Cuando la vida pide más vida

10 de Setiembre de 2022

[Por: Rosa Ramos]




“El hombre no cree en la muerte, cree en la vida, busca belleza”

José Carbajal

 

En Montevideo, Uruguay, estuvimos celebrando los treinta años de la Pascua del sacerdote Ruben Isidro Alonso, para todos Padre Cacho (1929-1992). Hicimos memoria de su vida, la homenajeamos, la agradecimos, también la proclamamos como “el fruto más maduro de la espiritualidad uruguaya”. Así lo dijo un sacerdote en su homilía, alguien que lo conoció de cerca e incluso vivió con él. Otros sacerdotes jóvenes, que obviamente no conocieron personalmente a Cacho, han hecho canciones tomando textos escritos por él. También laicos han escrito canciones dando gracias por su vida que ilumina senderos y anima a caminar.

 

No voy a escribir de la trayectoria vital, de las opciones y apuestas realizadas por este sacerdote uruguayo, pues hay videos en internet, varios libros, también mucha información recopilada para la causa de su beatificación. Aquí trataré de lo que provoca hoy su vida, treinta años después, cómo nos convoca y anima a desplegar lo mejor de nuestra Iglesia y sobre todo de nuestra humanidad.

 

Desde hace meses varios grupos se han venido reuniendo, ya para organizar la fiesta de la memoria agradecida, ya para compartir y transmitir la espiritualidad encarnada de Cacho a las generaciones más jóvenes. Quienes participamos de los grupos aludidos tenemos la certeza moral de su santidad más allá de que llegue o no a ser proclamado como tal. Su testimonio nos anima e impulsa a buscar a Jesús como él lo hizo compartiendo su vida con los más pobres, a la vez que apelamos a su auxilio en este tiempo. “Cacho te necesitamos”, dice Angélica, una amiga suya y colaboradora en su tiempo, y es la misma afirmación que oímos de muchos labios en las diversas entrevistas que se han realizado en el marco de los treinta años de su muerte. Asimismo, aunque con otras expresiones, se ha expresado esa necesidad en estos días en el Parlamento y en la Junta Departamental de Montevideo, pues en ambos espacios también se ha hecho un reconocimiento a su vida, lo cual es muy significativo en un país con una cultura marcadamente laica. 

 

Me voy a detener en la fiesta-memorial del sábado 3 de setiembre, víspera del aniversario de su pascua y en algunos hechos-signos. Al mediodía llegamos al barrio Plácido Ellauri, el primero en el que el Padre Cacho vivió, con el respaldo de Monseñor Carlos Parteli, entonces Arzobispo de Montevideo. Allí encontramos muchos globos de colores adornando los “pasajes” o callejuelas estrechas, hoy con hormigón, con bancos, jardineras con flores y hasta murales pintados por un joven del barrio. Había varios “medio-tanques” donde se asaban quinientas hamburguesas para niños, jóvenes y para quien quisiera. Después marchamos a pie hacia la parroquia, a pocas cuadras, con una pancarta que decía “Cada vida vale”. La cita era en la Parroquia de los Sagrados Corazones, donde vivió Cacho antes de mudarse al “cantegril” (villa) y donde ahora están sus restos. A los fondos, en un gran espacio verde -estamos casi en primavera- había un gran escenario y el párroco estaba tocando la guitarra y cantando una canción a Cacho, coreado por muchos vecinos que ya estaban allí. 

 

Se leyó una proclama, firmada por “Amigos y amigas del P. Cacho”, en la que se planteaba la situación de dolor y violencia que vive el barrio, se subrayaba el valor de toda vida humana y la apuesta por la dignidad y la esperanza de construir juntos un mundo donde quepamos todos. La música siguió por más de tres horas, cantaron niños del barrio, bailaron jóvenes y adultos de un grupo folklórico y llegaron bandas y cantantes conocidos, invitados especialmente. Todos actuaron gratuitamente y fueron muy generosos con su tiempo. 

 

Algunos como Numa Moráes y el dúo Larbanois y Carrero ya hace tiempo han escrito y grabado canciones en homenaje al Padre Cacho. No se trata de músicos católicos, se trata de personas con gran sensibilidad humana y social, que han reconocido la profunda humanidad y la total entrega de este sacerdote uruguayo a los más pobres en un tiempo muy difícil del país. 

 

También quiero referirme a otra presencia especial en esa tarde del sábado. Como uno más, con su sencillez de siempre, su paso lento por los años, su rostro cada vez más marcado por las arrugas, pero cada vez más sereno, llegó el ex Presidente José “Pepe” Mujica también a honrar la vida de Cacho, a agradecerla. Por supuesto muchos salieron a recibirlo, le expresaron su afecto o le pidieron fotos. Se sentó y permaneció toda la tarde entre los vecinos escuchando a los músicos con atención y deleite. Se puso de pie sí, como todos, para cantar “A don José”, una canción emblemática a nuestro prócer José Artigas. Su sola presencia allí en una parroquia, su permanecer todo el tiempo (no pasar a saludar por cumplir) ya decía mucho. Pero además estuvo frente a la tumba del Padre Cacho y con su lenguaje “le rezó”. 

 

“Querido militante por la vida, nunca nos dará la vida para agradecerte todo lo que hiciste. (silencio) Marcaste un camino y un rumbo (silencio) Gracias, gracias. Y desde el más allá, si existe (eleva la vista) ayúdanos en nuestras flojedades. (silencio) Hasta siempre y por siempre, querido compañero de la lucha por la vida.”

 

[Ver acá el video de ‘Pepe’ Mujica ante la tumba del Padre Cacho] 

 

La actitud, la reverencia, el mirar en el piso la placa de mármol y el elevar la vista a ese más allá posible, el dirigirse de “tú”, con tanta calidez fraternal a Cacho, fue una auténtica oración, en que en breves palabras unió reconocimiento, gratitud y súplica. Y un elocuente “hasta siempre”. 

 

Aún más que los uruguayos, y más allá de su valoración como gobernante, personas de buena voluntad de diferentes países conocen muy bien al “Pepe”: su origen humilde, su trabajar desde niño junto a su madre, sus estudios inacabados y su formación intelectual autodidacta; conocen sus años de guerrillero y sus doce años de dura prisión; su inserción en la vida democrática, su pasaje por el Parlamento y su gestión como Presidente de la República; así como sus discursos en instancias internacionales. Quizá lo más admirado de este hombre -limitado y con errores como todos- es su austeridad y su coherencia: la donación de gran parte de su sueldo de Presidente, y ahora de su jubilación, porque para vivir le basta su trabajo -que nunca dejó- de cultivador de flores y verduras. Periodistas de muchos países han visitado su chacra, su casa más que humilde, ese su lugar en el mundo. Han escuchado con paciencia sus largas y lentas reflexiones, su vocabulario a veces preciso y rico cuando cita a pensadores y otras con expresiones muy populares o uruguayismos.

 

Pepe nunca oculta su falta de fe religiosa, suele decir “venimos de la nada y vamos a la nada”, pero también le hemos oído una y otra vez que “la vida es un milagro”, que todos los seres vivos sienten y que lo propio del ser humano es la capacidad de sentimientos, de sufrir, de amar, de gozar, de relacionarse, de soñar y apostar a una fraternidad universal. La valoración del tiempo y de la vida misma, del escaso tiempo vital de las personas es una constante en sus reflexiones. El Sabalero, José Carbajal escribió: “No me dejes alegría, no te vayas vida mía”. Mujica que ha vivido todo tipo de experiencias, fracasos y dolores inenarrables, ama y valora la vida como un milagro, y afirma una y otra vez con sonrisa pícara que “cuando llegue esa señora que a todos viene a buscarnos”, le dirá “por favor, sírvame otra vuelta”. 

 

Este hombre de larga y compleja vida, este típico uruguayo laico, con esas expresiones y con la oración ante la tumba de Cacho, nos está diciendo que esta vida concreta es siempre un regalo asombroso y maravilloso. Sin formularlo en lenguaje religioso, viene a decir que la vida tiene un sentido trascendente y reclama eternidad. La vida pide más vida, pues despierta un anhelo muy hondo de plenitud sin fin. Aunque Mujica no se atreva a darle nombre o categorías religiosas, no deja de asombrarse y de vivir la comunión con quienes tienen fe en perfecta unidad con la vida, como es el caso del Padre Cacho, por eso puede hablarle y rezarle casi diríamos con fe y esperanza. 

 

Cuando una persona honesta consigo misma vive a fondo su vida, la entrega sin reservas, desinteresadamente, cuando la reflexiona y afronta valientemente las preguntas fundamentales, podemos afirmar que se deja tocar por el Misterio que lo habita. Y lo trasunta.

 

“Cacho vive”, se coreó varias veces y sobre todo se palpó la tarde del sábado. Una tarde con globos y hamburguesas, con la alegría de los “gurises” del barrio, con la gratitud y lágrimas de tantos viejos vecinos y vecinas. Cacho vive en el acercarse de nuevas generaciones a beber de su fuente de luz y agua viva, en la generosidad de tantos que quisieron contribuir a la memoria agradecida. Cacho abraza con cariño a Pepe y a tantos y tantas para compartirles la fe en el Dios de Jesús que vive en medio de los pobres, donde él fue a encontrarlo “y decía que lo encontró”.

 

Esta tarde con sabor a eternidad nos dice que la muerte no tiene la última palabra. “La que mata es la vida, a la muerte, y avanza”, como dice otra canción.

 

Les dejamos el link de algunas canciones y de ese momento fuerte mencionado:

 

https://youtube.com/watch?v=ADyMqO7Bcm0&feature=share 

 

https://youtu.be/1FrIPMPTRGE

 

https://youtube.com/watch?v=v7unCS1iM_Q&feature=share

 

https://youtu.be/3MPr52n49W4

 

https://youtu.be/4H0IUf0JzRc 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.