Los  desafíos actuales: la voz provocadora de Dios

07 de Octubre de 2022

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Durante estos días hemos estado compartiendo el proceso de escucha de los clamores de la nuestra tierra y de los hombres y mujeres de nuestros pueblos. Ahora vamos a acercarnos a lo que son los signos de los tiempos. Es decir ¿Cómo se descubre en un acontecimiento la voz de Dios, la Palabra de Dios? Porque San Agustín dice que la primera Palabra de Dios es la creación, la historia. Después viene una segunda palabra, escrita, la Biblia, que nos ayuda a leer la primera palabra, la palabra acontecida en la creación

 

1. Lo que hace al acontecimiento ser signo de los tiempos

 

Si queremos precisar teológicamente el concepto de un signo de los tiempos, debemos exigir por lo menos cuatro características principales:

Es un acontecimiento o un proceso de acontecimientos que marcan una época de la historia. Es decir, no es cualquier evento, por muy interesante que éste pueda parecer. Tampoco depende de la difusión del hecho. Es más bien algo profundo en la corriente de la historia.

 

Este acontecimiento provoca, por su impacto, una toma de conciencia colectiva sobre “algo” que está pasando  en la historia, sin medir todavía las consecuencias de lo que ha iniciado. El ejemplo de la cresta de la ola en el mar nos puede ayudar. La ola inicia suavemente mar adentro, es casi imperceptible como la pequeña nube que se levanta en el mar en la escena del profeta Elías relatada en el  I Libro de los Reyes. Poco a poco la ola va tomando fuerza, se va levantando, “jala” a otros millones de partículas de agua, se levanta hasta su máximo acompañada primero de un murmullo, después de un ruido cada vez más sordo  e impetuoso, hasta que estalla en lo más alto con un estruendo ensordecedor y se descompone en un remanso con miles de puñados de agua y aureolas de espuma que van a dormir a la orilla del mar.

 

Es un poco lo que pasa con los signos de los tiempos en la historia. No brotan de repente, nacen como algo pequeño, tienen una preparación, un crecimiento y luego viene el estallido que desencadena una toma de conciencia colectiva por parte del pueblo.

 

Hay un punto decisivo en el momento del impacto, en la discontinuidad de los tiempos humanos, del tiempo lineal o evolutivo y la entrada del tiempo apocalíptico de ruptura. Justo en este momento de ruptura, la fe lee una manifestación de Dios, una llamada, una interpelación del Evangelio para vivir el pacto con Dios, los valores del Reino de Dios anunciado por Jesús. Por esta razón el acontecimiento puede ser equiparado con la Palabra de Dios, Palabra profética. Y en este sentido se puede relacionar con Jesús, la Palabra viva que Dios dio a los hombres y mujeres para su salvación.

 

La respuesta humana que desencadena el signo de los tiempos y que se encamina en la búsqueda de un bien mayor para el pueblo. Es la manifestación de la responsabilidad humana ante la historia. Es la posibilidad del cambio que el signo de los tiempos anuncia, pide e indica. Porque los signos de los tiempos no sólo “despiertan posibilidades nuevas sino que manifiestan también una exigencia de plenitud”. Esta es la dimensión escatológica del signo. “El eschaton no es momento determinado, ni el último momento de la historia, sino la presencia del fin definitivo en el seno del tiempo transitorio… es el horizonte insuperable de toda la historia… a los ojos de la fe esta función es ejercida por el hecho del Resucitado”.

 

A mi entender, creo que el  proceso de liberación en América Latina en tiempos de las Dictaduras militares de los 70 y 80 es el mejor ejemplo y el mayor signo de los tiempos que nos ha tocado vivir en estas latitudes.

 

Con estas cuatro características que podemos aplicar a los signos de los tiempos, ya vemos que no todos los fenómenos de la historia son signos de los tiempos desde el punto de vista teológico. Mucho menos son aquellas manifestaciones de orden deportivo, político, artístico o de modas.

 

2. Siete clamores

 

En el libro de los Números hay un texto significativo que nos puede ayudar a discernir los signos del Espíritu en tiempos de violencia, impunidad y calamidad y a discernir su paso entre nosotros. El texto se encuentra en el capítulo diez, después de fijar la fecha de la celebración de la Pascua y celebrarla y antes de la marcha por el desierto con el Arca de la Alianza que se encontraba dentro de la Tienda del Testimonio. Yahvé ordena a Moisés hacer dos trompetas de plata maciza. Con ellas convocarán a la asamblea delante de la Tienda del Testimonio y las harán sonar al ir  a pelear contra los enemigos que los oprimen ya en la Tierra prometida. Dice el texto:

 

Cuando ya en estén en su tierra y salgan a combatir al enemigo  que les trae la guerra, ustedes tocarán las trompetas con estrépito; así se acordará Yahvé, Dios de ustedes, y los librará de sus enemigos.

 

En sus días de fiesta, solemnidades, en las lunas nuevas, ustedes tocarán las trompetas durante el ofrecimiento de los holocaustos y sacrificios de comunión. Así harán que su Dios se acuerde de ustedes. Yo soy Yavhé, Dios de ustedes” (Núm 10,9-10).

 

La clave está en que el pueblo haga oír sus clamores y entonces Dios se acordará de él y lo librará de sus enemigos. Clamor, memoria y liberación van juntos. La fuerza que tiene el pueblo para levantar su clamor, es signo de la presencia del Espíritu que clama liberación.

 

Vamos a escuchar los clamores que salen de las trompetas para escuchar la voz del Espíritu y el movimiento de la nube que indica el caminar de Dios.

 

¿Qué reproches, qué quejas manifiesta hoy el Espíritu del Señor en nuestro mundo y en nuestras comunidades, sobre todo en esta situación de pobreza, violencia e iniquidad que vivimos, pero también de esperanza y de reforma eclesial con la llegada del Papa Francisco?

 

Suena la primera trompeta

 

El primer clamor viene de la tierra. Dice el Papa Francisco que “entre los pobres más abandonaos y devastados está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto”  (LS, 2; Rm 8,22). Este clamor viene expresado en varios rasgos que pueden ser constatados visiblemente: el cambio climático, el calentamiento global, la escasez del agua, la extinción de especies animales y vegetales, la degradación de la vida social, la inequidad planetaria, el aumento de la violencia. Todos estos rasgos muestran el rostro de nuestra madre tierra que clama, que ya no aguanta más.

 

Suena la segunda trompeta

 

Otro clamor lo podemos leer en que se impuso la razón instrumental, la tecno-ciencia que ha llevado a la tierra al límite de su capacidad, a un precipicio, creando desigualdad, violencia, inseguridad y que se muestra incapaz de explicar el misterio y las múltiples relaciones de los seres vivos. Este hecho clama por otra racionalidad, la razón cordial, la dimensión del corazón y del sentimiento en la comprensión de la realidad.

 

Suena la tercera trompeta

 

Otro clamor es la apertura al misterio: descubrir en la naturaleza –incluido el ser humano- las huellas de la creación y del proyecto de amor de Dios para todo lo creado. Hoy sabemos que el ser humano está integrado de tal manera a todos los ecosistemas que al dañar uno, se afecta a todos y también la vida del hombre. Todos los seres de la creación compartimos 20 elementos químicos comunes: oxígeno, hidrógeno, hierro, titanio, calcio, etc.; todo está relacionado y condicionado.

 

Así lo expresan el Génesis, la Carta de la Tierra y la Encíclica Laudato Sii del Papa Francisco. El ser humano es la parte consciente y libre de lo creado. Comparte la razón cordial, la compasión, con otros seres vivos como los animales y es más antigua que la razón intelectual.

 

El clamor surge porque se le ha encasillado al ser humano separado de la creación y de la cadena de seres vivos que pueblo nuestro planeta.

 

Suena la cuarta trompeta

 

Otro clamor que hoy advertimos es que el Espíritu llenó de virtualidades todo el universo: todo es relación y comunicación, complementariedad y crecimiento. Refleja al Dios trinitario. Todo el universo material es un lenguaje de amor de Dios hacia nosotros (LS, 8). Esto apenas lo empezamos a entender, pero ya va formando parte de nuestra conciencia como humanidad.

 

Dice Santo Tomás de Aquino que Dios distribuyó su belleza, su bondad y verdad en todos los seres para que entendamos que nadie se basta a sí mismo y todos necesitamos de todos y así nos complementamos y crecemos como seres creados.

 

Suena la quinta trompeta

 

Tenemos otro clamor en la desproporción que existe entre lo logrado por la tecno-ciencia y el comportamiento humano con sus descubrimientos. Eso pasó en el s. XX con las bombas atómicas: un acto de barbarie humana. ¿Qué hará el ser humano con sus inventos en biogenética, en biotecnología, en el Internet, cuando no ha avanzado en valores, conciencia y responsabilidad? El uso de poder económico, científico, tecnológico y político o garantiza el desarrollo humano (LS, 105).

 

El antropocentrismo moderno colocó la razón técnica sobre la calidad de vida y sobre la realidad, a no respetar principios, normas inscritas en la naturaleza. Por ejemplo, el hombre no está autorizado a cambiar el flujo natural de las lluvias o las variantes naturales el clima. Si lo hace, crea otros fenómenos que él no sabe controlar.

 

Suena la sexta trompeta

 

Oro clamor es la crisis ecológica que manifiesta otra crisis aún más profunda que es la crisis ética, de valores, de principios. Pero ahora va creciendo la conciencia ecológica en toda la humanidad y prueba de ello es el eco causado en todo el mundo por la Encíclica sobre el cuidado de la casa común, Laudato Sii del Papa Francisco. Ya es hora de que volvamos la atención sobre la realidad.

 

Suena la séptima trompeta

 

Otro clamor es el relativismo práctico: todo es igual, todo se puede hacer, cada quien decide. Con este pensamiento cada quien se convierte en la norma absoluta de cuanto existe según su circunstancia. Obviamente esto no coincide con los demás, ni con la creación ni con Dios. Se ha llegado a una situación-tope, donde ya no se puede caminar más y crea, por contragolpe, un efecto de conciencia sobre lo que debemos hacer y abre pistas para la ética, para el humanismo y para el pensamiento cristiano. Aquí entra la misión de la Iglesia.

 

3. Una esperanza

 

La Iglesia debe aprender a discernir estos clamores de trompeta porque ahí está el paso del Espíritu, ahí está la invitación de Dios. Una Iglesia que camine a la par de los gemidos del Espíritu. Una Iglesia que descubre en la pequeña nube del pasaje de Elías el paso de Dios; Dios que en el silencio del desierto nos habla, Dios que nos habla desde la zarza ardiente desde donde le habló a Moisés.

 

La esperanza es que sonemos nuestras trompetas y hagamos oír los clamores de la humanidad sufriente y de la tierra; la esperanza es que no perdamos la memoria como Iglesia y seamos más servicio que institución, más misión que estructura, más Evangelio que condena o juicio. O como dice el Apocalipsis: no perder el amor del principio. Los clamores nos abren un horizonte para un cambio en la humanidad.

 

Imagen: https://elportaldelmiedo.net/las-7-trompetas-del-apocalipsis/

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.