“Ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo”

22 de Agosto de 2021

[Por: Armando Raffo, SJ]




La conocida afirmación de Jesús viene inmediatamente después de las bienaventuranzas en el evangelio de Mateo. Aunque Lucas también presenta las bienaventuranzas no se refiere a la sal de la tierra ni a la luz del mundo en ese contexto. Podemos encontrar algunas alusiones a la sal en los evangelios de Lucas y Marcos advirtiendo del peligro que supondría que la sal se desvirtuara, es decir que dejara de sazonar.  “Buena es la sal; mas si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la sazonará?”  (Lc.15, 34). 

 

El evangelio de Mateo introduce las bienaventuranzas diciendo que: “Viendo a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron.” (Mt. 5, 1) De esa forma se señala que ellos, sus discípulos, tendrían un lugar destacado junto al maestro que, como trataremos de mostrar, significará una misión especial. En efecto, no es descabellado pensar que así como las bienaventuranzas fueron dirigidas a todos los que estaban allí, que la invitación a ser sal de la tierra y luz del mundo fuese especialmente dirigida a sus discípulos. Así como el tono de las bienaventuranzas es universal, la afirmación “ustedes” son la sal de la tierra y la luz del mundo, se dirige a sus discípulos. Las bienaventuranzas son una exhortación general y las imágenes de la sal y la luz subrayan una misión específica para sus discípulos, sus seguidores. 

 

El contexto en el que Jesús alude a la sal y la luz no subraya la importancia que pudieran tener en sí mismas, sino como auxiliares de otra realidad. La sal da sabor, descubre o actualiza un potencial escondido de una realidad específica; realza algo ya existente  que perdería su gracia y su sabor si careciera de ella. Por otra parte, la luz no tiene especial  consistencia o entidad en sí misma sino que es imprescindible para ver lo que hay; sólo se puede ver claro si hay luz. Podríamos calificar las dos alusiones de Jesús como transitivas, es decir, como afirmaciones claramente alusivas a realidades precedentes. La sal y la luz realzan algo que podríamos calificar como escondido. Una revela el sabor de lo que hay y la otra deja ver lo que hay. En ese contexto, las afirmaciones de Jesús subrayan, más que realidades en sí, que lo son,  la virtualidad que las caracteriza. La sal y la luz no son, pues, consideradas como realidades en sí mismas, sino como relativas a quienes se empeñan por vivir al modo de las bienaventuranzas; ellas dan sabor y dejan ver el sentido profundo que se esconde en la vida de tantísimas personas.  

 

Si recordamos que la afirmación de Jesús viene después de las bienaventuranzas, bien podemos pensar que los invita a dar sabor y a iluminar la vida que fue tipificada como bienaventurada. Cuando Jesús dice a sus discípulos que son la sal y la luz del mundo, se está refiriendo a una misión que les cabe a ellos específicamente. Así como hay mucha gente que tiene espíritu de pobre, que son mansos, que lloran, que tienen sed de justicia, o que se encuentran encuadrados en los estilos de vida señalados por Jesús como bienaventurados, también es cierto que no siempre cuentan con la luz que les ayude a ver o percibir la importancia y la bendición que esas vidas suponen para la historia y los seres humanos en general. Descubrir el sentido de un tipo de vida constituye una ayuda fundamental para sostenerlo y cultivarlo. El sentido se hace especialmente relevante en contextos en que lo que se promueve y propaga son actitudes contrarias a las bienaventuranzas. 

 

¿Por qué esmerarse por tener el corazón limpio si la cultura y los mensajes que se propagan de mil formas predican todo lo contrario?, ¿por qué ser mansos en un mundo en el que todo parece conseguirse con algún tipo de violencia?, ¿por qué habría que luchar por ser justos en un mundo que muestra como satisfechos a los injustos? Dejar a la luz o poder saborear el sentido que entraña ese tipo de vida es un espaldarazo notable para cuidar la fidelidad. No en vano, como solemos decir, el cristiano es el que sabe algo de la trama profunda de la historia que le compromete aún más; no porque se trate de una obligación añadida, sino porque la luz que viene del evangelio permite ver y saborear la trascendencia de las bienaventuranzas.

Por otra parte, cabe recordar que no todos los que procuran vivir al modo de las bienaventuranzas, lo hacen desde convicciones filosóficas, teológicas. Lo que sí podemos afirmar es que la mayoría de las personas que consciente o inconscientemente intentan vivir al modo de las bienaventuranzas, han sido estimuladas, de una u otra forma, por testimonios de personas que les fueron significativas. 

 

Cuando Jesús dice que sus discípulos son la sal de la tierra y la luz del mundo, realza la importancia de iluminar y saborear el sentido de la vida. Y eso es así porque se trata de estimular un tipo de vida que, de una manera o de otra, redunda en un bien para todos. 

 

Si recordamos que las bienaventuranzas no son ni se refieren a actitudes “naturales” de los seres humanos, sino que, muy por el contrario, van en contra de dinamismos atávicos que perviven en nosotros, podemos calibrar mejor su importancia. Desde esa perspectiva  podemos intuir la relevancia que suponen para la vida de las personas como un dinamismo que humaniza. Las bienaventuranzas pueden ser calificadas como un avance de la humanidad, como el horizonte que nos puso y nos pone en marcha, siempre y cuando, no respondan a obligaciones heterónomas de cualquier tipo. Las bienaventuranzas son tales si así se las ve y se las saborea. Ellas adquieren su verdadera estatura cuando son alumbradas como sentido y como el sabor que caracteriza a los humanos. 

 

Cuando Jesús dice a sus discípulos que son la sal de la tierra y la luz del mundo, está invitándolos a iluminar y sostener el dinamismo que nos humaniza. La vida humana sin luz y sin sabor se convierte en un castigo, en un infierno en el que los demás son amenaza y nunca hermanos. La luz nos permite ver a los demás como hermanos y la sal nos ayuda a saborear la bendición de la vida comunitaria.

 

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