Todos llamados…

03 de Abril de 2022

[Por: Rosa Ramos]




Chiamami ancora amore,  chiamami sempre amore…

(Llámame todavía amor, llámame siempre amor…)

Roberto Vecchioni

 

Todos inacabados, todos aprendices y, sin embargo, todos convocados a hacer más humana la humanidad, a humanizarnos mutuamente en esta historia ambigua, compleja.

 

Seguimos en Cuaresma, seguimos viviendo nuestras propias cuaresmas, la de nuestros familiares o amigos, la de tantos pueblos, las de tantas historias máximas o mínimas que esperan “pascua”, paso, salida, novedad, luz, resurrección. O como tan bellamente se ha dicho: seguimos heridos de muerte y amenazados de resurrección.

 

Hace poco miraba fotografías de hace cien años de mi cuidad, ¡tenemos tan poca historia aquí!, si bien muchas veces nos parece que somos un país maduro. Ocurre lo mismo si visitamos ciudades o ruinas antiguas y luego comparamos esos pocos miles de años con el tiempo transcurrido desde que bajamos de los árboles y nos fuimos convirtiendo en homo sapiens. Los científicos han graficado en veinticuatro horas la evolución desde el big bang hasta el presente y resulta que nuestra aparición en la Tierra corresponde a los últimos minutos de la última hora. Así de pequeños y así de breve es nuestra presencia humana, pero en este tiempo hemos construido maravillas, destruido otras, creado belleza y cometido monstruosidades. Esa es la ambigüedad de nuestras vidas y de nuestra historia, por eso seguimos en cuaresma, en trabajo, y en dolores de parto, decía San Pablo.

 

Este artículo intenta verbalizar y compartir reflexiones a partir de experiencias profundamente humanas, por tanto, habitadas por lo divino, sin embargo, siempre necesitadas de despertar de la somnolencia u olvido en que frecuentemente caemos. La poesía es un sonoro despertador.

 

La poesía del cantautor y profesor Roberto Vecchioni ha sido la que sonó muy fuerte esta vez, poniendo en pie de igualdad al amor y a las ideas, provocándome así un maravilloso despertar. Se trata de una canción que tiene ya diez años, que encontré en un libro en italiano, que me regalaron recientemente, con comentarios sobre su poesía. Como tal la leí, después la escuché en su voz (ver enlace). Parece una canción de amor de un hombre a una mujer, pero es un llamado universal, lo cual se descubre ahondando en el texto y leyendo el análisis que hacen otro músico y un profesor de semiótica. El llamado es a toda la humanidad “porque esta maldita noche deberá terminar bien, porque la llenaremos nosotros de música y palabras” (de poesía, o de belleza e ideas).

 

El autor comienza recordando a los niños que interrumpen sus juegos por una muerte temprana, intentando llegar en barcas a otro mundo sin hambre, sigue enumerando diversos dolores del mundo contemporáneo y a los impúdicos causantes de los mismos, pero también recuerda con satisfacción a “los muchachos y las muchachas que defienden un libro, un libro verdadero”. Todas ellas son razones para ese “llámame amor”.

 

La estrofa que más me impresionó fue la octava, precedida por la letanía del estribillo: “llámame todavía amor, llámame siempre amor”:

 

“Porque las ideas son como las mariposas/ que no podemos cortarles las alas/ porque las ideas son como las estrellas/ que no pueden apagarlas los temporales/ porque las ideas son voces de madre/ que creíamos haber perdido/ y son como la sonrisa de Dios/ en este asco de universo.”

 

Pero por encima de esa palabra que denota lo que provoca el mal, toda la estrofa rezuma esperanza, porque recoge la belleza, la luz, la dulzura y nada menos que la sonrisa de Dios para calificar las ideas. Para quienes no conozcan a Roberto Vecchioni, aclaro que Dios suele estar presente en la poética de este autor; quizá una de sus más bellas poesías sea La rosa azul que es una oración de ofrenda y súplica, pero en un tono de confianza y entrega verdaderamente religiosas.

 

Todas las imágenes que propone la estrofa citada son para remarcar la bondad de las ideas, su vigencia, su poder liberador, esas ideas que el poeta está llamado a expresar, esas que los jóvenes defienden, esas que iluminarán la historia para llevarla a un buen término. Este llamado a una nueva humanidad, a un nuevo humanismo, lo hace el amor. Es el amor el que nos ha de volver a llamar (recordando el llamado a la vida: “hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”, Gen. 1, 26), es el amor el que nos ha de llamar una y otra vez (todavía y siempre) para recordarnos nuestra identidad. El verso final de este poema canción, luego de repetir tres veces la invocación “llámame”, dice “porque nosotros somos amor.”

 

Avanzando en esta cuaresma hacia la Pascua, el cuarto domingo nos ofreció en la liturgia la parábola de Lucas 15 del Padre pródigo, y otra canción -religiosa en este caso- da voz al corazón de ese padre, que espera al hijo perdido: “Vuelve a casa, tú eres mi esperanza, quiero verte regresar”. Recordemos que el padre de la parábola tiene dos hijos, uno que ha permanecido en la casa compartiendo los trabajos y otro, que tras pedir su parte de la herencia, se marchó. El padre ama a los dos y no olvida ni se conforma con la ausencia del hijo menor. Su corazón de padre sabe que eso no lo ha hecho feliz, lo sigue esperando, por eso lo ve desde lejos y corre a su encuentro. El padre de la parábola siempre ha sido representado como un anciano, famosa es la pintura de Rembrandt, pero se trata de un anciano sin amnesia, que recuerda y sigue amando. Con esta parábola Jesús nos ilustra de modo especial el corazón de un Dios -su Abba- rico en tiempo, misericordioso y paciente. Un Dios que no interviene ni obstaculiza la decisión de sus hijos, que espera. O que llama siempre desde la hondura de su amor, según podemos interpretar en la canción de Vecchioni.

 

Qué hermoso es sentir el llamado reiterado y amoroso de Dios desde la historia que a veces hasta nos da asco y vergüenza, no sólo dolor. Ese llamado nos recuerda la más profunda identidad, esa de la impronta creatural, de hijos todos. El llamado es universal y a la vez personal, cada hijo o hija constituye la esperanza de Dios, que no nos salvará sin nosotros. Que cuenta con nosotros a sabiendas de nuestros límites y fragilidades, propias de seres en proceso e inacabados.

 

El cantautor y profesor italiano de tantas generaciones, también subraya la capacidad humana de ser llamados, más aún, el deseo que late hondamente en las personas de ser llamadas a ser lo que realmente son. “Somos amor”, fuimos creados para amar, para acabar la maldita noche de la ignorancia y del odio, para buscar la aurora de la vida abundante para todos a fuerza de belleza e ideas que expresen con transparencia nuestra identidad y vocación. 

 

Imagen: https://wp.es.aleteia.org/wp-content/uploads/sites/7/2016/11/gettyimages-526298235.jpg?w=620&h=348&crop=1 

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