Comentario a la “Carta a los sacerdotes sobre el proceso sinodal”

21 de Marzo de 2022

[Por: Diego Pereira Ríos]




En el día de San José, 19 de marzo de 2022, el cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo de los obispos y el arzobispo Lazzaro You Heung Sik, Prefecto de la Congregación para el Clero, envían un documento titulado “Carta a los sacerdotes sobre el proceso sinodal”. Los destinatarios son justamente los sacerdotes de toda la iglesia católica, pero me animo a invitar a todos los laicos y laicas a leerlo. Frente a la pregunta del porqué  de la carta podrán haber muchas interpretaciones que van más allá de las expuestas en ella, pero me gustaría detenerme unos minutos para pensarlas. 

 

En el documento se habla de dos temores que pueden acuciar a los sacerdotes: el primero, el de la “sobrecarga pastoral”. Junto a todo lo que ya hacen los sacerdotes ahora les toca ser animadores y promotores de la sinodalidad. La carta aclara que ya existen diversos modos de compartir y participar en esa tarea pastoral que los agobia. Los laicos y laicas comprometidos en la iglesia cumplimos desde siempre diversas funciones y servicios que procuran ser de ayuda a la tarea del clero. Pero sin duda todavía adolecemos de mucho clericalismo. Todavía dependemos muchos de los pastores para que la Sinodalidad sea una realidad en nuestras comunidades. Y dije “adolecemos” pues justamente el laicado aún se percibe inmaduro e incapaz de llevar adelante esta tarea. Por eso, si la carta intenta que los sacerdotes repartan esa carga, es un llamado también a los laicos y laicas de “hacernos cargo”. La Sinodalidad es tarea de todos.

 

El segundo temor planteado es aún más profundo. Versa sobre un viejo y conocido temor: el del poder. Porque –dice la carta-: “si se pone tanto énfasis en el sacerdocio común de los bautizados y en el sensus fidei del Pueblo de Dios, ¿qué será de nuestro papel como líderes y de nuestra identidad específica como ministros ordenados?”.  La Sinodalidad es el nuevo soplo del Espíritu que busca que en la iglesia no haya distinciones de rango ni estamentos, pero esto implica que se revise la teología que fundamenta tanto el sacerdocio bautismal como el ministerial. Es constatable que –en nuestra realidad- muchos varones llamados al sacerdocio vivan un especial llamado vocacional, pero esto históricamente se ha magnificado al punto de una falsa conciencia de superioridad de los ministros ordenados, frente al Pueblo de Dios. Congar afirmaba que “hemos vivido y aún vivimos conforma a la idea monoteísta pretrinitaria de Dios, que se refleja o prolonga en una visión monárquico-piramidal de la Iglesia...con lo que se tiene una base sumisa y más o menos pasiva” (Un pueblo mesiánico, Ed. Cristiandad, Madrid, 1976, p.107). La pérdida de ese lugar de poder hace ver al laicado como esa base sumisa y que no es parte de la jerarquía. Al reconocer la importancia fundacional del laicado, esto hace que muchos sacerdotes temen perder ese poder que no siempre es de orden espiritual. Pero esto –insisto- es fruto de una falsa conciencia que fue fomentada desde hace mucho tiempo, en otra época, y que hoy día ya no podemos seguirla permitiendo. Y en esta tarea de frenar esta conciencia, los laicos y laicas tenemos una gran responsabilidad en la denuncia de todas las situaciones donde esto se haga visible. 

 

En la misma carta se dice que, dentro de los riesgos de este proceso sinodal, debemos superar el intelectualismo, el formalismo y el inmovilismo. Muchos sacerdotes dan charlas, escriben y están teorizando acerca del tema; otros tantos organizan charlas, conversatorios y hablan de la sinodalidad pero lo hacen para cumplir con las obligaciones formales ante sus obispos; pero quizá muy pocos estén dispuestos a moverse de su lugar y darle más espacio a los laicos para que podamos crecer en compromiso dentro de la Iglesia. Y estas situaciones debemos captarlas, denunciarlas y corregirlas. Uno de los miedos de los laicos denunciados por Juan Luis segundo –hacia el año 1971- es que se le tiene miedo a la autoridad eclesiástica. Y esto sigue vigente: los laicos y laicas debemos animarnos a reclamar a los pastores comenzar a vivir la Sinodalidad de una forma mucho más efectiva. Por eso creo que esta carta fue escrita para aquellos sacerdotes que aún no quieren escuchar la reforma que el Espíritu quiere para la Iglesia del siglo XXI y también para los laicos y laicas que aún esperan que se les dé el lugar que se merecen. 

 

*Imagen tomada de https://icm.org.uy/montevideo-nuevo-sacerdote-sebastian-alcorta/

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