27 de Noviembre de 2022
[Por: Juan José Tamayo]
Asombro, indignación, conmoción, rabia, cansancio: esas fueron las reacciones del presidente de la Conferencia Episcopal Francesa (CEF), Eric Moulins-Beaufort, durante la celebración de la Plenaria de la CEF en una rueda de prensa ante la acusación de 11 obispos por agresiones sexuales a menores o por encubrimiento, investigados por la justicia francesa y por la justicia canónica. Él mismo hizo un relato pormenorizado y sincero de los hechos ante los medios de comunicación, reconoció los delitos, asumió los errores en la investigación y mostró arrepentimiento.
Unos meses antes el diario El País había documentado los casos de 39 obispos españoles que, según los testimonios de las víctimas, ocultaron y encubrieron a clérigos pederastas en diferentes instituciones de la Iglesia católica. ¿Cómo? Impidiendo el conocimiento de los hechos, negándose a investigarlos, no permitiendo juicios civiles ni realizando procesos canónicos, manteniendo a los acusados en su destino, cambiándolos de responsabilidad pastoral o enviándolos a otros países, en muchos casos sin advertir en los lugares de destino de las agresiones sexuales que habían cometido. Sin embargo, hasta ahora no ha habido ninguna reacción de la cúpula de la jerarquía ante la gravedad de las acusaciones. Solo silencio sepulcral por parte de la Conferencia Episcopal Española, como si no fuera con ellos.
Los presuntos encubridores pertenecen a todos los rangos de la jerarquía eclesiástica: obispos auxiliares, obispos titulares, arzobispos, cardenales como Narcís Jubany, Ricard María Carles y Lluís María Martínez Sistach, los tres arzobispos de Barcelona, Carlos Osoro, arzobispo de Madrid y vicepresidente de la CEE, presidentes de la CEE como los cardenales y arzobispos de Madrid Vicente Enrique y Tarancón y Antonio María Rouco Varela y secretarios generales de la CEE como José Guerra Campos y Juan José Asenjo.
Según las denuncias de las víctimas presentadas a estos 39 jerarcas, sus testimonios no fueron escuchados ni creídos, peor aún, se les impuso silencio. No fueron acompañados en su dolor, los dejaron solos e indefensos. Ni los obispos a quienes llegaban las denuncias ni los clérigos agresores mostraron arrepentimiento ni pidieron perdón a las víctimas por tamaños crímenes. No tuvieron com-pasión. Lo obispos supuestamente encubridores fueron cómplices de tan perversas prácticas. Tales actitudes se encuentran en las antípodas de los valores cristianos auténticos. Con estos comportamientos, en vez de compartir los sufrimientos de las víctimas, los multiplicaron.
Muy distinta de la actitud transparente del presidente de la CEF ha sido la del presidente de la CEE y arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, quien, en el discurso inaugural de la reciente Asamblea Plenaria, criticó al gobierno, a la sociedad y a los legisladores. Criticó las políticas sociales que se quedan en buenas intenciones. Descalificó la ley sobre Salud Mental y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo por considerar que refuerza el derecho del fuerte sobre el débil, la Ley Trans y “la llamada autodeterminación de género”, que “no tiene fundamento médico ni científico”.
Repitió por enésima vez el mantra de la condena de las “ideologías de género”, a las que hizo las acusaciones de siempre: generar inestabilidad familiar y crisis de identidad. No hizo, sin embargo, una sola crítica de la discriminación de las mujeres y la violencia de género, tan cerca con estaba el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de las Mujeres y las Niñas.
Tampoco hizo una sola referencia a los 39 obispos acusados de encubrir la pederastia, catorce de los cuales vivos y algunos presentes durante el discurso. Ese corporativismo episcopal se encuentra en las antípodas de la solidaridad con las víctimas de la pederastia eclesiástica. Silenció también los numerosos casos de agresiones sexuales a menores dentro de la Iglesia católica que él conoce perfectamente. ¡Qué nueva oportunidad perdida para hacer autocrítica, reconocer los delitos clericales y episcopales, expresar arrepentimiento, pedir perdón, hacer propósito de la enmienda y comprometerse a la reparación de los daños causados!
Con estos silencios el cardenal Omella ha vuelto a alejarse del mensaje de Jesús de Nazaret que afirma: “No necesitan médicos los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, y aprended qué significa: ‘Misericordia [compasión] quiero, que no sacrificio’” (Evangelio de Mateo 9,13). Con estos silencios la Iglesia ha vuelto a perder credibilidad ante las víctimas, ante la sociedad e incluso ante los propios fieles, que se sienten molestos y escandalizados con tan grave amnesia del presidente de la CEE. La amnesia del presidente de la CEE choca escandalosamente con la locuacidad que demostró en su discurso y con la ausencia de autocrítica por los atentados tan graves cometidos por gente de Iglesia y por el encubrimiento de sus colegas en el episcopado.
Y lo más grave, con sus silencios el cardenal Omella ha vuelto a humillar a las personas agredidas sexualmente por servidores de la Iglesia católica. De nuevo le ha faltado com-pasión, principio ético y virtud que nos hace realmente humanos y nos lleva a solidarizarnos con las personas que sufren. Si la com-pasión nos hace humanos, la falta de compasión nos torna in-humanos.
La com-pasión es el fundamento de la ética y de los juicios morales. En ello coinciden las diferentes tradiciones morales, filosóficas y teológicas, laicas y religiosas Epicuro considera “vana la palabra de aquel filosofo que no remedia ninguna dolencia del ser humano”. En conversación con su colega Jürgen Habermas, Herbert Marcuse le dijo: “¿Sabes, Jürgen? Ahora ya sé en qué se fundan nuestros juicios de valor más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros”.
En el libro de los Proverbios, de la Biblia hebrea, leemos: “Habla por los que no pueden hablar y defiende la causa de los desvalidos. Habla para jugar con justicia y defiende la causa del humilde y del pobre” (31,8-9). En el discurso inaugural de la 120 Asamblea Plenaria de la CEE el cardenal Omella no puso en práctica el imperativo ético del libro de los Proverbios. ¡Otro olvido más!
Imagen: https://elpais.com/sociedad/2022-11-23/el-silencio-del-cardenal-omella.html
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