12 de Diciembre de 2021
[Por: Paulo Suess]
La continuidad de la 5ª Conferencia Episcopal de Aparecida como Primera Asamblea Eclesial del pueblo de Dios, celebrada de manera híbrida, físicamente en México y virtualmente en dimensión continental, fue un globo de prueba. La convocatoria de esta asamblea por el Papa Francisco tuvo dos objetivos:
- En primer lugar, retomar las sugerencias de Aparecida que, a lo largo de los 14 años transcurridos desde su realización, no han encontrado la atención necesaria.
- En segundo lugar, ampliar la base de los interlocutores en la preparación, realización y toma de decisiones en acontecimientos similares.
En Evangelii Gaudium (EG 113, cf. 239), de 2013, el Papa Francisco se refiere a esta base más amplia: "Jesús no les dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: "Haced pues discípulos a todos los pueblos" (Mt 28, 19). Mediante la predicación y el bautismo, los apóstoles edificaron la Iglesia e hicieron discípulos en todos los pueblos. En esa Iglesia, "cada ministro es un bautizado entre los bautizados" (Episcopalis Communio 10), cada obispo es "maestro y discípulo, [...] discípulo, sabiendo que el Espíritu es dado a todos los bautizados, pues se escucha la voz de Cristo que habla a través de todo el pueblo de Dios, haciéndolo 'infalible in credendo' (Episcopalis Communio 5)". El Espíritu, que guía al pueblo de Dios, transforma a los bautizados de oyentes de la jerarquía en tomadores de decisiones, y en protagonistas de la evangelización. "Como parte de su misterio de amor a la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles con un instinto de fe... [...]. La presencia del Espíritu confiere a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas [...], aunque no dispongan de los medios adecuados para expresarlas con precisión" (EG 119).
Al recordar el Vaticano II (cf. Lumen gentium 12), el Papa sigue considerando que, por lo tanto, "no sería apropiado pensar en un esquema de evangelización llevado a cabo por agentes calificados mientras el resto del pueblo fiel solo estarían recibiendo sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo papel de cada uno de los bautizados" (EG 120). La realización de este "nuevo protagonismo" inspiró la transformación de una esperada "VI Conferencia Episcopal" en "Primera Asamblea EcclesiaL", una propuesta verdaderamente profética en continuidad con el Concilio Vaticano II y el magisterio latinoamericano y caribeño posterior.
1. Continuidad
En el origen de la "Primera Asamblea Eclesial", por la propuesta de su contenido y la práctica de su metodología, está están el Concilio Vaticano II y el magisterio latinoamericano y caribeño. Tampoco el hecho de que la "Asamblea Eclesial" fuera declarada el inicio de un proceso, justificaría un distanciamiento más allá de lo que la propia historia impone a los caminantes desde estas dos referencias. El Vaticano II y las Conferencias Episcopales también desencadenaron procedimientos en las comunidades, parroquias y facultades de teologíaa través de sus Documentos y Conclusiones. La "Primera Asamblea Eclesial" y su bandera de "conversión sinodal" no significa ruptura, sino inserción y continuidad creativa en una larga “caminhada” desde el Vaticano II (1961-65), Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007). La "Primera Asamblea Eclesial" no comienza en un marco cero imaginario, sino que forma parte de una marcha histórica concreta.
2. Consenso
Los acontecimientos de referencia desde el Vaticano II hasta Aparecida de la "Primera Asamblea Eclesial", sus contenidos y métodos, fueron el resultado de calurosas discusiones. En ninguno de estos eventos y procesos que se generaron, hubo unanimidad. Basta con leer las votaciones finales de los documentos del Vaticano II para darnos cuenta de esta realidad histórica, en la que podemos aprender a vivir con consensos sufridos y plurales que no significan unanimidad. Basta reconstruir las discusiones en torno a la eclesiología del Vaticano II, en las que se disputaba la eclesiología de "comunión" y "misterio", defendida por el cardenal Ratzinger, y la eclesiología del "Pueblo de Dios", sobre la base del capítulo II de Lumen Gentium y defendida por sectores en torno a la Teología de la Liberación y del Tercer Mundo, que fueron disputadas por los pontificados de Benedicto y Francisco, ambos sectores ganaron legitimidad en la Iglesia.
La unanimidad caracteriza a los regímenes autoritarios. "La lógica de la encarnación" nos recordó el "Documento Final del Sínodo para la Amazonía", contribuye necesariamente a un "rostro pluriforme" de la Iglesia, "arraigado en muchas culturas diferentes" (DFSA 91). No podemos esperar de sínodos o asambleas eclesiales unanimidad, lo que significaría desconocer la condición humana histórica y las contingencias de los actores sociales. El Espíritu puede transformar las diferencias entre personas y pueblos, que a veces se sienten incómodos, "en dinamismo evangelizador" (EG 131, cf. 162). Los sínodos y concilios nos enseñan a vivir con "una realidad dinámica" (FT 211) y a aceptar los condicionamientos históricos de la verdad. "La expresión de la verdad puede ser multiforme" (EG 41). Su unidad es escatológica, cuando vemos a Dios cara a cara. Los sínodos y las asambleas eclesiales no tienen por qué temer distintas opiniones y discusiones. Pueden ser lugares de convivencia civilizada y discusiones productivas entre diferentes sectores de la Iglesia una y santa.
3. Clericalismo
Aunque las conferencias latinoamericanas eran episcopales, no tenían lugar desarticuladas del pueblo de Dios en su conjunto. La mayoría de los delegados de estas conferencias venían de las realidades sufridas en sus diócesis y prelaturas. En general, no se trataba de élites, y debido a esto no sirven como ejemplos de un clericalismo que necesita ser erradicado. Basta con leer las respectivas Conclusiones. Basta con leer el “Documento Final del "Sínodo [todavía episcopal] para la Amazonía" (DFSA) para sentir el celo pastoral de sus autores, en su mayoría clérigos. Sin embargo, las decisiones pastorales correctas necesitan la participación del pueblo de Dios al que se refieren.
La palabra "clericalismo", que de hecho es un fenómeno abominable en la Iglesia, apunta para es el uso y abuso del poder institucionalizado que mantiene a los laicos "al margen de las decisiones"(EG 102). Para sanar a la Iglesia de ese "abuso de poder institucionalizado", que puede ser clerical o laical, el Papa Francisco propuso esta metamorfosis de la "Conferencia Episcopal" en "Asamblea eclesial". La mayoría estadística de los asambleístas estaba compuesta por laicos y laicas. En la conducción de la asamblea, sin embargo, el papel decisivo no fue de ellos, sino el de los cuadros institucionales del Celam, que cumplieron el papel que desempeñó la Curia Romana durante el Vaticano II. Al iniciar sus trabajos, la asamblea se enfrentó al Programa General del evento, sin consulta ni posibilidad de modificación alguna. Todo ya estaba previsto y decidido, como antiguamente en los Cursillos de Cristiandad.
4. Participación
La perspectiva de una participación real del pueblo de Dios en la "Asamblea Eclesial" provocó grandes expectativas. Es comprensible que tal participación no pueda ocurrir de la noche a la mañana. Vale la pena recordar una frase programática de Aparecida sobre esta participación, válida para y más allá de la "Primera Asamblea Eclesial": En la realización de la "conversión pastoral" de la Iglesia y de la "renovación misionera de las comunidades" (Ap 7, 2), "los laicos deben participar en el discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución" (Ap 371). La "Asamblea eclesial" de 2021, llamada como "Asamblea del pueblo de Dios", debe ser evaluada desde esta efectiva participación.
Esta "participación" ya se practicaba al inicio del Concilio Vaticano II, cuando la asamblea de los más de dos mil padres del Concilio presentes se declaró soberana frente a los esquemas preparados por la Curia Romana. Al final de la primera sesión del Concilio, se creó una Comisión de Coordinación que rechazó, a excepción del esquema de liturgia, prácticamente el resto de los 69 esquemas preparados. También vale la pena releer lo que la Conferencia de Puebla (1979) propone en la tercera parte de sus Conclusiones, sobre la práctica amplia de la participación en la Iglesia: "Evangelización en la Iglesia de América Latina: comunión y participación" (DP 563-1127). "La "conversión sinodal" exige "comunión y participación" en la búsqueda de "nuevos caminos eclesiales, sobre todo en la ministerialidad y sacramentalidad de la Iglesia" (DFSA 86).
En la "Síntesis Narrativa", que sistematizó la escucha de las voces del pueblo de Dios, antes de la realización de la "AsambleaEclesial", se menciona más de doscientas veces el anhelo conceptual de la "participación". Por lo tanto, se puede presumir que esta asamblea tendría un fuerte deseo de una participación mayor y real en todo lo que la Iglesia propone para servir a la humanidad.
5. Autonomía
Las Conferencias Episcopales que precedieron a la " Primera Asamblea Eclesial" comenzaron su trabajo con la constatación de la soberanía de la asamblea, y con la consulta con los participantes sobre la posibilidad y calidad de un Documento Final. Una minoría, más alejada de la realidad pastoral o más cercana a la Curia Romana, votó generalmente en contra de un Documento Final, pero fueron precisamente las Conclusiones de las respectivas Conferencias Episcopales las que permitieron prolongar los eventos en procesos fructíferos, que tuvieron una amplia participación en las Iglesias locales.
Al recibir al inicio de la “Asamblea Eclesial” el Programa General los asambleístas supieron que la "Primera Asamblea Eclesial" no produciría un Documento Final que significó una ruptura con las experiencias exitosas de las Conferencias Episcopales anteriores. Al final de la jornada del sábado 27 de noviembre, se llevaría a cabo la "Presentación de Conclusiones" que se convirtieron en "Doce Desafíos Pastorales "que, casi en su totalidad, ya se encuentran en el Capítulo II de Evangelii Gaudium, de 2013. En el cálculo de los votos, estos desafíos se sumaron matemáticamente. Sin embargo, "el Consensus Ecclesiae no resulta del recuento de votos, sino que es el fruto de la acción del Espíritu, alma de la única Iglesia de Cristo" (Episcopalis Communio 7). Ni siquiera se mencionaron otras experiencias pastorales y sus desafíos, como las Comunidades Eclesiales de Base, las Misiones Populares y los Mártires. Los pueblos indígenas y afrodescendientes entraron como último desafío. Estamos delante un resultado austero para un evento largamente esperado para abrir el camino para una amplia participación del pueblo de Dios en la Iglesia. La Asamblea fue conducida a dar respuestas a algo que no fue preguntado. En el “ver”, que se ocupa del estudio de la realidad, todas las conferencias episcopales se han desdoblado para identificar desafíos. Ahora es el momento para que los discípulos misioneros asuman la iglesia en salida. Lo que dijo el Papa sobre la "corresponsabilidad", la "rehabilitación y el apoyo a las sociedades heridas"(Fratelli Tutti 77), es muy concreto y también se aplica a la Iglesia.
Una participación real del pueblo de Dios, además de la escucha, la presencia numérica y la realización delas actividades pastorales, dependerá de ajustes permanentes entre la conversión sinodal y la participación eclesial. Estos ajustes requieren humildad, vigilancia, discernimiento, coraje profético y lealtad eclesial. Los cinco discernimientos sobre continuidad, consenso, clericalismo, participación y autonomía en la "Primera Asamblea Eclesial" no perturban la recepción festiva que recibió de sus organizadores, que merecen gratitud, y por parte de muchos asambleístas que, por primera vez, participaron en un evento de esta magnitud. El " discernimiento evangélico de la realidad"(cf. EG 45; 50) y "la alegría del Evangelio" son dones del Espíritu. Ambos son expresiones del celo misionero.
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