Búsqueda y respuesta

03 de Abril de 2022

[Por: Armando Raffo, SJ]




“… queremos ver a Jesús (Jn. 12, 21)

 

La frase que titula esta reflexión es el pedido que le hacen algunos griegos a Felipe que era uno de los discípulos de Jesús y que era de Betsaida, un pueblo de la Galilea. Más concretamente, el texto dice que esos griegos le “rogaron” a Felipe que “querían ver a Jesús”. 

 

Parece obvio que tal petición no se refería al deseo de ver, aunque más no sea de lejos, a una persona importante o muy popular para poder decir que: “lo habían visto”, como ocurre en nuestros días en los que muchos quieren ver, aunque sea de lejos, a los ídolos que se multiplican en distintas áreas de la vida cultural ya globalizada. 

 

El texto que nos ocupa, deja ver que aquel deseo de “ver” de los griegos anidaba un deseo mucho mayor que la mera percepción de un rostro. Cabe notar, además, que esa inquietud por “ver” a Jesús se encuadra en lo que conocemos como la entrada mesiánica de Jesús a Jerusalén. Eso quiere decir que aquellos griegos habrían ido a Jerusalén para las fiestas mayores y que se habrían interesado por la persona de Jesús. Quizás le habrían visto entrar a Jerusalén rodeado de los suyos y con la fama de ser un profeta o un maestro que llegaba con su gente a Jerusalén. 

 

Pues bien, cuando Felipe y Andrés, el otro discípulo que estaba con él, fueron a transmitir el pedido de los griegos a Jesús, éste responde con una afirmación que, a primera vista, poco tendría que ver con la inquietud de los griegos, aunque bien entendida, es claro que respondía cabalmente a su inquietud. Concretamente, el evangelio de Juan pone en boca de Jesús la siguiente respuesta: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. En verdad, en verdad les digo, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.” (vv.23-24) Y por si quedara alguna duda, continúa diciendo: “El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna.” (v.25)

 

A primera vista, la respuesta de Jesús parece un exabrupto o una proclama que nada tendría que ver con el deseo de los griegos. Es obvio, que detrás de esas breves líneas se esconde un mensaje de alto contenido teológico, por no decir que postula el centro de la fe cristiana. Tan es así, que si leemos el texto como si de un libro de historia se tratara, bien podríamos decir que la respuesta de Jesús fue notablemente desubicada o como solemos decir en lenguaje coloquial, que Jesús respondió con un martes siete. Lo primero que podemos deducir de ese pasaje es que cuando pidieron ver a Jesús no se referían a una especie de reconocimiento facial o algo por el estilo; es obvio que aquellos griegos preguntaban por su vida y su mensaje. La respuesta de Jesús no contiene edulcorantes ni suavizantes de ningún tipo, va al centro de la cuestión y de su vida. 

 

Normalmente, cuando alguien pregunta por un movimiento o una persona que se destaca por su estilo de vida o por su propuesta con respecto al sentido de la misma, en realidad deja ver que anda buscando algo así como una luz que pueda orientar el sentido de su propia vida. Una buena pregunta a hacernos sería: ¿qué hacían unos griegos en la celebración de la Pascua judía?, ¿qué estaban buscando? Ciertamente, no se trataba, como ocurre en nuestros días, de muchos que acuden a festividades religiosas o a eventos culturales importantes de otros pueblos como un divertimento o por el mero hecho de conocer rasgos de otras culturas y estilos de vida. No sabemos si se trataba de griegos que vivían en Jerusalén por los motivos que fueren, o si se trataba de personas que se habían acercado a las fiestas por algún motivo especial; lo que sí es claro es que “deseaban ver a Jesús” y que, como fue dicho, no se trataba de ver su rostro sino de conocer su espíritu y su apuesta vital. 

 

Cuando el pueblo judío recordaba y celebraba el paso –pascua- a través del mar muerto que les llevó de la esclavitud a la libertad y en procura de una tierra que manaba leche y miel, lo seguidores de Jesús, sin saberlo, se estaban aproximando a participar de la Pascua de Jesús que habría de revelarse como primicia y promesa de nuestra propia pascua. 

 

Teniendo en cuenta lo antes dicho, se puede entender mejor la respuesta de Jesús a Felipe y Andrés cuando le presentan el deseo de los griegos. Aunque la respuesta parece desubicada o impertinente, bien mirada, se comprende que atiende cabalmente a la búsqueda de los griegos: “El que ama su vida, la perderá…v.25) 

 

No sabemos que pudo haber ocurrido en términos estrictamente históricos con respecto al deseo de los griegos, pero sí sabemos que los evangelios que fueron redactados a la luz del misterio pascual y al cabo de bastantes años, procurando comunicar el centro del mensaje cristiano. El texto del evangelista Juan refleja lo que para Jesús era y es el sentido profundo de toda vida humana.

 

A nadie se le oculta que la afirmación de Jesús va a contramano de lo que la gran mayoría de los dinamismos culturales de nuestros días terminan proponiendo como el sentido para nuestras vidas. ¡Cómo no recordar en este momento aquella frase tan famosa como repetida y tenida como buena que reza: “la caridad bien entendida empieza por casa”!

 

La respuesta de Jesús a los “griegos” propone todo lo contrario: si el grano de trigo no muere no da fruto. Importa notar que Jesús no se refiere a cualquier tipo de muerte, sino a aquellas que son asumidas con libertad y desde una apuesta existencial sobre el sentido de toda vida humana. Descubrir que el sentido de la vida humana se encuentra más en darla que en conservarla, es como el meollo de la propuesta de Jesús; el centro de la buena nueva que la Iglesia quiere anunciar al mundo.  

 

Quizás ahora podamos ver con mayor claridad la pertinencia y el sentido de la respuesta de Jesús a la inquietud de aquellos griegos. Lo que a primera vista podría parecer una respuesta extraña e, incluso, sin sentido, en realidad contiene como un misterio que procura sacudir al oyente o al lector como para desatar un proceso o rumiar aquella cuasi sentencia. El evangelista se apresura a comunicar el mensaje central de Jesús a través de una metáfora que inquieta y despierta procesos interiores, no como un divertimento intelectual, sino como de algo que nos importa radicalmente.   

 

Imagen: https://www.centraldesermones.com/reflexiones-cristianas/2480-mas-que-solo-caminar-con-jesus-lucas-24 

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