14 de Diciembre de 2022
[Por: Francisco -Pancho- Flores | Minguero y misionero en BM (Argentina)]
Podría elegir mil momentos como los más emotivos e impactantes de este itinerario de Bendita Mezcla. Desde la llegada a El Salvador, una tierra anhelada desde hacía mucho tiempo, la bienvenida en Nueva Esperanza, el testimonio de las víctimas del estado de Excepción, las diaconías, las exposiciones de Diego, Geraldina y Suzi, el servicio cotidiano de Noemí y Valentina… o también las múltiples charlas en los rincones, inesperadas e improvisadas, donde la vida se entrelazó con la filosofía, la música, la historia, el testimonio… Tengo que decir que he aprendido y disfrutado de cada momento.
Podría mencionar también, sin dudas, lo que significó, para mi, cantar composiciones propias en lugares tan significativos como la UCA, el Hospitalito o la tumba de Romero. Nada de lo que pueda haber soñado o pensado, cuando hice esas canciones, me hizo anticipar lo que podía llegar a suceder con ellas. Los sueños de Dios son mejores que los nuestros, y nos llevan más allá de nuestros límites y expectativas. Y claramente necesitaré un buen tiempo de reflexión (y volver a ver los videos) para que me caiga la ficha de lo que fueron esos momentos.
Pero no. Si tengo que elegir un lugar y un momento, es sin dudas El Mozote. El lugar de los mártires anónimos. El lugar de la sangre bajo la tierra. El lugar de los huesos entrelazados con las raíces de las flores. El lugar de la violencia y de la muerte, pero también de la resistencia, de la memoria, y del amor y la vida que resurgen. El lugar de las 7 palabras de Cristo, que resuenan desde la cruz, y desde el cerro homónimo. Yo me quedé pensando en la 4ta: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, paráfrasis del Salmo 22, paráfrasis a su vez de los poemas del Siervo Sufriente de Isaías, figura de todos los inocentes que sufren la violencia y la injusticia; como si Cristo nos dijera, desde la cruz, que en Él se condensaban todos los inocentes anteriores y posteriores, todos los arrastradxs contra su voluntad, vejadxs, violadxs, los que fueron y serían “rodeadxs de una jauría de malvados, taladradxs de pies y manos, despojadxs de sus vestiduras, arrojadxs al polvo de la muerte”. Sus gritos estaban en el aire, su sangre corría bajo nuestros pies, el dolor se palpaba. Pero también la esperanza. Junto al cráter de la bomba lo comprendí: las bombas dejan un agujero, un vacío; pero la vida de los que luchan, aún muriendo, llenan la nuestra. Sobre la tierra que cubre los huesos de los mártires crecen las flores.
Cerro de la Cruz
bajo el cerro de la cruz la sangre
corre como un río
entre las raíces de la tierra fértil
aunque no lo veas
está ahí
vibra
late
como un antiguo y dolorido corazón
y la entera bóveda del cielo
detiene su tránsito de siglos para contemplar su curso
sus llantos
los gritos acallados
los muertos entrelazados bajo la hierba florida
y llora.
Francisco -Pancho- Flores,
Minguero y misionero en BM (Argentina)
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