30 de Junio de 2022
[Por: Juan Manuel Hurtado López]
Con motivo de los 50 años de nuestra Diócesis de Ciudad Guzmán que celebramos hoy 30 de junio, hemos querido recuperar sus rasgos o dimensiones eclesiales. Aquí presento la dimensión de Iglesia misionera. Y lo hago desde mi experiencia de pasar 17 años acompañando a las comunidades indígenas tseltales, tsotsiles y mestizas del sureste mexicano en la Iglesia de San Cristóbal de Las Casas.
Iglesia misionera significa salir del propio lugar, de la propia seguridad, costumbre, hábito o manera de hacer las cosas y partir como Abraham a un lugar desconocido, tomar otro rumbo en la vida.
Significa llevar un mensaje que no es propio sino de “otro” quien es el que habla, el que da el mensaje, y ése es Jesucristo. Es el mensaje de la Buena Nueva del Reino.
Creo que mi experiencia de Iglesia misionera se puede describir en base a cinco claves:
Primera clave: Descalzarse
El problema para nosotros los mestizos es que nos hemos creído el centro de la cultura, de la sociedad, de lo que acontece. Pensamos que siempre somos la referencia obligada para hacer cualquier cosa. Que así como nosotros hacemos las cosas, así se deben hacer, que ésa es la norma. Siempre hemos caminado con la convicción de que el español es la lengua aquí en México en la que se deben decir las cosas. Las demás lenguas, son “dialectos”, así pensamos. De hecho así lo dice la mayoría de los mexicanos.
Pero en México hay 65 lenguas indígenas, la mayoría de ellas más antiguas que el español. Tienen su propia gramática, sintaxis, prosodia, ortografía. Tienen sus diccionarios, sus propios mitos, sus propias narraciones. Hay pueblos vivos portadores de esas lenguas como sujetos.
En el caso de las lenguas mayas, estamos hablando de un universo de 30 lenguas en el sur de México y parte de Centro-América. Y los mayas son una de las civilizaciones-cumbre de la humanidad que duró 1000 años de existencia, del 50 al 1050 de nuestra Era.
Los mayas tienen su propia espiritualidad, sus propios ritos, mitos. De ese caudal beben y se alimentan para luchar por sus necesidades. Ellos llevan 30 mil años o más buscando a Dios y expresándolo de diversas maneras. Hasta el nombre de Dios cambió. Lo expresan como Corazón del Cielo, Corazón de la tierra, Hacedor, Comprador y de otras maneras. Esta teología la vemos expresada en el Popol Vuh, en el Altar Maya, en la siembra de candela y en variados ritos y mitos.
Entrar a esos pueblos y a esa cultura, para mí significó descalzarme de mi propia andadura para poder entender un poco la andadura humana, espiritual y filosófica de su cultura y civilización. Fue hacer la experiencia de Dios, pero de otra manera. Un elemento clave es la integralidad de su visión filosófica y teológica, no dicotómica: no hay adentro y afuera, corporal y espiritual, sagrado-profano. De hecho, la misma dimensión del tiempo tiene otra connotación: no se mide por horas. Las cosas duran lo que se requiere para hacerlas, así duren muchas horas: una oración, arreglar un problema, una reunión. La Misa no tiene por qué durar 40’ o una hora. Puede durar 3 o 4 horas, si se requiere.
Segunda clave: Inculturarse
Una cultura es como el arcoíris en el que cada uno de sus elementos encuentra significado, interpretación, explicación: la lengua, el tiempo, la persona, la vida, la muerte, Dios, el hombre y la mujer, la tierra, el cielo, el mal.
Esto exige de uno mucha escucha, mucha paciencia, caminar con el pueblo durante años, aprender su lengua. Exige la actitud de no pedir explicaciones antes de tiempo, primero hay que caminar con el pueblo, con las comunidades, y en el camino vendrá el momento propicio para formular la pregunta o esperar la respuesta.
Aprender de su vida y de la manera que tienen para resolverla, para enfrentarla. Esto sí que es salir a las periferias geográficas y existenciales.
Exige de parte nuestra no imponer la propia cultura occidental, la propia manera de entender y construir la Iglesia, la manera de asumir los servicios y responsabilidades, respetar los tiempos que las comunidades necesitan para encontrar soluciones.
Esta clave de la inculturación plantea el desafío de pensar y partir del convencimiento de que uno puede vivir su vida incorporando elementos de las otras culturas: en costumbres, ideas, pensamientos, conceptos, experiencia de Dios, espiritualidad, manera de vivir la Iglesia, el tiempo, la organización.
Entender que uno puede beber de la única sabiduría, belleza y santidad de Dios, pero vertida en diferentes moldes que, como rayos de luz, reflejan la totalidad de la luz del sol, reflejada a través de un poliedro de cristal.
Tercera clave: Caminar con una Iglesia sinodal, de asambleas, de acuerdos
En la Iglesia de San Cristóbal de Las Casas todos los cargos y oficios son elegidos por la Asamblea Diocesana: el Vicario General, el Vicario Episcopal de Pastoral, la Canciller, el Vicario de Justicia y paz, etc. Al obispo se le propone una terna y luego él elige a uno.
Otro ejemplo lo tenemos en el III Sínodo diocesano. Desde la etapa de sensibilización y conscientización para hacer el Sínodo, pasando por las Asambleas parroquiales, de Equipo y Asambleas diocesanas, todos los materiales, temas, cantos, ritos, el tema, el lema, los símbolos, llegaron hasta cada una de las 2,500 comunidades de la diócesis. Realmente se trató de una eclesiogénesis en base a los seis horcones propuestos: Iglesia Autóctona, Iglesia Liberadora, Iglesia evangelizadora, Iglesia servidora, Iglesia en comunión e Iglesia bajo la guía del Espíritu.
Todos los acuerdos y lineamientos fueron hechos en asamblea sinodal diocesana.
Esta experiencia sinodal marcó los Planes diocesanos de pastoral, los planes de los Equipos y de las parroquias y misiones; marcó los planes de las comisiones, de las áreas.
Cuarta clave: Caminar en una Iglesia ministerial
Al llegar a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, algo que encuentra uno de inmediato, es la Iglesia ministerial, servidora. Ahí está los Presidentes de ermita, los Principales, los candidatos al Diaconado, los diáconos, los catequistas de adultos, los jefes de zona, los coordinadores de zona, los capitanes de las fiestas, los cuidadores de la salud, los impulsores de la Teología India, los Agentes de Animación y Coordinación pastoral. Todos ellos con responsabilidades variadas y diferentes.
Esto exige de nuevo descalzarse del modelo de Iglesia donde el sacerdote hace todo, decide todo. Es emprender otro caminar, de compartir, de atender y respetar los diferentes servicios y ministerios.
Esto significa que no eres el único que puede, que sabe, que decide; eres parte de un todo, los demás también aportan al caminar, al proceso pastoral. No se trata de imponer un método, una línea, unos acuerdos. El mundo de servidores va aportando a su paso, a su estilo, con su tiempo, respetando su cultura.
Quinta clave: Caminar con la Iglesia en la escucha y discernimiento de los signos de los tiempos
Sólo pongo dos ejemplos de escucha de la voz del Espíritu. San Cristóbal recibió a 40,000 refugiados por la guerra interna que vivía Guatemala a causa de la dictadura miliar de los años 80s. Les dio cobijo, comida y tierra para que trabajaran.
Y el segundo ejemplo es la mediación de la CONAI (Comisión Nacional de Intermediación), presidida por Don Samuel cuando la guerra entre el EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL (EZLN) y el Gobierno Federal. Con eso Don Samuel evitó miles de muertes y ceso el fuego a los doce días de iniciado.
Y finalmente, la función del Pueblo creyente, su función profética en la línea de Don Samuel Ruíz García que está atento a todos los acontecimientos y anuncia y denuncia.
Con estas cinco claves se acerca uno a lo que entendemos por Iglesia misionera. Y es lo que plantea Francisco con Iglesia en salida, Iglesia que va a las periferias geográficas y existenciales. Entonces… ¡hay que descalzarse!
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