El encuentro con Jesús levanta, humaniza

23 de Enero de 2022

[Por: Armando Raffo, SJ]




Al instante se enderezó y empezó a alabar a Dios.” (Lc. 13,13)

 

El texto lucano conocido como la curación en sábado de la mujer encorvada revela, en forma un tanto críptica para nuestros días, cómo el encuentro con Jesús humaniza y, muy particularmente, en qué medida es especialmente urgente para nuestros días. 

 

El texto contiene dos mensajes que podríamos tildar de evidentes y otros dos que no lo son tanto aunque son especialmente relevantes para nuestros tiempos. Cabe notar, además, que el texto puede ser tildado de lacónico y extremadamente sencillo a la hora de manifestar su mensaje.  Efectivamente, se nos dice que había una mujer que llevaba dieciocho años encorvada, que no podía enderezarse y que lo hace una vez que se encuentra con Jesús, quién, al verla y casi sin mediar palabras le dice: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad” (v.12) Luego el texto afirma que le impuso las manos y que aquella mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios.

 

No sabemos qué pudo llevar a que aquella mujer llevara tantos años encorvada ni el motivo de su padecimiento. Como suele ocurrirnos, lo primero que pensamos es que Jesús realizó un milagro de tipo físico o vinculado a la medicina y no de una realidad más metafórica. En efecto, lo primero que suele acudir a nuestra mente ante eventos de ese tipo es pensar que Jesús habría quebrado, por medio de algún poder especial, alguna ley de la naturaleza como para que aquella mujer pudiera enderezarse. No parece que esa interpretación sea la más adecuada si tenemos en cuenta que los milagros son signos que procuran aludir al Reino anunciado por Jesús y no de procesos mágicos. Esto quiere decir que la carga semántica procura subrayar el significado de la curación más que el hecho en sí mismo. Conviene recordar, también, que en aquella época se concebía a la persona como una unidad integral, y no con la parcialidad y la segmentación con que solemos hacerlo en nuestros días. Las distintas ramas de la salud dan sobrada cuenta de la parcialidad con que se abordan los temas de la salud. En la época de Jesús primaba la mirada holística sobre las personas y que, por ello mismo, les era más natural relacionar situaciones o problemas de salud que hoy catalogaríamos como físicas, como aludiendo a otros significados. 

 

Otro aspecto importante del relato es que el jefe de la sinagoga se mostró indignado porque Jesús había realizado tal curación en día sábado, el día del Señor, y no en cualquier otro día.  Jesús aprovecha la ocasión para realizar una crítica que podía llegar a casi todos los judíos. Les acusa de hipócritas porque no dudaban en llevar a sus animales a abrevar su sed en día sábado pero se escandalizaban porque él curase en ese día. De esa forma dejaba ver cuáles eran los valores que orientaban sus vidas. 

 

Por otra parte, cabe notar que la gente común y corriente que asistió a la discusión de Jesús con el jefe de la sinagoga, se alegraba por la que Jesús hacia y decía. Lo que más maravillaba a la gente era que Jesús hubiese curado a aquella mujer y que tuviese la libertad para encarar al jefe de la sinagoga y dejar a la luz su propia incoherencia y también la de los que allí estaban.

   

Yendo de lo más fácil a lo más complejo, podemos ver en la discusión que tuvo Jesús con el jefe de la sinagoga, además de una incoherencia evidente, una escala de valores endeble. Jesús no duda en recriminarle que en el día en que no se podía hacer nada, tanto él como otros muchos atendieran a sus animales en día sábado. Les escandalizaba que Jesús curara en sábado, pero no que realizaran trabajos para cuidar a sus animales. La crítica es evidente: cuidar las cosas materiales estaría por encima de las cosas del espíritu. Guardar el sábado suponía recordar el descanso de Dios al culminar la creación. De esta forma Jesús realiza una crítica muy honda nada más ni nada menos que al jefe de la sinagoga y a otros que estaban en el lugar. Jesús los tilda de hipócritas porque prefieren las cosas materiales a las cosas del espíritu, el cuidado de sus posesiones antes que la salud y dignidad de las personas.  Cualquier parecido con los “valores” que se propagan en nuestra cultura no es mera coincidencia.

Por otra parte, importa mirar con algo de detención el mismo proceso de la curación de la mujer que llevaba dieciocho años encorvada, sin poder enderezarse y sin poder alzar la vista. El texto evangélico dice que cuando Jesús la vio le dijo que quedaba libre de su enfermedad aunque no sabemos, exactamente, en qué consistía. Son muy elocuentes los gestos y las palabra que realiza Jesús para curar a aquella mujer. El texto en su sencillez contiene una riqueza notable: la ve, la llama, le habla y le impone las manos. Después la mujer se endereza. El laconismo del texto junto a nuestra manía de confundir milagros con magia, nos lleva a pensar en los poderes especiales que Jesús tendría para modificar o trastocar las cosas del mundo material y no a descubrir el poder de la palabra y de los gestos como esenciales para crecer como personas. 

 

Más allá de cómo pudo haber sido aquel encuentro, podemos extraer un mensaje claro: el encuentro con Jesús desemboca en que la mujer encorvada pueda enderezarse. Con una mirada más alegórica, podemos señalar que quién está encorvado, está condenado a mirarse el ombligo y no a los otros. Desconocemos las situaciones o experiencias que provocaron la curvatura de aquella mujer. No obstante, sabemos que la cultura dominante, claramente marcada por el éxito material y el reconocimiento propio de los ascensos sociales, menosprecia y denigra la pobreza y las limitaciones que caracterizan a las personas sin los estímulos que la sociedad debe brindar a todos. ¡Cómo no recordar esas miradas bajas y tímidas de tantas personas sumergidas en la pobreza y la marginalidad! 

 

En aquel encuentro aquella mujer dejó de mirar para abajo y pudo alzar la vista. Ya no había nada que la avergonzase; el encuentro con Jesús le dio el aliento para mirar a los ojos de los otros en forma sostenida. El encuentro con Jesús le ayudó a recobrar su dignidad. Sintiéndose mirada y respetada por Jesús ya podía mirar a los otros de igual a igual, como una hija de Dios, como una persona capaz de amar y de ser amada. 

 

Bien sabemos que el amor nada tiene que ver con el aislamiento o la incapacidad para ir al encuentro de los otros. Podemos afirmar que la mirada de los otros nos mantiene erguidos y nos capacita para mirar más allá de nosotros mismos. 

 

Byung Chul Han tiene toda la razón del mundo al sostener que nuestra cultura promueve el narcicismo en forma desembozada y pornográfica. ¡No debemos olvidar que Narciso murió ahogado al contemplar su propia imagen reflejada en un estanque oscuro! El narcicismo de nuestra época acaba por ahogarnos en un espejismo que nos curva hacia la muerte; el encuentro con los otros es la mejor pedagogía para enderezarnos y encontrarnos con el Otro que promete vida y vida abundante.   

 

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