¡Maranatá!

17 de Diciembre de 2022

[Por: Rosa Ramos]




“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que habitan en tinieblas y en las sombras de la muerte” (Lc. 1, 78-79)

 

Finalizando el Adviento, esperando que hayamos tenido tiempo de vivirlo conscientemente, quizá sea bueno preguntarnos e intentar responder ¿A qué habitantes de las tinieblas quisiéramos que visitara ese Sol? ¿Qué tinieblas de nuestra vida propia, familiar, social, quisiéramos fuera iluminada esta Navidad? ¿A qué sombras de muerte soñamos ilumine para que la vida emerja pujante, cual hojita verde que lo busca elevándose? 

 

Sin duda acechan sombras de muerte y muchos habitan en tinieblas del odio, de la ambición insaciable, del egoísmo narcisista. Pero no son personas individuales, si bien todos -en mayor o menor- medida contribuimos a eso, se trata de potencias oscuras, de macro poderes ciegos, o miopes, que sólo ven sus propios intereses y en función de ellos destruyen pueblos, culturas, vidas. La vida misma del planeta está amenazada. ¡Cortamos la rama sobre la que estamos sentados y nos sostiene! Basta leer los datos que las estadísticas nos ofrecen. 

 

En tanto los poderosos destruyen la vida, maquinan como enriquecerse más, poseer y dominar otro trozo de tierra, y/o, llegar a otros mercados. Esos mismos poderes se ocupan de manipular la información y proveer entretenimientos, de tal modo que la ceguera se expanda, sólo se vea y se disfrute lo inmediato: “pan y circo”, la vieja fórmula romana impera. 

 

¿Cómo anunciar “les ha nacido un Salvador” a quienes se salvan a sí mismos -o creen hacerlo- mediante la destrucción de otros o la corrupción que crece como bola de nieve? ¿Cómo hablar de la entrañable misericordia del Dios de la vida a quienes se creen dueños de ella y capaces de indicar con el pulgar qué tierras arrasar, qué pueblos destruir, qué vidas son contrarias a sus intereses? No es menor reflexionar sobre esto.

 

¿No estaremos muy desubicados los cristianos en el siglo XXI para seguir anunciando la Buena Noticia de un Dios amigo de la vida que ha puesto su morada entre nosotros? (Jn. 1, 14)

 

Sí y no. Sí, estamos desubicados, sin duda, si repetimos fórmulas abstractas o villancicos hermosos, pero de espaldas a la realidad, o si sólo nos referimos a un pasado, a un nacimiento ya muy lejano que conmemoramos año a año. 

 

No estamos desubicados si de verdad ayudamos a ver que “Dios está haciendo algo nuevo” (Is.43, 19) en la realidad y con nuestra vida entregada como la de Aquél a quien decimos seguir. 

 

Sí, podemos anunciar la entrañable misericordia de nuestro Dios y lo nuevo que no cesa de hacer, en cuanto los cristianos estemos mirando de frente la realidad, ubicados en el presente y conscientes de sus tinieblas. Es posible en tanto denunciamos las amenazas de muerte por doquier (múltiples formas de muerte) y no huimos a paraísos artificiales para refugiarnos en ellos, aunque sean paraísos religiosos.

  

Sí, podemos celebrar la Navidad si en medio de la realidad y sus oscuridades, somos capaces asimismo de ver despuntar la aurora de ese Sol-novedad que viene de lo alto o de lo más profundamente humano. 

 

Lo nuevo Dios lo hace siempre en el presente, creemos en un Dios de vivos, en un Dios vivo que hace historia con nosotros. De ahí que nuestro anuncio será válido, creíble, si hacemos visible esa novedad de Dios que promueve el bien hoy, en esta historia, ensangrentada y parturienta.

 

¿Qué notamos que está haciendo hoy Dios? ¿Qué consecuencias devienen como fruto de la Encarnación de este Dios, cuyo reino está incoado? ¿Qué avances de humanidad vemos y podemos anunciar hoy? Jesús nos ha revelado que relaciones de reino son aquellas humanizantes, las que nos hermanan. A la luz del Espíritu podemos descubrir los brotes que despuntan.

 

Una novedad a anunciar es la nueva conciencia ecológica ante la emergencia de la destrucción de la casa común. Desde hace tres siglos venimos destruyendo sistemáticamente los recursos naturales, acabando con especies y expulsando comunidades de sus territorios al dejarlos sin agua, sin alimentos. Pero la hora de la ceguera -del encandilamiento del progreso ilimitado- se ha acabado y muchos lo notan. Científicos, filósofos y mucha gente común han ido creciendo en esta conciencia ecológica y nosotros como cristianos leemos en ello que Dios está haciendo algo nuevo.

 

Lo nuevo siempre nace frágil y necesitado de ayudas para crecer, precisamente recordamos que el que llamamos Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, nació pequeño y como todos nosotros: “nació de mujer” (Gal. 4, 4). La conciencia ecológica es algo nuevo y frágil, pues unas décadas son muy poco en nuestra historia, pero nace pujante y en poco tiempo a su vez se va aclarando. Hoy sabemos que no basta plantar árboles, ni declarar un “Día del medioambiente” y otro “Día del planeta Tierra”, ni siquiera hacer “Cumbres internacionales”, que la ecología integral implica un cambio de mentalidad y también una fortaleza espiritual muy grande para animarla, para no caer en el desencanto y la desesperanza. La nueva conciencia está amenazada por enormes poderes, como la mujer que a punto de parir está amenazada por terribles dragones (en el relato simbólico del Apocalipsis). Sin embargo, crece, se expande y encuentra nuevas formas de llegar a más. De hecho, la Encíclica del Papa Francisco, Laudato si, 2015, evidencia esa nueva conciencia en una de las instituciones más viejas de la historia. ¿No es esto un signo de lo nuevo?

Otra novedad a anunciar es la nueva conciencia de la dignidad de las mujeres (así en plural porque no somos una entelequia) y sus derechos; el primer lugar el derecho a la vida. En algunas culturas, entre ellos la judía en tiempos bíblicos, nacer mujer era una desgracia, casi un castigo divino -aunque no tanto como la esterilidad. Aún hoy nacer mujer es estar en desventaja y en peligro de muerte en muchas culturas, incluso en las del occidente cristiano y moderno. Las cifras de mujeres muertas violentamente, es alarmante, pero aún en medio de estas cifras escandalosas, la novedad es que cada vez tenemos más conciencia de que eso es inhumano. Surgen programas de defensa de la vida y de formación de las propias mujeres -desde niñas- sobre sus derechos, que tienen su origen en la común dignidad humana. Muchas bregan por un lugar de igualdad de las mujeres en las Iglesias, personalmente mi inquietud es por la vida de las mujeres, por su derecho a existir y crecer en libertad, para aportar lo propio en la construcción de un mundo mejor para todos. 

 

Y crece la conciencia de una nueva masculinidad a desarrollar. Es otra novedad a celebrar, no porque no haya habido en la historia varones que valoraron a las mujeres y las respetaron en su identidad, sino porque hoy vemos una conciencia nueva que emerge en las nuevas generaciones acerca de cómo ser varones en un mundo nuevo y plural. Esto es una buena noticia para todos.

 

Precisamente como cristianos, el procurar ver la novedad de Dios en el presente, anima la esperanza tan necesaria, pues sin ella no hay transformaciones posibles.  Por otra parte, aunque no es novedad, pero es bueno recordarlo siempre: Dios llega discretamente y en lo pequeño.

 

Maranatá: ¡el Señor viene! Como en el poema oración de Rumi: “Él viene, viene, viene siempre”.

 

 

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