Cien no es un número bíblico… pero

19 de Setiembre de 2021

[Por: Rosa Ramos]




Yo soy en las palabras como un hijo en el útero,

El grao en la vaina…

Yo soy en las palabras como un balcón al cielo, 

como un barco al mar…

Y las siento, las amo, son mías… 

Porque cada palabra es una vida que me transforma…

Roberto Vecchioni

 

Siete, doce, cuarenta, esos son números claves en la Biblia, sin embargo cien es un número redondo y clave entre nosotros. Todos seguramente recordamos la novela de García Márquez, Cien años de soledad; algunos celebran con gran alegría los cien años de un ser querido. Se celebran los cien años de una institución y un dicho popular dice que “no hay mal que dure cien años…” Así que el tal número tiene su “fama”. En este caso, con gran alegría celebro las cien entregas para este blog de Amerindia al que me invitaron a escribir a fines del 2017.

 

Amerindia proponía esta dinámica de blogs temáticos como espacios de opinión para “tejer la vida y la teología desde Dios y desde abajo.” Elegí  como título del blog El Espíritu y la libertad, lo hice precisamente porque me permitía escribir de diferentes temas, con libertad, según el Espíritu -o mi lectura de su paso- me soplara. Me voy a permitir un repaso, no de los cien artículos, sino hacer una memoria agradecida para reafirmar o reorientar los futuros.

 

Pero antes quiero agradecer a Amerindia en las personas de Rosario Hermano y Pablo Bonavía la confianza entregada y el aliento tan fraterno; en las de Óscar y Deysi su excelente trabajo y disponibilidad desde Bogotá… a veces recibiendo a última hora el artículo, otras buscando una imagen cuando no la propongo y les pido ayuda. Agradezco la lectura previa a la publicación de Armando y de Nelly, uno y otro me hacen valiosas sugerencias para mejorar el texto.

 

Por supuesto un gran agradecimiento a todos los que leen quincenalmente los artículos, en especial a los amigos fieles, que además de leer comentan, que hacen aportes al tema tratado o que señalan otra perspectiva. No puedo citar a todos los que agradecen y me animan a seguir escribiendo, pero al leer esta entrega podrán decir con orgullo “sí, yo siempre hago un eco”. Por esta razón para mí este blog sin dejar de ser personal, lo siento en diálogo con otros, como construcción o tejido –esa expresión que tanto me gusta- compartido. 

 

Elegí esta vez empezar con unos versos de Vecchioni con los que me identifico plenamente, pues yo amo las palabras, soy en ellas, soy con ellas, pero no sólo con las mías. Soy con las de los pensadores y los poetas que viven en mí, que me prestan sus categorías y versos para leer la realidad. Los hechos son mudos o como puntos sin relación entre sí, las palabras les dan sentido y unidad, los hacen inteligibles y valiosos. Las palabras, a mi juicio, tejen la historia de salvación, por algo el pueblo de Israel, o la comunidad pospascual, necesitó contarse primero, cantar, celebrar los acontecimientos significativos y luego escribir esa lectura de fe. No habría historia de salvación, sino puros hechos inconexos sin las palabras que los leyeran, interpretaran y compartieran. 

 

Ahora el repaso. En la primera entrega decía a modo de presentación personal y del propósito de la página: 

 

Confieso que la hermenéutica de la realidad me apasiona; persigo signos, huellas de una Presencia. Me sumerjo en la materia dura buscando ese filón de oro que van construyendo mano a mano, lucha a lucha, la evolución, la historia universal, las historias mínimas, y... el Espíritu. Filón de oro que se ha ido sedimentando en cada persona, pueblo, comunidad, y es tan real como las grietas y las capas de materiales más densos, oscuros, que también las conforman. 

Soy una empecinada buscadora y comunicadora de Buenas Noticias que descubro viviendo y escudriñando la realidad, la historia, la poesía, el arte, la calle, la gente... la vida misma...

Me interesan especialmente las personas y los procesos…

Me emociona entrar descalza a los mundos sutiles, para descubrir sensibilidad y delicadeza en quienes las guardan pudorosamente.

Amo la belleza de la trama en su quietud y mansedumbre, en su resistencia a ser aplastada o negada, pero también en su acontecer fugaz, en el vuelo frágil de mariposa, en los mínimos e intermitentes destellos de luciérnaga que no obstante iluminan la noche. Son, ya aquí -en arras, al decir de San Pablo- lugar de encuentro con la Belleza y la Eternidad…

 

Creo que he sido fiel a esta propuesta, que la realidad, la vida, los procesos, las luchas cotidianas son el contenido de mis páginas, son momento primero e insoslayable, al que le sigue la reflexión  teológica como momento segundo. Intento una hermenéutica de los signos de los tiempos, siguiendo la moción del Concilio, precedida de una escucha atenta, alerta, porque estoy convencida de que Dios está pasando o aconteciendo cada día y es menester decir “pica Dios ahí”, casi diría “pica, pícaro, te pillé”.

 

Cada quince días lo que los lectores reciben es “lo que me habita”, lo que ha sido vivido, contemplado y rezado en los días previos. Escribir es también mi lugar en el mundo, lugar de resistencia, lugar de apuesta porfiada a la vida, y, de algún modo, también mi contribución a un mundo nuevo que estamos entre muchos gestando cada cual con sus carismas.

 

En ese sentido, además de los versos de Vecchioni, también me siento dicha en los de Blas de Otero:

 

Si me muero, que sepan que he vivido 

luchando por la vida y por la paz. 

Apenas he podido con la pluma, 

apláudanme el cantar…

 

Si me muero, será porque he nacido 

para pasar el tiempo a los de atrás.

Confío que entre todos dejaremos

al hombre en su lugar...

 

Brindemos por los cien y por la fidelidad de ustedes, muy queridos lectores. Que Dios nos bendiga siempre más.

 

Imagen: https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Fsemillassolares.com%2Fpalabras-bonitas-2%2F&psig=AOvVaw0d5n3makhTFMwWTXutnEkJ&ust=1629459831493000&source=images&cd=vfe&ved=0CAsQjRxqFwoTCIjdvY-BvfICFQAAAAAdAAAAABAJ 

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