpos sufrientes, estas familias encontraron en estas comunidades terapéuticas la ayuda  profesional necesaria y el sostenimiento anímico y espiritual para estar de pie, caminando en la esperanza. 

 

En Samaría, lugar de encuentro con el otro diferente,  se hicieron juegos, rondas de escucha, ejercicios de cuidado y hasta nos dimos el lujo de ver una obra de teatro hecha por jóvenes y dedicada a contar la vida del Mártir y Santo Rutilio Grande. Fue  muy emotiva, muy del corazón toda la jornada. Muy samaritana. Confirmamos una vez más que cada ser humano tiene un puesto y una misión en este mundo, más allá de la condición  en la que desembarque.

 

Luego del almuerzo y la despedida, los escuelerxs partimos a la Comunidad de La Noria, que nos esperaba para celebrar juntos la eucaristía. Allí, en la comunidades eclesiales de base donde el Padre Pedro Declerq eligió quedarse a vivir sus últimos años, allí donde no hay cura que celebre misa hace muchos años, allí la comunidad entera ofició de ministra de la celebración, alternando roles durante la liturgia y ofrendando la vida,  la muerte y la resurrección de Jesús en la pascua constante de la comunidad. 

 

Terminamos la celebración eucarística besando las manos de dos mujeres fundadoras de la comunidad, en gesto de agradecimiento por semejante legado.

 

Allí, en la periferia del mundo y muy en sintonía con la libertad de Pentecostés, una comunidad pequeña en tamaño pero gigante en conciencia, en fe en esperanza y en amor, nos mostró el camino de los ministerios y de la sinodalidad, dos palabras que llegan a escucharse hasta el cansancio dentro de la Iglesia, pero que tan pocas veces, se encarnan comunitariamente. Sin sumisión con la Institución Iglesia y a la vez, en profunda comunión con el Espíritu que la crea y recrea en cada tiempo de la historia, es posible abrir caminos de liberación. 

 

PARA VER ESTE DIA, MIRAR: https://youtu.be/k0JEZ3eXn48 

 

La voz de una educadora de Bendita Mezcla: Yuleidys Gonzales (cubana en la Minga)

 

Revelación en Tierra Santa: El misterio del camino

 

La verdad es que nunca me imaginé en El Salvador aunque un año antes (2020) me había llamado para dar un taller sobre feminismo. En ese momento llegó la pandemia, el cierre de los aeropuertos, de las calles, en fin. El cierre de todo.

Por eso, cuando El Salvador me llamó por segunda vez (Ahora desde la voz de la Bendita Mezcla) no pude evitar preguntarme ¿Por qué? ¿Cuál es el misterio? 

Las respuestas se fueron revelando en el camino; un camino que compartimos en comunidad y desde las comunidades.

 

La primera revelación fue en el encuentro en Nueva Esperanza. El amor con el que nos recibieron y con el que nos contaron de los horrores de la guerra y de los proyectos que han venido fundando como comunidad organizada fue una verdadera lección de vida. 

 

Los días se fueron llenando de historias de vida, de nubes y de esperanza. Llegó el momento de la segunda revelación.

 

Una minga dentro de la Minga Bendimezclada

 

Después de una mañana llena del amor y los saberes de familias con niñas/os y jóvenes con discapacidad nos fuimos a la Noria; una comunidad del Bajo Lempa que ya nos era muy familiar. Nos fuimos allá a celebrar la misa de la iglesia nueva. En ese lugar tan impregnado del amor del Cristo de los pobres ocurrió un suceso extraordinario para mí.

 

No soy de tradición católica. Sin embargo, muchas veces he ido a la iglesia de mi ciudad (Bayamo) y he visto con dolor como se comparte el cuerpo y la sangre de Cristo solo con las personas que practican esa fe. Dicho esto, se comprenderá el deseo de mi corazón cuando las ancianas (no un sacerdote ordenado y excluyente) comenzaron a compartir la comunión.

 

Busqué entre mis hermanas/os a alguien que me pudiera... ¿Autorizar, tal vez? 

Encontré a Geraldina; una luz ante tanta confusión. Tímidamente le pregunté:

- ¿Yo puedo recibir la comunión?

 

No dudó ni por un momento y me llevó a la fila. No puedo expresar la emoción que sentí. Para mí constituyó una renovación de la Fe y una reafirmación del espíritu de la iglesia nueva que se construye en las comunidades eclesiales de base. No pude hablar de esto con nadie hasta varios días después. Todavía la emoción ponía un nudo en mi garganta.

 

La ciudad, el amor, el miedo: Las Palmas

 

Tocó el día de irnos a la capital. Siempre con esa sensación de salir del lugar en el que me había sentido protegida para adentrarme en un universo que me había sido anunciado desde años antes como peligroso y desafiante.

 

Fue un día largo, de muchas emociones; un día en el que escuchamos tantas histórias de sangre, de martirio, de horror que cuando llegamos a la casa de Monseñor Romero en el Hospitalito, le miré a los ojos y, desde mi corazón, solo pude decirle: No sé por qué me has llamado pero aquí estoy.

 

Unas pocas horas más tarde lo supe con certeza. Supe que me había llamado como misionera, que me había llamado para removerme el mundo, para renovar mi fe, para ayudarme a sanar viejas heridas y devolverme un pedazo de mí que creí perdido.

 

Toda esta marea me llegó en Las Palmas; una comunidad urbana que temí y amé con toda el alma. Allí conocí lo que es el terror de tener al ejército armado con ametralladoras en la puerta de la casa, el terror que implica la sospecha de que, en cualquier momento, un grupo de pandilleros se liara a tiros en la calle, el terror de la sosobra. Todavía tengo esa sensación en mi cuerpo, es muy fuerte la memoria de tamaños horrores.

 

Sin embargo, fue la gente de Las Palmas la que me enseñó que una comunidad unida puede salvarse a sí misma; que puede el amor infinito de un hombre sembrar semillas que otras/os harán germinar, que la semillas germinan, crecen, se fortalecen, toman la calle con una batucada, resuenan en el barrio anunciando la llegada de las/OS hermanas/os; cuidan de ellas/os y les alimentan con la comida que cocinan juntas/os mientras bailan.

 

Si el Bajo Lempa fue el lugar seguro, Las Palmas, fue el lugar de la renovación. Me rescató de mí misma y me devolvió el misterio de amar.

 

Después de despedirnos nos fuimos a la Catedral. Nos fuimos con Melvin y sus dos peques; los mismos que nos habían conducido hacia lo incómodo y la rebeldía durante la noche; los mismos que nos mostraron la solidaridad, la alegría y la esperanza durante toda nuestra estancia.

 

Ya en la Catedral rumiamos un rato nuestras vivencias. Sin saberlo estábamos preparando el corazón para lo que vendría después.

 

La confirmación

 

Nunca había escuchado hablar sobre el anillo de coco. Solo supe de él cuando mi niño Nonato le preguntó a Ana Belén como podía conseguir uno. En ese momento Ana le dijo tiernamente:

 

- Déjate sorprender. Si lo deseas con todo el corazón, lo tendrás.

 

Pensé muchas cosas en ese instante: Que el anillo se le entregaba a quienes hubieran demostrado con obras su vocación por los pobres, que había que esperar muchos años para conseguirlo. También pensé, debo confesarlo, que en algún momento del viaje alguien podría recibirlo. Lo que no podía imaginar era que esa mañana, con el corazón ungido y la fe renovada, iba a recibir el mío, justo ante la tumba de Monseñor Romero.

 

Las palabras no alcanzan - no son lo suficientemente vibrantes- para describir lo que sentí al ver la canasta de anillos y la ceniza creada con nuestras palabras en el Mosote; cenizas con las cuales nos bendeciríamos las unas a las otras.

 

En esa ceremonia quedó sellado mi compromiso de lucha, mi compromiso de sobreponerme a mis miedos y de entregarme a las demás para construir juntas/os la Tierra nueva; un compromiso de amor que me desborda y me desafía. Aún no sé bien hacia donde me llevará este camino pero hacia él he dispuesto mi vida.

 

Pie de Foto: La comunidad La Noria, ‘que mueve la historia’, como dice la canción de la #MingaBenditaMezcla, herencia viva del paso del Padre Pedro por el Bajo Lempa.  

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