Frente a temores y ansiedades: confianza

14 de Mayo de 2022

[Por: Rosa Ramos]




Frente a tus temores…

Seguirá cayendo el agua
mansamente desde el cielo,
sobre el lomo de la tierra
y los juncos del estero.

Mamerto Menapache

 

En uno de mis artículos de febrero invitaba también a confiar. Quizá siento la necesidad de volver al tema porque vivimos tiempos difíciles a todos los niveles: social, político y sin duda eclesial. Guerras, algunas más visibles que otras, violencias a todo nivel: intrafamiliar, callejera, en las redes sociales. Fracasos en los proyectos, ya sea personales o colectivos, decepciones e incertidumbres, amenazan la confianza basal sin la cual es difícil mantenerse en pie y apostar a la vida. 

 

Sin confianza y esperanza cuesta “en todo amar y servir”, más bien nos volvemos seres a la defensiva y más egoístas, cuidando la mera sobrevivencia animal; la del grupo-gueto, que puede ser peor, pues suele dar lugar a la confrontación y a la agresividad. Las violencias señaladas suelen tener su origen en intereses propios, en heridas, así como en temores conscientes o inconscientes.

 

Vivimos un tiempo de temores y ansiedades. Temor ante lo conocido y temor ante lo desconocido. Hay algunas inquietudes a las que podemos ponerle nombre: pérdidas, soledad, enfermedad, vejez, muerte. Otras son más difusas y se asoman como sombras sin nombre en suspiros, insomnios, tics, movimientos repetitivos, dudas, balbuceos torpes. También es un tiempo de ansiedades, sea ante lo nuevo, ante lo que se percibe como amenazante o ansiedad por conquistar espacios y poder, que a la vez se entrelazad con el temor de no lograrlo y eso lleva a mayor beligerancia. 

 

No vivimos tiempos de seguridades, ni económicas, ni sociales, ni religiosas, ni psicológicas. Algunas personas o grupos se ven más afectados por unas que por otras, pero lo cierto es que, en una sociedad en cambio constante, la ansiedad domina, zarandea y los temores son los demonios actuales en plena danza. Frente a tanto movimiento muchas personas se paralizan, petrifican y no pueden asumir ningún cambio, se vuelven rígidas. Si son grupos los que asumen esta actitud defensiva es probable que se aferren a fundamentalismos peligrosos. Claro que, como dice el dicho popular, “a río revuelto, ganancia de pescadores”, algunos en estas circunstancias pueden moverse como peces en el agua, ubicuos, a la vez que casi amorfos. 

 

Estos tiempos nuestros de incertidumbre, nos recuerdan la tempestad en la que los discípulos le gritan a Jesús “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (Mc. 4, 38) Si recordamos la escena, Jesús había predicado largamente, después se embarcaron, acechó una tormenta, la barca se sacudía a merced de los vientos y Jesús dormía. El mar para los judíos era un lugar peligroso, simbolizaba las fuerzas del mal, las que no podían dominar. Jesús, una vez despierto, increpa el mar para que se detenga. ¿O increpa la fragilidad de sus amigos, sus temores, sus ansiedades?

 

Nos hemos autodesignado como homo sapiens-sapiens. Nos hemos autoconvencido de nuestra evolución (primero fueron la Modernidad y el Siglo de las luces, después el avance científico que nos enseñoreaba, más recientemente la denominada sociedad del conocimiento y del dominio digital del ciberespacio), lo cierto es que la megalomanía nos ha ganado. Sin embargo, el mar de seguridades se nos ha encrespado y tornado amenazante. El exceso de luz nos ha dejado ciegos -decía Hans Jonas ya en el siglo pasado- pero la hora de la ceguera ha terminado y descubrimos nuestra vulnerabilidad; nuestro poder y megalomanía se han vuelto contra nosotros.

 

Precisamente en estos tiempos difíciles, frente a nuestros temores y ansiedades, estamos llamados a reafirmar la confianza y la esperanza, desde la humildad. La humildad de reconocer que, quizá como humanidad, estamos recién empezando a dar los primeros torpes pasos en estos pocos miles de años desde que adquirimos la postura erecta. Será preciso, quizá, también reconocer que nuestro cristianismo de tan sólo dos mil años, está en los albores, apenas aprendiendo a distinguir lo que es Evangelio -Buena noticia- de lo que es sólo ropaje. 

 

Es probable que la tormenta que amenaza la barca -de nuestras vidas, de nuestra sociedad, de las instituciones que hemos construido, también de la Iglesia- la hayamos provocado nosotros creyéndonos “sabelotodo” como humanos y como cristianos. Algunos, o muchos, demonios se nos resisten (Mc. 9, 28) y eso nos llena de temores y ansiedad. Será preciso volver a empezar, aprendiendo de los errores, desde la humildad y desde la verdad que nos hace libres.

 

Pero ¡ánimo, pues nuestro Dios es rico en tiempo y paciencia!, como el Padre pródigo de la parábola de Lucas 15, nos deja equivocarnos para madurar y apreciar “la casa”, en la que abunda el pan para todos, en la que todos podemos trabajar y celebrar juntos.

 

El poema-oración de Mamerto Menapace con el que empecé, puede ayudarnos en esta vuelta a casa, en este recuperar la calma en la tormenta, invita precisamente a la confianza. No es una invitación a la pasividad ni a la comodidad, sino a una acción que brotará de superar temores, desde la confianza. Podemos buscar el texto completo titulado “Frente a tus temores”. Van otros versos:

 

Si abriéramos la ventana
cuando vemos todo negro,
sabríamos que en el mundo
hay algo más que lo nuestro.
Sabríamos de plantas
y de todo el sufrimiento
Veríamos pajaritos,
remando con el esfuerzo…

 

Menapace anima a contemplar la naturaleza. ¿Qué tal si también nos animamos a contemplar la acción de Dios en este mundo, en esta barca que se mueve, en esta sociedad plural que ensaya valores en la diversidad? Será hermoso y nos llenará de confianza, pues tanta bondad y belleza en bosquejo, en claroscuros, sin duda es de Dios, de su Espíritu que sopla donde quiere y nos anima. 

 

La vida se siente fuerte
porque anida en lo pequeño,
y desde allí se construye
con soles, lluvias y vientos… 

Si abriéramos la ventana
cuando vemos todo negro,
sabríamos que en el mundo
es ancho y grande el misterio.

 

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