La tarea de la Reforma a ser siempre retomada

02 de Noviembre de 2022

[Por: Marcelo Barros]




Las recientes elecciones en Brasil llamaron la atención de todo el mundo sobre la importancia del factor religioso en la campaña de los candidatos que se presentaban como candidatos de Dios y de las Iglesias. En algunas congregaciones, cualquiera que no votara de acuerdo con las indicaciones del cura o pastor quedaba mal visto. Mientras más de la mitad de la población brasileña votó por el presidente Lula, porque vio en la propuesta de su candidatura la reanudación de la democracia y una mayor atención a las categorías más empobrecidas del pueblo, católicos y  evangélicos tradicionalistas pedían a Dios o a la Virgen que liberara a Brasil de la izquierda y de lo que llaman fantasmagóricamente de Comunismo. Dios debió sentirse como cuando, en una copa de fútbol, los jugadores de dos equipos rivales hacen promesa a Dios y piden la victoria a su equipo. Dios tiene que hacerse partidario de uno u otro equipo.  

 

En la sociedad latinoamericana y caribeña, la injerencia de las Iglesias en las elecciones y la política no es algo nuevo. Esta vez, en Brasil, la novedad ha sido el uso y abuso de las redes sociales, así como el hecho de que algunos pastores pentecostales y sacerdotes católicos han utilizado noticias falsas y mentiras descaradas, sin ningún escrúpulo ético o religioso. La alianza de muchos ministros y grupos eclesiásticos con la derecha violenta revela la atracción casi erótica de las jerarquías por el autoritarismo político y el sueño de recuperar el poder sobre la sociedad.  

 

La Iglesia Católica llegó al nuestro continente abrazada a los colonizadores, en cuyas haciendas mantenían capellanes que legitimaban religiosamente la esclavización de negros e indios. Con muy pocas excepciones, obispos y los sacerdotes siempre apoyaron a los reyes y a los señores. En las primeras décadas del siglo XIX, cuando casi todos los países del continente ya eran independientes, el Papa seguía publicando bulas que obligaban a los católicos latinoamericanos a someterse a los reyes de España y Portugal. En la segunda mitad del siglo XIX llegaron las iglesias evangélicas. Trajeron consigo una cultura típica del sur de Estados Unidos: racista, eslavócrata y partidaria de la supremacía blanca de perfil protestante. 

 

Hasta mediados del siglo XX, era normal que los obispos católicos propusieran candidatos para que el pueblo votara y decían también en cuales candidatos los/las católicos/as no deberían votar. En los años 1960, varios países del continente vivían bajo dictaduras. Con algunas excepciones, las autoridades eclesiásticas apoyaron a los militares contra el fantasma del Comunismo, con los mismos argumentos que, aún hoy, muchos sacerdotes y pastores utilizan para apoyar a la extrema derecha. Nada nuevo bajo el sol. La única novedad es la feroz competencia entre grupos católicos tradicionalistas y comunidades pentecostales y evangélicas para ver quién puede reimplantar un régimen de cristiandad en Brasil y en el continente. 

 

Ahora necesitamos profetas y profetisas que recuerden a los interesados: Dios no ha firmado un contrato de exclusividad con nadie. A este nuevo tipo de doctores de la ley y sacerdotes de los nuevos templos, sean pentecostales o católicos, Jesús les repite lo que dijo a los antiguos fariseos: "En verdad os digo que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán en el reino de Dios antes que vosotros" (Mt 21,31). 

 

*Imagen tomada de https://efe.com/mundo/lula-lanza-la-carta-a-evangelicos-para-aplacar-el-rechazo-de-los-protestantes/ 

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