¿La muerte invisibilizada en la sociedad?

15 de Julio de 2022

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Uriel Margarito, hermano de mi amigo Omar, murió en un accidente. El era un joven de apenas 25 años. Cayó de una camioneta y fue a dar de cabeza contra el cemento de la calle. Se abrió el cráneo. Esto ocurrió en el momento en que la camioneta giró para dar vuelta a una glorieta a poca velocidad. Margarito no murió al instante, quedó consciente y dos días después murió, pero de un infarto al corazón.

 

No se hicieron esperar las más diversas reacciones: “¿Por qué?” “¡Qué tontería!”  “¡Tan joven que era!” Vinieron luego los gritos, los lamentos, las lágrimas. Pero Margarito sí murió. Decían: “Una muerte inesperada”.

 

Este hecho nos lleva a pensar, no tanto en las circunstancias externas que rodearon al accidente: el tiempo, el lugar, el momento, la manera, la edad del joven. Más bien nos enfrenta directamente con el hecho simple y llano de lo irrefutable de la existencia de la muerte y, por supuesto, con el maravilloso don de la vida. Y nos pone la pregunta: nuestra sociedad posmoderna, dominada por el saber científico tecnocrático ¿Qué ha hecho con la muerte?

 

Más allá de la búsqueda por mejores condiciones de vida, medios científicos y técnicos para curar enfermedades y realizar operaciones altamente riesgosas, mejor alimentación, etc., -y todo eso está muy bien que lo hagamos- lo que la sociedad dominada por el saber científico y tecnológico ha hecho es invisibilizar la muerte. Se vive como si no existiera la muerte, como que la muerte no forma parte del paquete de nuestra vida.

 

En las series de comics y en las novelas de ciencia ficción, los héroes nunca mueren. Ellos destruyen edificios, mundos, satélites, tienen armas para todo, pero no mueren. Siempre, al final, salen victoriosos. No hay lugar para la muerte. Y esto se lo pasan a la sociedad “para que así viva” engañada, sin pensar en la muerte, sin prepararse para la muerte. En la vida del ciudadano no entra la muerte, y cuando llega, como ahora de repente, pues la reacción es desproporcionada. Pero todo, porque no hay un espacio para la muerte.

 

Nuestra sociedad adolece de varias fragilidades y vacíos: uno es éste: no reconocer conscientemente el papel de la muerte en nuestras vidas. En realidad, toda la vida nos estamos preparando para la muerte, seamos conscientes o no de esta realidad.

 

En la vida de Jesús de Nazareth, él no negó la muerte, dio vida a los muertos, que es diferente. Lloró ante la muerte de su amigo Lázaro y lo resucitó; se conmovió ante la viuda de Naín por la muerte de su hijo único ( Lc 7,11-15); se puso en camino para salvar la vida de la hijita del jefe de la sinagoga llamado Jairo (Mc 5,23. 35-42); se compadeció del oficial romano ante la grave enfermedad de su sirviente (Lc 7,1-10). Es decir, Jesús no ignoró la muerte, no la negó. Pero le dio otro sentido, sobre todo con su propia muerte y resurrección. La muerte va a ser el principio de una vida distinta, nueva, diferente. Pero no la invisibilizó. Él mismo anunció con tiempo su propia muerte de cruz, aunque esto causó escándalo en sus discípulos (Mc 8,31). Los capítulos 24 y 25 de San Mateo, de corte apocalíptico, nos hablan de estar vigilantes, de prepararse, de grandes pruebas que habrá en todo el mundo. Y Jesús advierte a sus discípulos que sean como mujeres vírgenes que están esperando al esposo con sus lámparas preparadas con aceite “porque no saben ni el día ni la hora” (Mt 25,13).

 

Sobre este particular, el Gran sabio de la humanidad, místico y maestro Mahatma Gandhi -quien independizó a la India de Inglaterra sin disparar una sola arma, sólo con la fuerza de la No-violencia- nos dice que Dios en su sabiduría, dispuso ocultarnos dos cosas: el día de nuestra muerte y la manera como vamos a morir. Esto para que podamos vivir, dice él. Lo cual indica de nuevo que continuamente nos debemos estar preparando para ese momento, que con toda certeza llegará.

 

Es decir, que no podemos fingir en la vida como si la muerte no existiera. Justamente porque somos pasajeros en esta tierra, porque vamos de viaje, por eso es que vivimos diferente, sabiendo que la casa que habitamos se desmoronará. Pero que tenemos otra casa, la del Padre, que es para siempre. Así lo predicó Jesús y así lo vivió. Querer desaparecer la muerte de la perspectiva de la vida, no tiene fundamento ni científico, ni filosófico, ni teológico. La vida la debemos tomar en serio. Y ésta cambiará seguramente para cada uno de nosotros un día. Nuestra fe en la resurrección nos anima a vivirla con esperanza y con confianza, trabajando arduamente por el Reino de Dios que es vida, paz, alegría, plenitud.

 

Imagen: https://upaninews.com/y-si-la-muerte-no-existiera/

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