28 de Agosto de 2021
[Por: Juan Manuel Hurtado López]
1. Premisas
En esta época lo menos que podemos decir es que vivimos un tiempo complejo, incierto, inseguro, lleno de contradicciones, con algunas esperanzas pero con grandes nubarrones en el horizonte. Un tiempo lleno de violencia, con muchas víctimas y gran deterioro de nuestra casa común: la hermana madre tierra.
Por eso creo que una mirada al apocalipsis de San Juan nos puede dar algunas claves de interpretación de todo esto que pasa hoy en nuestro mundo, sobre todo nos puede dar esperanza. El tiempo de las primeras comunidades cristianas se asemeja en mucho a lo que experimentamos hoy.
Esta época apocalíptica de las primeras comunidades cristianas puede iluminar la búsqueda de una espiritualidad para esta época: de caos, la postmodernidad, la sociedad líquida, como dice Sygmunt Bauman, la caída de paradigmas, de referencias. Y aquí los pueblos originarios pueden ser nuestros maestros.
Lo que yo voy a proponer es una relectura de la Sagrada Escritura desde el hoy de nuestra historia. Es partir desde este cambio de época con todas sus contradicciones, avances, valores, grietas y problemas. Es partir desde esta sociedad líquida, globalizada, neoliberal, para desde aquí leer la Escritura e iluminar el presente. Es un poco el trabajo que se refleja en el Deuteronomio: el Déutero-Isaías relee el acontecimiento del Éxodo, pero a partir de la nueva situación en el exilio y un poco antes de partir a Palestina.
El punto es ir a la espiritualidad de las primeras comunidades, pero desde el HOY de nuestra historia, de nuestras comunidades.
Lo primero es ubicar la espiritualidad de las primeras comunidades en su contexto. Esto tiene que ver con lugares (Palestina) tiempos (tiempo de persecuciones), cultura (es la cultura mediterránea), ideologías (es la Pax romana: el sometimiento ciego al Imperio) gobernantes (emperadores, gobernadores, Procónsules), organización del pueblo (hubo varios levantamientos antes de la destrucción de Jerusalén y aún después), organización de las comunidades: Jerusalén, Antioquía, Hechos, Timoteo, Tito.
La espiritualidad tiene un rostro, una historia, un camino. No cae del cielo.
2. El contexto de las comunidades
1.El contexto: guerra de Judas el Macabeo contra los seléucidas, griegos, Antíoco: 174-134 a.C. Helenización del judaísmo. Hay guerra y mártires.
2.El movimiento de Jesús del 4 a.C. (Antes de la muerte de Herodes el Grande) al año 30 y el nacimiento de las primeras comunidades cristianas.
Judas el Galileo, revuelta el 4-6 d.C. (Flavio Josefo)
3. Menahem (Ben Ezequías: 66-70) La destrucción de Jerusalén el año 70. La exégesis ha confirmado que los zelotas no son del tiempo de Jesús, sino que aparecen poco antes de la caída de Jerusalén del año 70, por ahí el 66.
4.Nerón hace la persecución contra los cristianos en Roma del año 64 al 68 d.C.
5.La sublevación de los judíos: Simón Bar Kokhba: 132- 135 d.C. contra el emperador Adriano. Fue sofocada.
6.Situamos el movimiento apocalíptico del 70 al 130 d.C. El apocalipsis de Juan, el profeta, el testigo se puede situar en al año 90-96 d.C. Todas estas revueltas están impregnadas de un espíritu mesiánico y apocalíptico: Dios actúa por la autoridad moral o por la fuerza de sus líderes.
3. Las primeras comunidades cristianas
No podemos admitir que el Cristianismo primitivo brotó como un solo bloque monolítico, al contrario nació plural, diversificado. No podemos quedarnos solo con los sumarios de las primeras comunidades en Hechos de los apóstoles 2, 42-47 y Hechos 4,32-36.
Se pueden distinguir cuatro corrientes en el cristianismo del siglo primero: un cristianismo judío, el cristianismo helénico, el catolicismo temprano y el cristianismo apocalíptico. Aquí Pablo Richard cita a J. Dunn. Estas cuatro corrientes no se excluyen, conviven al mismo tiempo, se relacionan, se complementan. A veces se dan tensiones entre ellas. Así aparece en Gálatas 3,1-9; Hch 21.
En todo caso, las comunidades primitivas viven el tiempo apocalíptico:
Y en este tiempo las comunidades tienen varias características: son perseguidas, oprimidas, están en resistencia, son comunidades martiriales, excluidas y algunas se van hacia la apostasía, como ocurrió con la comunidad de Laodicea (Ap 3,14-22). Es decir, que en vez de ser fieles a Jesús y al Espíritu, se inclinan ante la bestia, el Imperio Romano, la Gran Babilonia.
4. Juan escribe a las Iglesias del Asia Menor
Juan escribe a las Iglesias del Asia Menor: para que resistan, para que disciernan, para que se purifiquen, para darles esperanza, para que den testimonio, para que busquen un mundo alternativo, no que busquen o se vayan a otro mundo, sino que en este mundo de opresión busquen otra manera de vivir, construyan “un mundo” de acuerdo a sus sueños, a su Evangelio, para que descubran en esta historia concreta, la historia profunda, sobrenatural, escatológica, de salvación que Dios va realizando. Ya en esta historia se va dando la consumación anunciada.
Juan les escribe no tanto para que las comunidades piensen en el final de los tiempos, en la segunda venida de Cristo, sino para que piensen en el HOY, en el Kairós, en Jesús Resucitado que actúa hoy y que está y vive en las comunidades. Por eso la fuerza de la expresión en de las liturgias: ¡Ven, Señor, Jesús!
Una clave histórica es distinguir el cambio cualitativo entre lo profético y lo apocalíptico. La tradición profética se desarrolla en un mundo organizado, dentro del cual el profeta anuncia la Palabra de Dios. La apocalíptica, por el contrario, nace cuando ese mundo organizado ha sido destruido o cuando el creyente ha sido excluido del mundo organizado y es arrojado al caos de la marginalidad; lo apocalíptico busa reconstruir la conciencia, para hacer posible la reconstrucción de un mundo diferente.
El profeta busca reconstruir el mundo que está en la tierra, el apocalíptico busca reconstruir la conciencia y la esperanza, para construir un mundo diferente dentro de la misma historia. Lo reconstruye en la conciencia con visiones, símbolos y mitos.
Esto lo vemos ejemplificado en el caso de la suerte de Jerusalén:
ANTES de la destrucción de Jerusalén |
DESPUÉS de la caída de Jerusalén |
Los profetas predican la alianza, la conversión. Pero en los últimos siglos antes de Cristo decae el profetismo y entonces nace la apocalíptica. |
Surge el caos, la falta de referencias: la ley, el templo, los sacerdotes la circuncisión, el sábado.
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En este caos, de persecución, de poder de la bestia: el Imperio Romano, nacen las comunidades cristianas y buscan una espiritualidad. Es una espiritualidad apocalíptica: así se advierte en muchos textos de Pablo, San Juan, los sinópticos y el apocalipsis. (Gál 2,1-5)
Aquí se recurre al lenguaje simbólico, narrativo, mítico, a la contemplación, a la liturgia, para darle sentido y fuerza al vivir actual que es de opresión, persecución y resistencia.
El apocalipsis recoge las tradiciones apocalípticas judías que vienen desde el libro de Daniel y las tradiciones apocalípticas judeo-cristianas y cumple en la Iglesia una función crítica de la historia donde el Imperio Romano quiere homogeneizar todo. Esa fue la tentación de los nicolaítas: ser cristiano y admitir el poder y el dinero en su vida cristiana. O sea, hacer compatible el seguimiento de Cristo sin renunciar al poder y al dinero que ofrecía el Imperio, Roma.
En Jesús y en las primeras comunidades cristianas descubrimos que ellos hacen una síntesis entre la tradición profética y la tradición apocalíptica. En Pablo vemos fuertes acentos apocalípticos. Dice Pablo a las claras: “No pretendan conformarse al estilo, a las costumbres de vida de este mundo”, se refiere al mundo impuesto, tanto griego como del Imperio romano. De tal manera que entre Pablo de Tarso y el apocalipsis de San Juan hay mucha cercanía.
O sea, que el mensaje que dan, tanto Pablo como el Apocalipsis es profético y es apocalíptico.
Hay que construir una narrativa con símbolos, con mitos, con ritos, con imágenes, con un lenguaje creativo que alimente nuestra vida y nuestra espiritualidad y entonces, con esa fuerza vivir el presente, pero desde la perspectiva de Jesús y su Reino, desde los crucificados de la historia, desde los insignificantes y descartados. La fuerza nos la da el testigo fiel, Jesús y su Espíritu.
5. Lo central en el apocalipsis: clave teológica
El centro del apocalipsis es Jesús y su revelación en el hoy de la historia. Cristo muerto y resucitado, el Cordero degollado al que se le entrega todo el poder y la gloria para reinar por siempre es el que conduce la historia. Pero antes, según las visiones, hay que pasar por la gran tribulación. Son los miles de testigos con sus vestiduras blancas que ya blanquearon sus túnicas con la sangre del cordero y dieron testimonio y por eso ahora son esperanza para los miles de hermanos que siguen luchando para no configurarse con la bestia.
La escatología se realiza en el tiempo presente. Lo importante aquí es distinguir que, además de esta historia concreta con sus contradicciones y el poder de la bestia, se va desarrollando -en forma simbólica, mítica, llena de signos y visiones- otra historia, más profunda y trascendente. Esto quieren decir cielo y tierra en el apocalipsis. No como espacios geográficos: arriba el cielo, abajo la tierra. Sino que aquí en la tierra, aquí en la historia están el cielo y la tierra: lo humano y lo trascendente, sobrenatural: ésta es la clave teológica.
El apocalipsis es la revelación de Dios a los pobres, oprimidos y excluidos. Por eso está hecho de mitos y símbolos. El mito es polisémico: por eso siempre admite nuevas interpretaciones, según el momento de la historia que vive el pueblo, busca reconstruir la conciencia colectiva y la praxis social del Pueblo de Dios.. El apocalipsis crea mitos liberadores.
Con estas claves: la histórica y la apocalíptica ¿Cómo podemos leer la historia trascendente que se realiza hoy en este mundo, en esta historia con signos de muerte, de destrucción del planeta, de pandemia del covid 19, de calentamiento global, de daño ecológico en bosques, suelos, mares, ríos, aguas subterráneas, de empresas mineras extractivas, de contaminación ambiental?
¿Cómo podemos construir una narrativa teológica que propicie y fortalezca una espiritualidad encarnada, no de huida del mundo, sino de encarnación?
¿Cómo podemos mantener el profetismo como dimensión irrenunciable de nuestra búsqueda y testimonio del Reinado de Dios en esta historia?
Con la fuerza del testigo fiel, Jesús, y con la fuerza del Espíritu, ciertamente encontraremos símbolos, mitos y ritos que vayan creando una narrativa nueva que fortalezca nuestra espiritualidad y reconstruya nuestra esperanza. Y como decía al principio, en este trabajo mucho nos pueden aportar los pueblos originarios de nuestra América Latina y del Caribe. Como referencia dejo sólo dos indicaciones: el mito del Ojoroxtotil de los tsotsiles y el mito de la Serpiente devoradora de niños de los Rarámuris de Chihuahua, México.
Notas:
1 RICHARD, Pablo, Apocalipsis. Reconstrucción de la esperanza. Ediciones DABAR, México, 1995
2 BAUMAN, Sygmunt, LEONCINI, Thomas, Generación líquida =PAIDÓS= México, 2018, BAUMAN, Sygmunt, La cultura en el mundo de la modernidad líquida, = FONDO DE CULTURA ECONÓMICA= México, 2013.
3 SCARDELAI, DONIZETE, Movimentos messiánicos no tempo de Jesús. Jesús e otros Messías =PAULUS= Sao Paulo 1998
4 HORSLEY, Richard A., HANSON, JOHN s., Bandidos, profetas e Messías. Movimentos populares no tempo de Jesús. =PAULUS= Sao Paulo, 1995
5 RICHARD, Pablo, Apocalipsis. Reconstrucción de la esperanza. Ediciones DABAR, México, 1995, Pág. 22
Imagen: https://lacorriente.com/genero-apocaliptico-que-implica-por-que-se-creo/
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