03 de Marzo de 2022
[Por: Francisco José Bosch]
Ucrania es cada frontera
El tiempo del fuego es acompañado por las lágrimas. No hay ojo que no llore frente al golpe del humo, no hay corazón que no se conmueve frente al olor inconfundible de la muerte.
Las lagrimas no apagan el fuego, pero lo hacen contemplable. Llorando es posible sostenerle la mirada al fuego. Sería como estar borrosamente de pie.
El origen del fuego, múltiple y complejo, no divide aguas, pero sí relatos. Lo cierto es que el fuego arde, allí donde los limites se mueven.
Fuego y límites, fronteras y llanto, son solo el preámbulo de las cenizas.
Cuando la última llama se apaga, humo al cielo y ceniza a la tierra. En esa encrucijada, se consumen las vidas que habitan las fronteras.
Nos exigen condenar la absurda guerra los promotores del odio, los que mueven limites y arrasan a su paso con todo. Nos piden que, ahora sí, gritemos juntos.
Mientras, un grupo de primates puestos de pie, con un uniforme camuflado, se suben a un avión, camino hacia la frontera. Uno de estos simios erguidos lleva una cruz en su frente. Una cruz hecha de ceniza.
En la frente de un soldado, la paradoja del ‘Nunca Mas’ cristiano: Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (Gn. 3,19).
Desde Abel y Cain, el fracaso en nuestra frente y la peor de las cenizas como destino. Desde Abel Y Caín, la posibilidad de volver a ser hermanxs.
Francisco Bosch
©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.