Nueva publicación: “Teología de la liberación en tiempos excepcionales de crisis y esperanza”

29 de Enero de 2022

[Por: Manuel Godoy | Prólogo]




La Teología de la Liberación está muerta, predicen innumerables falsos profetas. Sin embargo, la Teología de la Liberación es un impulso del Espíritu Santo en este continente marcado por la explotación colonialista y los sucesivos imperios capitalistas, que viven del expolio de los países pobres. Tal impulso consiste en poner a todo el que cree en la fuerza del mensaje liberador de Jesucristo en el banquillo de los testigos: ser testigos de que otro mundo es posible. Nuestro Señor ya nos ha dicho que siempre tendremos pobres entre nosotros, así se decreta la vitalidad de la Teología de la Liberación, porque mientras haya un solo pobre, los creyentes estarán buscando la manera de superar la pobreza. 

 

A los que quieren reducir la Teología de la Liberación a una Sociología de la Liberación, les decimos con nuestra práctica que todos los proyectos de la Teología de la Liberación se basan en la práctica de Jesús, quien, una vez ungido por el Espíritu, entendió su misión como el anuncio de la Buena Nueva para los pobres, en devolver la vista a los ciegos, en liberar a los cautivos y en superar todas las formas de opresión de los marginados. Jesús, al hacer esto, hizo realidad la realización del Año de Gracia, el Jubileo, anunciado por los profetas. Por tanto, la Teología de la Liberación no se basa en teorías sociológicas, sino en la Palabra Revelada. La sociología es un instrumento concreto que la ayuda a aterrizar en el suelo de la realidad de hoy, para que la Palabra de Dios coseche más eficacia y, como una lluvia fina y penetrante, riegue el suelo de la historia, haciendo subir hacia Dios frutos de vida nueva.

 

En los encuentros virtuales en Amerindia, cuando celebramos el quincuagésimo aniversario de la Teología de la Liberación, encontramos que hay una gran diversificación de perspectivas dentro de lo que llamamos Teología de la Liberación. Esto es obvio debido a la complejidad y diversidad de la realidad que vivimos. La mirada de la fe es la misma, pero la oveja descarriada, por falta de pastor, es diferente. Y cuando Jesús vio la realidad de la oveja perdida, primero se puso a enseñarles y, acto seguido, hizo el gesto concreto de compartir los panes y los peces. Un itinerario necesario para todos aquellos que se proponen desarrollar la Teología de la Liberación: transmitir la Buena Nueva y procurar la superación del hambre de los pueblos, configurada principalmente en nuestro continente en los pueblos indígenas, quilombolas, mujeres, niños, ancianos, pueblos indígenas y muchas otras expresiones de opresión y discriminación en el contexto actual.

 

Estos encuentros estuvieron guiados por tres ejes: la desigualdad social del continente latinoamericano y caribeño, la ecología integral y la sinodalidad. Observando la geopolítica del continente, cada vez nos asusta más la creciente desigualdad social producto de un sistema social, político y económico que, aun mostrando signos de debilitamiento, actúa como un imperio en descomposición, que antes de sucumbir produce tsunamis destructivos para todos lados. Junto a los procesos liberadores que se desarrollan en algunos países del continente, vemos las manos no tan invisibles de los imperios, maniobrando para mantener su poder explotador. Este afán por mantener el poder produce innumerables mecanismos de explotación, drenando al máximo la fuerza de trabajo de los trabajadores y reduciéndolos a consumidores de las migajas que caen de las mesas de las clases más ricas. Los pobres y oprimidos constituyen ya una multitud de trabajadores explotados en los más diversos países de América Latina y el Caribe. Esta multitud ha sido identificada por el papa Francisco como aquellos que no tienen hogar, tierra y trabajo.

 

Las sombras de un mundo cerrado, detectadas por el papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti, emergen en sueños desgarrados por innumerables procesos comandados por una clase dominante cada vez más ávida de lucro y egocentrismo a costa del hambre, la migración forzada y la expulsión de hombres y mujeres de los procesos de producción y distribución de bienes. La pandemia abrió este proceso que genera desigualdades sociales en su negativa de liberar las patentes para la producción de vacunas y en su desigual distribución entre los continentes. Como vivimos en un mundo globalizado, donde todo está interconectado, la no inmunización de una parte importante de los continentes pobres sirve para crear cultivos de nuevas cepas del virus. Dentro del propio continente latinoamericano y caribeño la distribución de la vacuna es desigual, ya que todo el sueño de la integración continental fue deshecho por procesos políticos impulsados por los países imperialistas, que siguen bajo la vieja máxima: ¡divide et impera! En esta perspectiva, cuando miramos el primer eje de nuestros encuentros virtuales (la desigualdad social), vemos que la geopolítica continental apunta a un empobrecimiento generalizado, pero que en algunos países es más evidente, cruel y letal.

 

Las sombras de un mundo cerrado oscurecen también la política ecológica del continente latinoamericano y caribeño. Vivimos bajo los intereses de esta misma clase que produce una desigualdad social galopante, que utiliza la tierra y los recursos naturales de tal manera que abre enormes agujeros en todo el continente, centrando sus políticas en el agronegocio y la loca comercialización de mercancías como si fueran inagotables. En esta política destructora de ecosistemas no se respeta nada ni a nadie. Las tierras de los pueblos originarios están siendo invadidas y convertidas en moneda de cambio del sistema capitalista neoliberal de explotación ilimitada. Innumerables naciones indígenas del continente están amenazadas por invasores que les roban la tierra y la vida. Un proceso genocida, que deja sin perspectivas de supervivencia a los pueblos indígenas y quilombolas. Las múltiples reuniones sobre el clima a nivel mundial solo sirven para dejar en evidencia la hipocresía de los imperios, que firman acuerdos y más acuerdos que nunca se cumplen. Este segundo eje de nuestros encuentros virtuales (el tema ecológico) nos alertó sobre la urgencia de articular el clamor de los pobres con el clamor de la tierra, pues ambos son caras de una misma moneda que nos exige compromisos para defender sus derechos, así como una condición para la supervivencia de todos, porque todo y todos estamos interconectados.

 

En estas sombras de un mundo cerrado emerge como luz la propuesta de trazar caminos conjuntos, de búsqueda conjunta de soluciones y resistencias. La sinodalidad se nos presenta como un itinerario, como un proceso realizado por todos aquellos que creen que el tiempo es superior al espacio y que el espacio sólo cobra importancia si es ocupado por aquellos que saben construir paso a paso proyectos duraderos. La sinodalidad constituye nuestro tercer eje, pero no hemos querido reducirlo sólo a un proceso eclesial ad intra, sino a la elaboración de programas más amplios, más globales, más incluyentes de todas las fuerzas vivas que puedan hacer emerger una nueva Iglesia, pero sobre todo que se preocupen mucho más por otro mundo posible. Un proceso que debe funcionar de forma dialéctica, es decir, buscando una Iglesia nueva y promoviendo un mundo nuevo y viceversa.

 

Nos enfocamos en la urgencia de los procesos de la educación popular, ya que decididamente nos dimos cuenta de que solo con un salto en la conciencia de hombres y mujeres será posible llevar a cabo tales procesos. Paulo Freire nos inspiró, haciéndonos ver que la educación popular es un proceso colectivo, donde todos se forman colectivamente, dando y recibiendo al mismo tiempo. Por lo tanto, sinodalidad y educación popular en esta perspectiva, se complementan y hacen avanzar los procesos participativos de todos en la construcción de la Iglesia y del mundo soñado en el ámbito de la Teología de la Liberación.

 

Lejos de una lectura ingenua o demasiado optimista del potencial de las diferentes teologías de la liberación desarrolladas en nuestro continente, tampoco queremos convertirnos en profetas de la fatalidad, que no ven luz en el horizonte. Impulsados por el Espíritu Santo y por el proyecto del Reino, eje del programa evangelizador de Jesús, con los pies en la tierra de los pueblos latinoamericanos y caribeños, seguiremos atentos a nuestra realidad, sometiéndola a la iluminación del Evangelio y elaborando programas junto a los pobres y desechables de nuestra sociedad, hacia la liberación integral.

 

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