Adviento, tiempo de gratitud

11 de Diciembre de 2021

[Por: Rosa Ramos]




Proclama mi alma la grandeza del Señor

Y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador…

(Canto de alabanza de María, Lc. 1, 46-47 ss)

 

Es frecuente hablar del Adviento como tiempo de esperanza. Y sin duda que lo es, es el tiempo de la memoria de la espera gozosa del Salvador.  Sabemos la historia ya acaecida, pero volvemos a henchir el corazón de esperanza y a alegrarnos con la alegría simple de los pastores al ver “un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”.

 

Pero hoy quiero enfocar el Adviento como tiempo de gratitud. Diciembre es tiempo de balance, quizá porque coincide con el fin de año, y, en el caso del sur con la proximidad del verano y las vacaciones para muchos. También puede suceder que sea un mes exigente, cargado de actividades por el cierre del año, las despedidas (encuentros) con todos los grupos, en muchos casos se pierde en un tiempo de corridas y de shoppings…  Sin embargo, si podemos sustraernos de ese vértigo de actividades y consumo, muchas veces impuestas socialmente, y dedicar tiempo a mirar hacia atrás el año vivido, todos tendremos algo o mucho para agradecer.  

 

Una canción religiosa se titula “Acuérdate de agradecer”, empieza mencionando motivos tan simples como la luz, el aire, los sonidos, la lluvia, el rocío. Continúa recordando agradecer por la familia, por el pan compartido, por estar unidos y querernos aún más. Existen otras muchas canciones populares que recogen esta sabiduría, como el “Gracias a la vida” de Violeta Parra, una mujer que no tuvo precisamente una vida color de rosas o “Es bonita”, esa bellísima canción que canta la brasileña María Betania, en la que reconoce que la vida podría ser mucho mejor, y confía que lo “será”; sin embargo luego de pasar por diferentes ideas acerca de la vida, se queda con la simplicidad de la respuesta de los niños “la vida es bonita”. Bella, como también lo expresa la famosa película de Roberto Benigni, en que el pequeño agradece el amor y la ficción de su padre que le permitió sobrevivir los horrores de la guerra.

 

Nos hace bien contemplar el devenir del año y hacerlo con memoria agradecida. Seguramente en todas las familias ha nacido un niño, otros han crecido y ya hablan, caminan, nos deleitan con sus continuos aprendizajes. Probablemente  alguien ha culminado algo en lo que estaba empeñado, como una carrera, o ha encontrado trabajo, ha formado pareja, o se ha mudado y nos hemos alegrado con sus novedades. Hemos visto personas que no pudimos ver por meses, hemos vuelto a frecuentar amigos  que la pandemia nos lo impedía, quizá hasta nos hemos reconciliado con algunos que estaban distantes. ¿Cómo no volver a pasar por el corazón todo eso con inmensa gratitud? Quizá también hemos vivido experiencias personales hermosas este año que han dado color y calor a nuestras existencias, pues todo eso con gratitud podemos colocarlo como “oro, incienso y mirra”, nuestro tesoro, en el pesebre. 

 

Más allá de los motivos personales y familiares, con una mirada a los acontecimientos sociales es probable que haya “pérdidas”, retrocesos que nos duelen, pero también hay -más allá o más acá- hechos positivos para volver a pasar por el corazón y agradecer. 

 

A modo de ejemplo, la investigación científica ha permitido crear vacunas contra el covid y sus variantes. No en todos, pero en muchos países la vacunación ha sido rápida y ha alcanzado a la mayoría de la población,  tenemos la experiencia de que eso ha permitido bajar la letalidad de la enfermedad, cursarla en forma más leve. Gracias también a las vacunas las personas mayores e inmunodeprimidas han podido ver a sus familiares, las mesas familiares se han vuelto a poblar.  ¡Cómo no agradecer a los científicos y a quienes han hecho posible ir superando esta pandemia y por los enfermos que han mejorado! 

 

En muchos casos la economía se va reactivando y por lo tanto en más hogares esta Navidad hay menos zozobra y más tranquilidad, pues sus miembros han vuelto a trabajar y ganarse el pan. En este sentido las ollas populares que han sido imprescindibles, y por las que no cesamos de dar gracias al esfuerzo y la generosidad de tantos que las crearon y mantuvieron en la dificultad, van dejando espacio al “parar la propia olla” que recupera sobre todo dignidad.

 

En este breve listado de motivos para agradecer en este Adviento 2021, no puede faltar lo vivido a nivel eclesial: la primera Asamblea Eclesial Latinoamericana y Caribeña. ¡Un verdadero regalo de Dios que el paso del tiempo aquilatará en su justa medida! Estos regalos a veces se valoran más a distancia, como seguimos descubriendo el Concilio Vaticano II o la Conferencia Episcopal de Medellín, como grandes hitos de la historia eclesial.

 

Se trató de una Asamblea verdaderamente Eclesial, amplia, en la que participaron presencialmente cien personas con distintas responsabilidades y de distintos estados dentro del Pueblo de Dios, pero en la que por primera vez hubo encuentros y trabajos en grupo en forma online todos los días, en las que la participación fue muy numerosa y activa. Temas e inquietudes que realmente afectan a los creyentes y  por los cuales otros se han alejado de la Iglesia, que se comentaban en círculos pequeños o “en secreto”, fueron llevados y planteados abiertamente en la Asamblea. Hubo un tiempo de escucha previa, que es parte del Camino sinodal, que  continúa en diversas fases hasta octubre del 2023.

 

En concreto y como Amerindia, damos gracias a Dios por la activa participación de los miembros del Comité, en especial de Óscar Elizalde, presente en México –antes también en Roma en el lanzamiento- y la participación virtual de Rosario Hermano, con su excelente planteo en tres minutos. Agradecemos a Dios, a ambos por su entrega, y a tantos otros amerindios que dieron su aporte en los trabajos grupales. ¡Seguimos caminando juntos, pero ahora nos detenemos para valorar y dar gracias por el camino emprendido!

 

Adviento, tiempo de esperanza, de gratitud, y por qué no sumar tiempo de reconciliación. Así llegaremos a la Navidad con un corazón más esponjado para acoger la Presencia del Dios con nosotros, que está, pero que en la fe -no en forma mágica- estamos llamados a descubrir siempre nueva y desafiante.

 

El Magnificat de María lo conocemos y hacemos propio, en tanto la canción citada termina así:

 

Ahora unamos nuestras manos y una vez más agradecer
al que ilumina nuestras vidas y nos ha dado el poder
de ver las flores y los pájaros cantando.
Y de aprender a agradecer.

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