El ver utilitario y la mirada contemplativa (II)

15 de Julio de 2022

[Por: Armando Raffo, SJ]




“El dios de este mundo cegó a éstos su entendimiento, para impedir que vean el resplandor del glorioso Evangelio de Cristo, que es imagen de Dios” (2Cor 4,4).

 

La última reflexión que compartí a través del Blog se apoyó en el mismo versículo de la segunda carta a los Corintios que intitula esta reflexión. En ese aporte me detuve especialmente en lo que podríamos llamar la primera parte de la frase de San Pablo: “El dios de este mundo cegó…”. Ahora procuro compartir una reflexión sobre la segunda parte o complemento, cuando San Pablo afirma que: “el resplandor del glorioso Evangelio de Cristo es imagen de Dios”.

 

Así como en la anterior entrega intenté aludir a los dinamismos humanos que impiden mirar la realidad con ojos admirados y contemplativos, ahora procuraré mostrar en qué sentido se puede afirmar que el resplandor del Evangelio es imagen de Dios. 

 

Ante todo, conviene recordar que la palabra “Evangelio” –eu angelos– que quiere decir, buen mensaje, buena noticia. Ella se refiere al mensaje de Jesucristo consignado en los evangelios llamados canónicos: Marcos, Mateo, Lucas y Juan y, también, a los demás textos del Nuevo Testamento que lo contienen de muy diversas formas. Lo que importa señalar es que se trata del mensaje central de Jesús, de su muerte y resurrección. Su vida, sus palabras, su muerte y resurrección, conforman el “resplandor del glorioso Evangelio de Cristo” tal y como lo afirma San Pablo. 

 

Lo antes dicho, nos permite afirmar que “el glorioso Evangelio de Cristo” es una forma de referirse al kerygma, es decir, el núcleo de la vida, muerte y resurrección de Cristo. Como es obvio, nada tiene que ver con la “gloria” tal y como se entiende en nuestros días. La gloria en la Biblia se refiere, normalmente, a una realidad que, de una manera o de otra, deja ver algo de Dios o una manifestación de su presencia. En nuestro caso, referirnos al resplandor glorioso del evangelio como imagen de Dios, es casi tautológico. Obviamente, la pregunta que emerge con naturalidad es: ¿en qué sentido se puede decir que el resplandor glorioso del evangelio es imagen de Dios?

 

San Pablo se está refiriendo, como ya dijimos, al kerygma. Se trata de un anuncio que recoge la historia de Jesús y que afirma que la entrega de la propia vida por el bien de todos deja ver el resplandor del que hablaba San Pablo, al tiempo que denuncia lo que lleva a la muerte.  

 

Cabe notar, como dijimos en el anterior artículo sobre la misma frase de San Pablo, que la mirada posesiva y utilitarista es incapaz de percibir algo gratuito en sí mismo. Sería como ponerse unos lentes que sólo permitieran ver los beneficios y las ganancias que las cosas en general y los dinamismos sociales en particular, pudieran ofrecer. La mirada a la que nos referíamos en el aporte anterior, estaría diciendo que la mirada depredadora es incapaz de ver otra cosa que el provecho propio y el placer físico. Esa mirada es incapaz de percibir el resplandor del evangelio y menos como una imagen de Dios. Es necesaria otra mirada para ver y contemplar al mundo y las personas como signos, como realidades que, en sí mismas dejan ver otra cosa. Para ello es necesario acercarnos a la realidad en general y a las personas en particular, no como cosas, sino como símbolos.

 

La palabra “imagen” que Pablo usa en varios pasajes, ayuda a intuir qué nos quiere decir. La imagen es algo que habla de otra cosa. ¡Cómo no recordar la escena cuando Jesús pide que le muestren un denario y les pregunta de quién es la figura que allí aparecía! (Mt. 22, 21) En efecto, aquella moneda y en el contexto de aquel diálogo representaba otra cosa. Las imágenes siempre representan y aluden a otras cosas dependiendo de los contextos en que se ofrecen. Para los judíos de la época la imagen del César representaba al imperio romano y los vejámenes de todo tipo a que se vieron sometidos los judíos en aquellos tiempos. En ese sentido es que Pablo afirma que el evangelio de Cristo es la imagen de Dios.

 

Contemplar la vida y el mensaje de Cristo nos lleva a percibir la presencia del mismo Dios como fuente de vida en general y en todo lo que humaniza de forma particular. Se hace visible, como hemos dicho, a los ojos contemplativos y muy especialmente en todo lo que nos remite a lo más entrañablemente humano en el sentido profundo de la palabra: aquello que distingue a los seres humanos es su capacidad de entregar libremente la vida por el bien de todos.

 

Imagen: https://elobservadorenlinea.com/wp-content/uploads/2020/03/yo-soy-la-resurrecion.jpg

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