[Por: Fernando Vidal | Religión Digital]
Ese niño que vemos colgando entre manos no es sólo un niño, sino que es el mundo de mañana. En su llanto resuena el grito del mundo que se desgarra ante la tragedia de Afganistán y tantas otras en las que nos va la vida a todos nosotros. La foto es impresionante por su simetría. Abajo un muro, el caos y el terror. Arriba un cielo nublado envuelve la resignación, la impotencia y la estupefacción. Los brazos de un padre y una madre alzan al cielo el bebé. Es muy pequeño, su cuerpo se arquea, no tiene aún fuerza para sostenerse por sí mismo. Ese manojo de brazos es también simétrico al brazo que lo recibe y sujeta en el aire. El niño ya está en un país seguro, pero pareciera que esta brutal reconquista talibán que echa su negra sombra sobre todo el país dejara esta foto quieta para siempre, con el niño colgando entre dos mundos. Esas dos partes de la foto no están quietas ni ya unidas, sino separándose cada vez más, alejándose. Los de abajo son un buque que se hunde en la oscuridad del talibanismo sin que podamos salvar a la inmensa mayoría de náufragos…
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