Jesús de Nazareth, pobres y Reino de Dios. Acentuaciones en Jon Sobrino

10 de Setiembre de 2022

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Este artículo es fruto de la inconformidad, de la indignación, -si no molestia que siento- ante las expresiones que se hacen sobre esta temática, por parte de cristianos, sacerdotes y algunos obispos. Es un lenguaje que sí habla de Cristo, pero no de pobres ni del Reino de Dios. Dicen “todo debe centrarse en Cristo”, “Cristo es el centro”, “Cristo es para todos”. Y esto, me parece, es una media verdad.

 

Y es una media verdad porque no toma en cuenta al Jesús de Nazareth histórico que privilegió a los pobres de este mundo: lisiados, cojos, ciegos, paralíticos, leprosos, pecadores, pobres (Lc 4,16-19; 6,20; 7,18-23). Entonces, en Jesús de Nazareth, tenemos manifestada a las claras la parcialidad del amor de Dios por los oprimidos, por los empobrecidos del mundo. No es un amor exclusivo por ellos, es a partir de ellos, para todos, es universal. Pero el punto de partida, el anuncio parte desde los pobres. Aquí hay una opción de clase, aunque no les guste a los conservadores y a la clase pudiente y rica. El Papa Francisco dice en su Exhortación Apostólica “La Alegría del Evangelio”, que esto es tan evidente que no podemos enredar el asunto diciendo que no sabemos quiénes son los pobres (EG Nos. 197-199). El Papa expresa que “Sin la opción preferencial por los más pobres, el anuncio del Evangelio, aun siendo  la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido  o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día” (EG, 199).

 

En la obra de Jon Sobrino, La fe en Jesucristo. Ensayo desde las  víctimas[1], él desarrolla esta temática por medio de una tríade: Jesús de Nazareth, Reino de Dios y pobres.

 

¿Dónde está la trampa capciosa en usar sólo la expresión “Cristo” y darle un valor universal –que lo tiene– sin tener en cuenta la historia?

 

Vamos por partes. El Nuevo Testamento nos habla de Jesús de Nazaret que nació pobre en un pesebre, huyó a Egipto, pasó 30 años en Nazaret como obrero, “el hijo del carpintero”, y luego dedicó tres años a predicar el Reino de Dios a los pobres y a curar toda enfermedad y dolencia y a perdonar los pecados y al final murió asesinado, clavado en una cruz. 

 

Cuando el movimiento de Jesús se fue expandiendo a otras culturas, hubo que explicar que este Jesús de Nazareth era el salvador universal, el salvador “del mundo” y entonces viene el diálogo y la discusión con otras culturas, sobre todo la griega y la latina. ¿Cómo hacerle? Entonces se recurrió a la figura del Logos, la palabra eterna salida del Padre y encarnada en el vientre de María y de ahí nos nace un Salvador, Cristo. Era una manera de universalizar al Jesús.

 

Jesús de Nazareth es el salvador, pero ahora no sólo es para los judíos, sino para los griegos y romanos y para todas las culturas. 

 

Esto quedó plasmado en los dogmas cristológicos que ya conocemos. Se ganó en universalidad, pero se abandonó al Jesús de Nazareth pobre que predicó el Reino a los pobres.

 

Entonces la falla no está en decir que Jesús es el Cristo, esto es verdad, Él es el Ungido de Dios. La falla está en desvincularlo de su anuncio del Reino a los pobres y hacerlo desde los pobres, lo predilectos de Dios. Dios tiene una parcialidad hacia los pobres.

 

Ahora pasemos a Reino de Dios. Ésta es la obra de Jesús, esto es lo absoluto. Sin la predicación del Reino de Dios y los signos que Jesús realizó en favor de los pobres, la figura de Jesús no se entiende.  La misma identidad de Jesús se desvanece. Lo absoluto es el Reino de Dios, la vida plena que Jesús vino a traernos de parte del Padre. Jesús y el Reino o reinado de Dios no se pueden separar. 

 

Entonces no podemos anunciar a “un Cristo” sin el Reino de Dios. Concentrarnos en un Cristo desvinculado de la historia que es el lugar donde se gesta el Reino de Dios, carece de sentido. 

 

Y por último los pobres. Pareciera que esto es relativo, periférico, pero no lo es. Más bien es lo definitivo. Pedro Casaldáliga decía: “sólo hay dos absolutos: Dios y los pobres”. Un Cristo sin los pobres no existe, es sólo una idea. Es una verdad dogmática que Jesús es el Cristo, pero ésta no se puede desvincular en ningún momento de la predicación del Reino de dios ni de los pobres a partir de los cuales se hace el anuncio. 

 

Con estas consideraciones, por lo menos yo salgo de mi enojo y molestia y espero que les pueda servir a otros como yo que andamos enojados por ese lenguaje ambiguo que oímos de parte de algunos pastores, obispos y sacerdotes.

 

 

[1] SOBRINO, Jon, La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas. EDITORIAL TROTTA. Madrid, 2007

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