[Por: Virginia Raquel Azcuy]
Existe una diferencia fundamental entre pasarse la vida hablando y dejar que hable la vida. En el primer caso, se puede observar que se devalúa el peso de la palabra de tanto hablar, las palabras se pueden vaciar de sentido cuando se repiten sin profundidad o se utilizan sin mesura; el exceso de palabra o mensaje también puede conducir a la confusión y el aturdimiento. En cierto modo, esto es lo que recuerda santa Teresa: “Una de dos: o no hablar o hablar de Dios”. El segundo caso se refiere a la palabra que está enraizada en la vida, es decir, a la capacidad de la vida humana e incluso de la creación de manifestar un mensaje o comunicar una palabra desde la vida. En la historia de salvación, son los profetas y las profetisas quienes hablan de parte de Dios y Jesús de Nazaret quien habla con la vida. Su palabra y su vida van juntas: Jesús es la misma Palabra…
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