Las parábolas de Jesús: puerta al misterio del Reino

05 de Febrero de 2022

[Por: Armando Raffo, SJ]




El evangelista Marcos nos dejó en el capítulo cuarto de su evangelio una afirmación que a primera vista podría parecer contradictoria o, incluso, sin sentido. Como veremos, en realidad se trata de un recurso parenético que procura señalar una pista virtuosa para ofrecer y compartir la buena noticia de Jesús a las personas inquietas por encontrar o vislumbrar el sentido de nuestras vidas. El texto dice así: “A ustedes se les ha concedido el misterio del Reino, pero a los de fuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón.” (Mc. 4, 11b-12).

 

En efecto, la frase del evangelista que aparentemente procuraría inhibir el impulso evangelizador, en realidad ofrece una pista clara para llevar adelante la evangelización.  No es fácil de entender la exhortación del evangelista si tenemos en cuenta que damos por sentado que “el misterio del Reino”, es decir, la Buena Nueva de Jesucristo es, por su misma esencia, para ser comunicada y no para que los presuntos destinatarios no la vean, ni la entiendan. Más sorprendente es la afirmación que estaría deseando que los posibles destinatarios del Evangelio no se conviertan ni alcancen el perdón. Cómo compaginar, pues, esa afirmación de Marcos con el inicio de su propio evangelio en que insta a convertirse diciendo que “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc. 1,15) 

Algo de luz ofrece el mismo texto si reparamos en que el versículo 10 del capítulo 4 recuerda que Jesús estaba a solas con los doce. Se trata de algo compartido a un grupo que podríamos llamar de iniciados que ya habrían hecho un proceso que les habría preparado para que Jesús compartiera su misión y que fuese suficientemente bien comprendido. En efecto, el camino que Jesús ya había recorrido con sus discípulos configuraba el entorno y el tiempo apropiado para compartir “el misterio del Reino de Dios” con ellos y, de tal forma, que pudiera ser acogido aunque no, necesariamente, completamente comprendido.

 

La segunda parte de la frase citada se refiere a quienes no conocían a Jesús o, simplemente, no se encontraban en una situación existencial como para acoger “el misterio del Reino de Dios”. En ese sentido, se comprende que Jesús sostuviera que para los de fuera “todo fuese  parábola”. Ello podría indicar que se estaría apelando a un relato de tipo analógico que  descolocara al oyente y despertara un proceso que llevara a profundizar sobre los motivos hondos que movilizan la vida y, por ello mismo, a profundizar en el mensaje de esa forma contenido. 

 

La parábola apela a la semejanza entre cosas distintas para subrayar o enfatizar una novedad que se quiere comunicar. Así entendida, la parábola suscita intuiciones y pensamientos que descubren modos novedosos o sugerentes de entender el sentido de la vida y que, en el peor de los casos, invitan a la reflexión. En este contexto es pertinente recordar, así mismo, que según Joachim Jeremias “muchas parábolas expresan la misma única idea, sólo que en imágenes diferentes.” Eso quiere decir que apuntan, de una manera u otra al proponer el misterio pascual. 

 

En ese sentido, la alusión que hace Marcos a las parábolas, bien puede entenderse como una invitación a descubrir la buena noticia que ese tipo de relatos esconde. Si recordamos que ellas combinan diferencias y semejanzas para provocar otras formas de pensar y sentir, nos estaríamos aproximando a entender lo que en realidad Jesús quiso decir con eso de “para los de fuera, todo es parábola”. No se trata de una exclusión caprichosa o de un secretismo típico de grupos oscurantistas o excluyentes, sino de una forma de evangelizar o de promover preguntas hondas que puedan derivar en conversiones, es decir, en cambios sobre las formas de entender y concebir el sentido de la vida. 

Dicho lo anterior, resta todavía, explicar la segunda parte de la frase que crea, a primera vista, un desconcierto evidente. ¿Cómo puede entenderse eso de que los de fuera no deban ver, ni oír, ni entender el misterio del Reino, porque correrían el riesgo de convertirse y alcanzar el perdón? ¿No era precisamente promover la conversión lo que Jesús procuraba?

 

Algo de luz podemos encontrar en algunos pasajes del Antiguo Testamento como por ejemplo cuando el profeta Jeremías se queja de la necedad del pueblo: “Escuchen esto, pueblo necio y sin seso –tienen ojos y no ven, orejas y no oyen-.” (Jer. 5,21), o cuando irónicamente Isaías afirma: “Escuchen bien, pero no entiendan, vean bien pero no comprendan. Embota el corazón de ese pueblo, endurece sus oídos y ciega sus ojos, no sea que acabe viendo y oyendo y su mente recapacite y se convierta y se le cure.” (Jer. 6,10)

 

Esa era una de las formas con que los profetas procuraban sacudir a los oyentes para que abrieran sus corazones y se convirtieran. Es obvio que Marcos apela al mismo mecanismo para sacudir a sus oyentes y espolearlos a que se atrevieran a considerar con apertura el mensaje escondido en las parábolas. Procuraban, de esa manera, no apoyarse en discursos lineales ni en especulaciones teóricas, para romper las lógicas predominantes a través de la ironía y descolocar a sus oyentes. De ese modo, los evangelistas cuestionan la lógica “normal” de los valores implícitos en la vida cotidiana de los pueblos que propiciaban formas de vida portadoras de muerte para descubrir nuevos horizontes de vida. Marcos procura, a través de las parábolas exponer algo disruptivo que lleve a pensar y a despertar procesos orientados a descubrir otra forma de entender el sentido de la vida. Cabe notar, también, que todas las parábolas de Jesús esconden en su seno alguna ventana que da hacia el misterio pascual.

 

De lo antes dicho, cabe subrayar que los evangelistas recogieron muchas de las parábolas de Jesús porque habían descubierto que era uno de sus medios más elegidos para compartir el kerigma cristiano. A través de ellas lograron que muchos se asomaran y reflexionaran sobre el misterio del Reino. 

 

Parece claro que Jesús no movió a sus seguidores a partir de discursos filosóficos o propiamente racionales. Más bien, todo parece indicar que lo hizo a través de las parábolas que cuestionaban y movilizaban. De ese modo procuró instalar la duda sobre lo que el pueblo consideraba razonable para descubrir otro horizonte de felicidad que requería un cambio de corazón y mentalidad profundos. 

 

Bien podemos afirmar que “el modo parábola” adaptado a nuestros días bien podría ser una forma adecuada de despertar la inquietud que impulsara a muchos hacia los umbrales del misterio cristiano. 

 

Cita

 

1 Jeremias Joachim, Las parábolas de Jesús, Verbo Divino, 1984, Estella, Navarra, p. 143

 

Imagen: https://villaaprendizaje.wordpress.com/2016/01/14/analisis-cuadro-de-rembrandt-el-retorno-del-hijo-prodigo/ 

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