Reconocernos para liberarnos

04 de Noviembre de 2022

[Por: Diego Pereira Ríos]




Hace unos días, en clase de filosofía con alumnos de 1er año de bachillerato (15-16 años), dialogábamos acercar de Sócrates y lo que para él era la verdadera sabiduría. En ella se unifican las dos máximas o metas a alcanzar y que son como verdades constantes y necesarias para un real progreso humano: “Conócete a ti mismo” y “Véncete a ti mismo”. La oportunidad que tenemos de la autoreflexión, del autoexamen, de mirarnos cara a cara a nosotros mismos como si estuviéramos ante un espejo, colabora en conocernos en profundidad para luego lograr dos cosas que me parecen fundamentales en esta época: la primera reconocernos, la segunda la resistencia para liberarnos.

 

En una sociedad como la nuestra donde nos vamos despersonalizando al vivir una vida que no deseamos, muchas veces dejamos de ser “esa” personas que realmente deseamos ser, pues siempre estamos presionados por vivir según lo que los demás esperan de nosotros. Cuando no es la misma familia, es la pareja, sino los hijos, sino los amigos, los jefes o directores en el trabajo, y muchas veces la misma sociedad, que nos imponen un nivel de exigencia en cuanto rendimiento, efectividad, o incluso una excelencia, en la cual nos dejamos presionar por vivir de tal o cual manera, que nos vamos perdiendo de nosotros mismos. Vivimos cada día pensando más en lo que debemos hacer y no en quien quiero ser. Estamos cada día más pendientes de lo que debemos mostrar a los demás, de lo que como nos sentimos interiormente. Nos preocupa más cumplir en el trabajo, ser aprobados por los superiores, aplaudidos por un auditorio, reconocido por terceros. Dependemos muchas veces los “likes” de las redes sociales, mucho más de lo que nuestro corazón nos muestra de paz con nosotros mismos. Es fundamental en esto, detenerse para re-conocerse, esto es, volver a conocernos en la situación en la cual estamos, concretamente, y preguntarnos como me siento, si estoy siendo quien quiero ser.

 

Lo segundo a pensar, tiene que ver con resistir a esas tentaciones que si bien podemos decir que nos vienen impuestas desde afuera, habitan en el interior del corazón humano. Si vivimos pendientes del exterior, es porque interiormente somos demasiados frágiles aún, y necesitamos estar todo el tiempo llamando la atención, como lo hacen los niños pequeños. Claro, en una cultura tan infantilizada como la nuestra, los comportamientos caprichosos están por todas partes y se consumen por las pantallas de los móviles y todos los dispositivos electrónicos. Es muy difícil que las personas se den cuenta de que están viviendo mal, que puedan tomar conciencia de que el trabajo no lo es todo, que el dinero no da la felicidad, que los vicios o pasatiempos continuos solo distraen de lo esencial. Resistir implica aceptar con humildad y grandeza lo que somos, en lo más interior de nosotros mismos. Ser conscientes de nuestra fragilidad, de nuestra situación, sea ella compleja o medianamente tranquila, llevadera. Resistir implica darme cuenta de las opresiones exteriores y buscar liberarnos, siendo lo que realmente deseamos ser. Muchas veces nos postergamos, vamos pateando hacia adelante eso que tanto deseamos para nosotros. El desafío es resistir a esa mismo acostumbramiento. 

 

En medio de un retiro que realizamos con mi esposa el fin de semana, me encontré con un libro de José Comblin, gran sacerdote belga, uno de los grandes exponentes de la Teología de la Liberación, que vivió y murió en Brasil. El libro se llama “Vocación para la libertad”. Fue muy providencial este libro que propone un estudio histórico del concepto de libertad, pasando por épocas pasadas y llegando a la actualidad, demostrando que seguimos entendiendo mal la libertad. En primer lugar por nuestra deficiente formación en las humanidades y nuestra confianza ciega en las ciencias, y segundo por no darnos tiempo para la reflexión. En él propone ese llamado, o vocación, que es la libertad. Afirma: “La liberación tiene una finalidad: tornarse más libre, darse a sí mismo una personalidad más libre. La libertad es su propio fin y ella se construye en el recorrer de la vida, en medio de las oportunidades, dentro de las vicisitudes de una existencia terrestre. Ser libre es crear una propia personalidad, algo nuevo, único, porque no hay dos personas iguales ni semejantes, aunque seamos millones”.

 

Vivimos a diario enredados en cumplimientos y obligaciones, presiones y responsabilidades, necesidades y expectativas, que nos van cercando y nos oprimen al punto de dejar de ser quienes realmente necesitamos ser. Pero si nos hacemos un tiempo para escuchar nuestro interior, escucharemos los gritos de una existencia que nos reclama atención y que tiene una vocación de libertad. Para escucharla: detenerse, reconocerse, resistir, para poder liberarse. No podremos hacerlo solos, necesitamos de otros que ya hayan transitado por este camino. Y aunque estemos en esta sociedad de la productividad, de la competencia, del individualismo,  que deviene en sociedad del cansancio y de la cultura del descarte, aun podemos resistir. La liberación humana es un imperativo que si bien hay parte de la sociedad que no la escucha, que aun estando en supuestos ámbitos de poder y de saber, están ciegos y sordos a la voz de esa conciencia humana que reclama ser liberada. Comencemos por conocernos, reconocernos, para juntos resistir. 

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