Oración a los cuatro rumbos del universo en el altar maya con motivo de mis 40 años de ministerio sacerdotal

23 de Setiembre de 2021

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Hacia el Oriente

 

(Se inciensa, sonido de los caracoles 3 veces; esto se repite en cada rincón del universo)

 

Los cielos proclaman la obra de Dios; la bóveda celeste anuncia la obra de sus manos.

Un día le pasa su mensaje al siguiente;

Una noche le transmite a la otra su conocimiento (SALMO 19).

 

Por eso te alabamos, Dios de la vida, Dios de la historia;

Dios Padre y Madre, Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra.

Porque así como el sol al nacer cada día, da vida, fuerza y calor a todas las creaturas,

Así Tú, nuestro Creador, nos acompañas desde el amanecer de nuestra vida;

Tú nos regalaste al verdadero Sol, Jesucristo, fuego y luz en nuestras vidas.

Y así nos acompañas durante todos nuestros días.

Tú cuidas nuestro trabajo y nuestro descanso.

Por eso te bendigo, Señor, porque estuviste siempre conmigo desde el inicio de mi ministerio sacerdotal hace 40 años, hasta el día de hoy.

Tú caminaste conmigo las duras jornadas de trabajo y me diste la fuerza como al profeta Elías, y también me ofreciste la alegría y el reposo.

¡¡Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra, bendito seas, engrandecido seas!!

 

(Reverencia hacia el Oriente)

 

Hacia el PONIENTE

 

Señor, te invoco, apresúrate a socorrerme.

Escucha mi voz cuando te invoco.

Que mi plegaria sea como incienso ante ti,

Y mis manos alzadas como el sacrificio de la tarde (SALMO 141).

 

La noche, la oscuridad, el inframundo. Lugar donde se oculta el sol,

Se oculta para nacer de nuevo.

Lugar donde muere el sol, lugar donde muere Dios.

La noche que invita al silencio, a la reflexión sobre el misterio de la vida.

La oscuridad del inframundo donde los gemelos divinos Hun Ahpu e Ixbalanqué vencieron a los malvados señores de Xibalbá, según el Libro Sagrado de los mayas: el Popol Vuh.

La noche en la que Cristo Resucitó victorioso después de haber vencido a la muerte y al pecado.

La noche en la que Jacob estuvo luchando con Dios.

La noche de la revelación donde ocurren los sueños, como a José, el esposo de María.

Gracias, Dios de la vida y de la historia, por mis noches a lo largo de estos 40 años de ministerio sacerdotal. Algo me habrán enseñado.

Como el profeta Elías, que caminó 40 días y 40 noches hasta el monte del Horeb, el monte donde encontró a Dios, de la misma manera quiero seguir caminando bajo la fuerza de tu Espíritu.

 

(Reverencia hacia el Poniente)

 

HACIA EL SUR

 

Yo exultaré por las obras de tus manos,

Porque me alegraste, Señor, con tus prodigios.

¡Qué grandes, Señor, son tus obras,

¡Qué profundos tus proyectos! (SALMO 92).

 

El sur, lugar de la fecundidad, de la vida.

Lugar de la mujer y sus frutos, lugar de la abundancia.

Gracias, Padre y Madre de la vida por el maíz, nuestro alimento,

Por los frutos y las flores amarillas,

Por las semillas y las plantas.

Gracias por la alegría que siembras en nuestros corazones,

Gracias por el Espíritu Santo, la Rúaj, tu fuerza y sabiduría.

Ese Espíritu que habitó a María para que naciera nuestro salvador Jesucristo.

A lo largo de 40 años de ministerio sacerdotal he visto muchos dones que salen de tus manos para la vida del Pueblo Santo de Dios, te he palpado en el rostro y en el corazón de los humildes, los sencillos, los pobres, los indígenas.

Con ellos engrandeces el corazón de cada hombre y de cada mujer.

Gracias, Padre de la vida, por esa bendición providente que has dado a mi vida.

Gracias, por haber visto en tantos rostros tu mirada de amor hacia mí.

 

(Reverencia hacia el Sur)

 

HACIA EL NORTE

 

Dichosos los que habitan en tu casa

Alabándote siempre.

Dichoso el hombre que encuentra la fuerza en ti

Cuando decide emprender la peregrinación (SALMO 84).

 

El norte, lugar del frío, de las heladas, de los vientos.

Pero también lugar de la sabiduría,

el color blanco de las canas de nuestros abuelos.

Representa nuestros orígenes, nuestras raíces.

Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra,

Gracias porque aquí nos sembraste,

en esta tierra morena, en esta historia, en este tiempo.

Nos diste la sabiduría de tu Espíritu Santo,

Nos diste la sabiduría ancestral de nuestros pueblos originarios del continente:

Mayas, mexicas, toltecas, zapotecos, rarámuris, quíchuas, aymaras, guaraníes.

Aquí estamos plantados en este hermoso Altar Maya para tejer la historia contigo, para tejer armonía y acuerdo, para tejer la vida, para tejer la paz. Permítenos seguir tejiendo la vida contigo.

Somos los retoños de los abuelos que Tú sembraste.

Gracias por estar aquí con nosotros.

(Reverencia hacia el Norte)

 

HACIA EL CENTRO

 

Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos,

 la luna y las estrellas que fijaste,

¿Qué es el ser humano para que lo recuerdes,

El hijo del hombre para que te ocupes de él? (Salmo 8).

 

El centro de nuestro Altar, donde se cruza el camino de Dios que viene de Oriente a Poniente con el nuestro, que camina de sur a norte para juntos tejer la historia; para juntos tejer la vida, para juntos crear armonía y paz.

Gracias, Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra, Nuestro Formador, nuestro Hacedor.

Gracias porque me has llamado al ministerio sacerdotal para colaborar en tu obra de dar vida, de tejer armonía, de tejer belleza, de tejer paz y concordia.

Gracias, porque tu Reino se ha manifestado a los pequeños, a los pobres, a los débiles y me has hecho el regalo de tocarlo con mis manos, de mirarlo con mis ojos, de gozar de su alegría en mi corazón.

Gracias, porque me has hecho el regalo de ver tu obra en otras culturas, en otros pueblos, en otras lenguas.

Tú eres infinito, pero te haces palpable en el color de la tierra, en la piel morena de tus pueblos, en la belleza de sus lenguas, en la sabiduría de sus mitos y ritos.

¡Bendito seas!

 

(Reverencia hacia el Centro)

Jiquilpan, Jalisco, México

 

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