[Por: Mónica Mínguez Franco | Cristianisme i Justicia]
Entre los siglos III y IV aparecen en Egipto las primeras formas de monacato cristiano. La vida separada del mundo buscaba favorecer, desarrollar y mantener una existencia exclusivamente dedicada a la contemplación, renunciando a lo material y orientándose a lo divino. Ya fuera como eremitas, en cartujas o en cenobios, los monjes y monjas se apartaban del mundo para sostenerlo a través de la contemplación de lo divino. Desde el siglo VI, el monacato se ordenó mediante reglas: benedictinos primero y cistercienses después, pero también capuchinos, dominicos o predicadores y agustinos, entre otros, llevando a identificar el monacato con la vida monástica…
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