Dostoievski y las pasiones del espíritu

07 de Diciembre de 2022

[Por Juan Manuel Hurtado López]




No cabe duda que Fedor Mijailovich Dostoievski es uno de los escritores rusos más brillantes y, quizá, uno de los escritores más profundos de toda la historia de la literatura mundial. Algunos lo comparan con Sófocles.

 

Dostoievski examina y analiza todas las pasiones de las que un ser humano es capaz. Como un buen cirujano en su plancha de operaciones, con su bisturí hace la disección de todos los músculos, nervios, cartílagos y fibras del tejido humano, todos los escondrijos de sus órganos; los va acomodando con paciencia y les va poniendo nombre. Es implacable a la hora de nombrar las pasiones, las emociones, los variados sentimientos, los diversos estados de ánimo por los que una persona puede pasar. Y lo hace descaradamente sin acallar, aunque sea por un segundo, todas las pasiones que estremecen al espíritu humano.

 

En sus dos obras monumentales: Crimen y Castigo y los Hermanos Karamazov, nos describe ese ser humano que a veces puede ser un monstruo o un santo. Pareciera por un momento que Dostoievski tiene sobre su mesa un rompecabezas de miles de piezas y las va quitando y luego las va acomodando con precisión milimétrica y con la paciencia del Santo Job. Nada lo aprieta, nada lo apresura. Caracteriza a cada uno de sus personajes hasta la saciedad, de tal manera que uno se ve obligado a identificar en un segundo al personaje del que está hablando.

 

Tanto en Crimen y Castigo, de la que se afirma que es la novela perfecta, como en los Hermanos Karamazov, encontramos una descripción arquetípica. En Crimen y Castigo, el personaje central, Rodion Raskolnikov, el asesino, es descrito con todas sus dudas, presentimientos, miedos, arrojo, timidez, vicios, presunción, remordimientos, bajeza, esperanza, incertidumbre,  después de haber asesinado a la vieja usurera Aliona Ivanovna. Y todo ocurre en un lapso de cuatro días. Pero unos días que, en el camino de los sentimientos y pasiones, parecen años sin términos. Diríase que Dostoievski tiene el arte de comprimir el tiempo, reduciéndolo todo a un punto. Ahí cabe todo y no ocupa más.

 

Lo mismo ocurre con sus pensamientos cuando está lúcido y no bajo el efecto del licor. Son miles de pensamientos que le taladran el alma y de los que no puede huir. Primero preparar el crimen que está a punto de cometer, con los interminables “¿Será que lo puedo hacer?” “¿Por qué llegué a consentir en tal pensamiento?” “¿Será que he llegado a tal grado de bajeza?”  Y después de cometido el crimen, llegaron en torrente los “si hubiera hecho tal cosa, si en vez de esto, hubiera hecho aquello” y los remordimientos de conciencia, así como su rechazo.

 

Dostoievski juega con el tiempo, con los sentimientos, con las pasiones y con los pensamientos del alma humana. Nadie como él para describirlos a detalle. Uno se asombra al descubrir tantas pasiones, sentimientos, emociones y pensamientos que embargan el espíritu humano, según las diferentes circunstancias a las que se ve enfrentada la persona a lo largo de su vida. 

 

Los personajes de Dostoievski sienten ira, odio, vergüenza, repulsión, asco, abyección, ternura, admiración, amor, gozo, pena, inseguridad, envidia, gozo, esperanza, paz. En los Hermanos Karamazov, Teodoro, el padre, sus hijos Juan, Alejo y Demetrio, el padre del monasterio, “el starets”, tenido por un santo al que todos van a que los bendiga o a pedirle un consejo, los monjes, los sirvientes, los pecadores, las prostitutas, van asumiendo cada uno sus características propias a la manera como Miguel Angel sacó de una gran piedra de mármol al Moisés, La Pietá o el David. Decía Miguel Angel que cada uno de ellos ahí estaba ya en el gran bloque de mármol, que lo que hacía él, era nada más “despertarlos”.

 

Pues esto es lo que hace Dostoievski con cada uno de sus personajes. Pareciera que ya están todos impresos en el alma humana, como “dormidos”  y lo que hace este gran escritor ruso es sólo “despertarlos” para que tomen vida y nos ha entregado esas dos piezas maestras de la literatura mundial: Crimen y Castigo y Los Hermanos Karamazov.

 

Más que interesarse Dostoievski en dividir a los seres humanos entre buenos y malos, lo que él hace es entrar a las profundidades del espíritu humano, más allá de la moral o de la creencia en un Dios, y mostrar lo que de hecho son. Sí tiene sus litigios con Dios, cita la Biblia, el Evangelio, la misericordia de Dios y su perdón, la perspectiva de un cielo o un castigo eterno, la libertad, la culpa. Pero diríase que no es su tema central; él observa la naturaleza humana y describe cómo en el alma más pura y santa, se puede esconder el orgullo, la vanidad, el deseo de la carne. Y a su vez, en el pecador más corrupto, más abyecto, más despreciado de la sociedad, aún en el asesino, puede descubrir rasgos de bondad, de generosidad, de altruismo.

 

Estamos pues, ante una obra maestra que escudriña el espíritu humano con todas sus pasiones y bondades. Y, siguiendo con la comparación del cirujano o de quien arma un rompecabezas de miles de piezas, lo que Dostoievski hace es usar su fino bisturí para ir separando los tejidos, los nervios, los filamentos. Y si se trata del rompecabezas, él escoge entre los miles de piezas, justamente la que le faltaba para que el espíritu humano vaya tomando cuerpo, vaya ganando en claridad, vaya adquiriendo un rostro.

 

Al leer Crimen y Castigo y Los Hermanos Karamazov, queda el asombro y la placidez de quien se enfrenta a lo grande.

 

Imagen: https://okdiario.com/curiosidades/dostoievski-biografia-breve-1458066 

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