El tiempo es ahora

04 de Diciembre de 2022

[Por: Diego Pereira Ríos]




En este segundo domingo del tiempo de Adviento, el Evangelio nos llega desde Mateo 3, 1-12. Allí aparece la figura de Juan el Bautista, el último de los profetas de la Antigua Alianza, que tenía la misión de anunciar la llegada del Mesías y que gritaba a viva voz que había que preparar el camino para su llegada mediante un cambio radical de vida, una conversión. En este sentido, Juan bautizaba con agua, como símbolo visible de este compromiso público que los que esperaban al Hijo de Dios aceptaban, y que estaban llamados a preparar por todos los medios su venida. Pero Juan, al ver que muchos se acercaban a él sin una verdadera intención –algunos lo hacían por miedo, otros por ser conscientes de su maldad, otros simplemente por curiosidad-, les advertía de forma inminente: “Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego”. Quien no sea sincero de corazón, será arrojado al fuego, ya que el Mesías vendría a purificar el mundo.

 

La humanidad no ha cambiado tanto desde la época de Jesús al hoy. Seguimos acercándonos a los lugares donde creemos que está Dios, en la gran mayoría de las veces, por conveniencia: cuando tenemos miedo de que algo nos suceda, cuando atravesamos necesidades materiales, cuando nos sentimos solos y nuestra vida pierde sentido, cuando estamos enfermos, cuando necesitamos dinero o incluso cuando necesitamos una pareja. Muchas personas acuden a lugares donde consultan el Tarot, la tirada de Buzios, o consultan el horóscopo, o visitan un Terreiro Umbandista. Otros acuden a iglesias que le prometen la solución a sus problemas financieros o a su soledad. Pero también el “dios mercado” con sus mecanismos financieros, ofrece soluciones económicas a personas de todas las edades mediante préstamos, tarjetas de crédito, inversiones. Muchos son los que se acercan a este dios del dinero con la ilusión de sanar todas sus heridas.

 

En el universo católico vivimos una situación muy particular, ya que se siguen siendo bautizados muchos niños, se siguen casando muchas parejas, muchas personas siguen yendo a misa, pero pocos cambios seguimos viendo en la forma de vivir la fe en Jesucristo como Hijo de Dios, del cual no se ven las implicancias políticas y sociales que el seguimiento requiere. Muchos adolescentes y jóvenes acuden a colegios de confesión católicas, muchas universidades católicas siguen formando profesionales para la sociedad, muchos políticos se formaron en la escuela católica y aún sostienen serlo en su accionar público, pero poco lo demuestran sus palabras y sus decisiones que siempre aparecen bajo la sombra de la sospecha del servilismo al sistema neoliberal, al capitalismo, y cuando no, bajo el halo de la corrupción. La Iglesia Católica sigue preocupada por sostener un sistema caduco, que solo protege a la jerarquía, y que sigue dejando que sus fieles se vayan y los pocos que se quedan, solo serán fieles si obedecen. 

 

Por eso debemos aprovechar este tiempo de Adviento para analizar, para discernir, para reflexionar acerca de cómo estamos viviendo nuestro seguimiento de Jesús, cómo es que estamos entendiendo la llegada del Reino de Dios y nuestra colaboración con él. El tiempo es ahora: miremos nuestra vida, llena si, de imperfecciones, pero seamos capaces de creer que Dios, que hace nueva todas las cosas, es capaz de transformarnos, de darnos una nueva vida mediante el Espíritu Santo, en medio de la vida que llevamos. Allí, al interior de la vocación que hemos recibido, seamos capaces de abrirnos a un nuevo llamado que renueve el más importante que es el ser hijos de Dios. Dios nos ama y nos regala a su Hijo para salvarnos, y llega pronto en Navidad. No perdamos más tiempo, preparémonos, dispongamos nuestro corazón para su venida. No esperemos estar mal para buscar a Dios. El tiempo es ahora, y el Adviento es un tiempo propicio. 

 

Imagen tomada de: https://i.pinimg.com/originals/b1/f2/78/b1f278e8c8d72bd75c4c62592e4dc2b8.jpg 

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