Pablo Richard, teólogo de la liberación contra la idolatría del mercado

24 de Setiembre de 2021

[Por: Juan José Tamayo]




Colega y amigo entrañable

 

En la mañana del 20 de septiembre recibí la noticia del fallecimiento de mi entrañable amigo y colega Pablo Richard. Me quedé helado y no tuve fuerza para preguntar por la causa de su muerte. Por mi mente pasaron los recuerdos de tantos seminarios de estudio compartidos en el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) en San José (Costa Rica); los numerosos encuentros intercontinentales, el primero en la sede del Consejo Mundial de Iglesias en Ginebra en 1983 durante el VI Encuentro de la Asociación Ecuménica del Tercer Mundo de Teólogos y Teólogas, donde nos conocimos,  y el último en la Universidad Iberoamericana (la Ibero) de la ciudad mexicana de Puebla en 2017 durante el Encuentro e intergeneracional La fuerza de los pequeños: Hacer teología de la liberación desde las nuevas resistencias y esperanzas, que reunió a 46 teólogos y teólogas de distintos países de América Latina y el Caribe; su participación en el Congreso de Teología de la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII en 1988; el Congreso sobre la encíclica del Papa Francisco Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común, celebrado en San Cristobal de Las Casas en 2015; la cena en mi casa de Madrid compartida con mi esposa Margarita, mis hijos, Pablo y su esposa Gabriela.

 

Formación interdisciplionar

 

Pablo Richard nació en Chile en 1939 y falleció en San José de Costa Rica, donde vivía desde 1978. Hubiera cumplido 82 años el próximo 13 de diciembre. Era uno de los teólogos y biblistas latinoamericanos de la liberación más reconocidos en América Latina y a nivel mundial. Tenía una excelente formación interdisciplinar. Estudió Filosofía en Austria, Teología en la Universidad Católica de Chile, Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma y en la Escuela Bíblica de Jerusalén, y sociología en la Sorbona de París, donde obtuvo el doctorado con una tesis de sociología de la religión sobre “Muerte de las cristiandades y nacimiento de la Iglesia”, que marcó sus futuras investigaciones y sus prácticas eclesiales como miembro y animador de las comunidades de base. 

 

Tuvo como profesores a los más prestigiosos maestros en los diferentes campos de su formación, entre ellos: José Comblin y Gustavo Gutiérrez, en teología, Luis Alonso Schökel, Carlo María Martini, posteriormente arzobispo de Milán, Pierre Grelot y Roland de Vaux en los estudios bíblicos. Era un profundo conocedor del marxismo en su vertiente utópica, humanista y crítica, cuyos análisis sociales, políticos y económicos utilizó como mediación socioanalítica para el análisis de la realidad latinoamericana, con los correspondientes correctivos desde el punto de vista del cristianismo jesuánico.   

 

En el nacimiento de Cristianos por el Socialismo

 

Vivió activamente la elección de Salvador Allende y el proceso democrático y pacífico de transición al socialismo en su país, Chile, donde nació el movimiento Cristianos por el Socialismo, que posteriormente se extendió por otros países, entre ellos España en 1973. Richard fue uno de sus fundadores, dirigentes y principales teóricos y sobre el que escribió varias obras. El movimiento buscaba un diálogo público y una convergencia entre el cristianismo y el socialismo en su perspectiva ética liberadora, liberados ambos de sus respectivos dogmatismos e incompatibilidades. 

 

La dictadura de Pinochet le obligó a salir de Chile camino de Francia, donde, según confesión propia, tomó distancia de la Iglesia y del sacerdocio. “Fue -afirma- un exilio en todos los sentidos posibles, pero también un tiempo duro de reflexión y reconstrucción interior”. Allí encontró una corriente cálida de solidaridad, especialmente en los Padres Dominicos Chenu y Cosmao y en el teólogo protestante George Casalis. El encuentro con Monseñor Romero, arzobispo mártir de San Salvador, a su vuelta a América Latina, le marcó para siempre en su vida y en su teología y significó el fin de su exilio eclesial y la integración en la Iglesia, donde asumió una misión nueva.

 

En 1978 se trasladó a San José de Costa Rica para trabajar en el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), centro de diálogo fecundo entre biblia, teología y economía y lugar de formación de agentes de comunidades de base, líderes de movimientos sociales y jóvenes investigadores, donde Pablo y yo compartimos enriquecedores encuentros interdisciplinares bajo la guía del prestigioso economista y teólogo Frantz Himkelammert en el horizonte de la teología de la liberación. En dicho Centro, del que fue director, trabajó ininterrumpidamente durante 40 años, sin duda los más fecundos y creativos tanto en el terreno de la formación como en la producción teológica y bíblica. 

 

La idolatría, vinculada con la opresión 

 

Cabe destacar de dicha producción la obra colectiva de la que fue coordinador y coautor La lucha de los dioses. Los ídolos de la opresión y la búsqueda del Dios liberador, publicada por el DEI en 1980, que tuvo un fuerte impacto sobre todo en Centroamérica. En ella muestra que la idolatría está intrínsecamente vinculada con la opresión tanto personal como estructural y que la principal amenaza para el cristianismo no es el ateísmo, sino la corrupción religiosa, política y ecuménica del sistema dominante.

 

Richard participó en los diálogos de la teología latinoamericana de la liberación con otras teologías del entonces llamado Tercer Mundo: las teologías asiáticas y africanas y la teología negra estadounidense en un profundo y enriquecedor desafío dentro de la Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del tercer Mundo, cuyo primer encuentro tuvo lugar en 1976 en Dar-es-Salam (Tanzania). Estos encuentros fueron críticos con la teología eurocéntrica, denunciaron el racismo epistemológico occidental y pusieron las bases para el nacimiento de una teología autónoma de los pueblos del Sur, en diálogo entre religiones y culturas a nivel de igualdad.

 

Como indiqué al principio, mi primer encuentro con Pablo Richard tuvo lugar en 1983 en el VI Encuentro de la Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo celebrado en la sede del Consejo Mundial de Ginebra en torno al tema “Hacer Teología en un mundo dividido”, al que fuimos invitados teólogas y teólogos de Estados Unidos y Europa. De España asistimos la teóloga feminista Margarita María Pintos de Cea-Naharro y yo. Ahí comenzó una larga amistad con Pablo Richard alimentada por la teología de la liberación, que ambos cultivamos, él desde América Latina y yo desde España. 

 

Papel destacado en aquel encuentro tuvieron las teólogas feministas de la liberación quienes, aun valorando los aportes del feminismo del Primer Mundo, reconocieron que dicho feminismo no había tenido en cuenta con la seriedad requerida los fenómenos del racismo, el imperialismo y la explotación clasista, que tenían consecuencias muy negativas en las mujeres del Tercer Mundo. 

 

Pilares de la teología de Pablo Richard

 

Cuatro son los pilares en los que se sustenta la teología de Pablo Richard: la práctica de la liberación, la Iglesia de los pobres, la lectura comunitaria popular de la Biblia y la espiritualidad. Su teología, comprometida política, económica y socialmente, no se limita a pensar e interpretar el mundo, sino a transformarlo, aplicando a las teólogas y los teólogos la tesis XI de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos se han limitado a interpretar de distintas formas el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.  

 

Pablo Richard acompañó los procesos revolucionarios latinoamericanos, especialmente la Revolución Sandinista en Nicaragua, a través de la formación de los dirigentes del movimiento cristiano de base y del surgimiento de otro modelo de Iglesia que apoyara las transformaciones políticas, religiosas, sociales, ecuménicas y culturales del continente. Teoría y práctica de la liberación fueron inseparables en su vida y su pensamiento.  

 

Jugó un papel fundamental en el paso de la “Iglesia de Cristiandad”, ubicada en la clase dominante y en las estructuras de poder, a la “Iglesia de los Pobres”, ubicada en los sectores empobrecidos de la sociedad y orientada a la transformación de las relaciones eclesiales jerárquico-patriarcales y autoritarias en estructuras comunitarias y relaciones fraterno-sororales. 

 

Richard creó el movimiento de Lectura Popular y Comunitaria de la Biblia destinado a la formación de los agentes de pastoral de toda América Latina a través de una hermenéutica liberadora de la Biblia como fuente de vida y esperanza, orientada a la transformación global de la sociedad desde la opción por las personas y los colectivos empobrecidos como sujeto colectivo privilegiado de la palabra de Dios.

 

Uno de los ejemplos más luminosos de dicha lectura de la Biblia es Apocalipsis. Reconstrucción de la esperanza (DEI, San José de Costa Rica, 1994), libro de gran rigor exegético nacido y practicado en los talleres bíblicos. En él estudia el libro neotestamentario del Apocalipsis, que se orienta a la reconstrucción de la esperanza en tiempos de persecución, transmite a los cristianos perseguidos una espiritualidad de resistencia y propone un mundo alternativo. Richard no lee el Apocalipsis con la mirada puesta en el fin del mundo y de manera catastrofista, sino a partir de la experiencia de la resurrección de Jesús de Nazaret.  La utopía que propone el Apocalipsis no remite al más allá de la historia, sino a un mundo sin opresión y sin una muerte indigna. El Apocalipsis, afirma, “crea mitos liberadores y subvierte los mitos dominantes”. 

 

Otro de los pilares de su teología es la espiritualidad liberadora, que nace del encuentro con el Dios de los pobres, de la esperanza y de la vida, enfrentado con la idolatría del mercado y del capital, convertidos en absolutos a los que rendir pleitesía. Dicha espiritualidad se rige por el principio evangélico anti-idolátrico: “No podéis servir a dos señores: a Dios y al dinero” (Mt 6,24), que él vivió ejemplarmente y enseño en su lago magisterio bíblico tanto académico como en la lectura comunitaria. 

 

La memoria de Pablo Richard seguirá viva en su esposa Gabriela y sus hijos, en las comunidades eclesiales de base, en el mundo de la mendicidad a quien acompañó y en sus libros, que continuarán iluminando nuestro caminar hacia la utopía de Otro Mundo Posible. De sus numerosas publicaciones recomiendo la lectura de las siguientes: Cristianos por el Socialismo. Historia y documentos (1976), La Biblia y la memoria de los pobres (1978); La Iglesia latinoamericana entre el temor y la esperanza (1980); Apocalipsis. La reconstrucción de la esperanza (1994); El movimiento de Jesús antes de la Iglesia (1998); Fuerza ética y espiritual de la teología de la liberación en el contexto de la globalización (2004) y, como editor, Diez palabras clave sobre la Iglesia en América Latina (2003). 

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