Sinodalidad y misión de la Iglesia hoy

11 de Agosto de 2021

[Por: Víctor Codina, SJ]




1.Sinodalidiad, camino para la Iglesia del tercer milenio

 

El Papa Francisco, el 17 de octubre de 2015, en el 50 aniversario de la institución por Pablo VI del sínodo de obispos, pronunció un discurso de gran contenido teológico en el que afirmó textualmente:

“El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio”. 

 

La palabra sinodalidad proviene de la palabra griega “sínodo” que significa camino conjunto. Juan Crisóstomo decía que “sínodo es el nombre de la Iglesia”, es decir su definición.

 

Pero con el tiempo la palabra sínodo se redujo a algunas asambleas eclesiales, desde el sínodo del concilio de Jerusalén de Hechos 15 hasta los sínodos locales y los concilios ecuménicos. 

 

Pero sínodo es mucho más amplio que los sínodos de obispos o los concilios. Vaticano II habló de colegialidad episcopal pero no habló de sinodalidad, un término muy común en la Iglesia ortodoxa oriental (sobornost) que significa la comunión de todas las iglesias, partiendo de la eucaristía y la presencia del Espíritu.

 

El fundamento último de la sinodalidad eclesial es la comunión trinitaria que con los dos brazos del Padre, el Hijo y el Espíritu, suscita realidades comunitarias: Israel en el Antiguo Testamento y la Iglesia en el Nuevo Testamento. Dios decidió salvar a la humanidad no de forma individual y aislada sino formando un pueblo (LG 9), la Iglesia que peregrina hacia el Reino (LG VII).

 

De ahí se desprende que la sinodalidad es constitutiva de la Iglesia

En mayo de 2018, la Comisión teológica internacional publicó un documento sobre El carácter sinodal en la vida y la misión de la Iglesia. Y en septiembre de 2018 Francisco firmó la constitución Episcopalis communio sobre los sínodos de obispos en la que reforma y amplía la estructura y misión del sínodo episcopal. 

 

2. El Sínodo de la Amazonía, ejemplo de sinodalidad.

 

El 15 de octubre de 2017, Francisco, seguramente impactaco por la importancia que Aparecida concedía a la Amazonía (DA 457), convocó un Sínodo especial sobre la Amazonía bajo el lema “Amazonía, nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”. 

 

En un viaje a Perú, el 19 de enero de 1918, Francisco se reunió con indígenas amazónicos en Puerto Maldonado y ante la sorpresa de todos, les dijo que no había venido a hablarles sino a escucharlos:

“Yo he querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas”.

 

A partir de esta reunión en Puerto Maldonado, se organizó una amplia consulta y encuesta a 80.000 personas de los pueblos amazónicos para conocer sus problemas y sueños, tanto de cara a la sociedad como a la Iglesia.

 

Los verdaderos protagonistas del Sínodo de la Amazonía fueron los y las indígenas, indígenas que no solo son pobres, sino diferentes y poseedores de una sabiduría ancestral que es una alternativa al mundo neoliberal moderno y que constituyen un verdadero lugar teológico, abierto a nuevos caminos eclesiales y sociales. 

 

Este Sínodo de la Amazonía de 2019 ha sido para América Latina y el Caribe algo semejante a lo que fue Medellín 1968, un punto de partida iluminador. 

 

3.Conferencia Eclesial de la Amazonía

 

El Documento final del Sínodo pedía la constitución de un Organismo Episcopal para la Región Amazónica (Documento Final 115) para poder discernir y llevar a término las decisiones sinodales.

 

Pero el Papa fue más allá y el 29 de junio del 2020 constituye oficialmente, no un Organismo Episcopal, ni una Conferencia Episcopal Amazónica, sino la Conferencia Eclesial Amazónica.Es el primer fruto eclesial del Sínodo. 

 

Esta Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA) es consecuencia de un largo proceso de acercamiento, de escucha del clamor de los pueblos y de la tierra, de la sangre de muchos mártires y del testimonio de misioneros, de mujeres y de laicos. 

 

La novedad es que no se trata de una Conferencia Episcopal, sino de una Conferencia Eclesial Amazónica, en colaboración con el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), pero con autonomía propia. 

 

Forman parte de esta Conferencia Eclesial no solo obispos representantes de las 7 Conferencias episcopales de países amazónicos,  miembros de la REPAM (Red Eclesial Amazónica) y de Caritas, sino también miembros laicos de la Iglesia de la Amazonía: Liliana Franco presidenta de la CLAR  (Conferencia latinoamericana de religiosas y religiosos) en representación de la vida consagrada y lo que es más significativo, tres miembros de los pueblos originarios amazónicos: Patricia Gualinga, la Hermana Laura Vicuña y Delio Siticonantzi. La voz de la periferia llega al centro, como ya aconteció en el Sínodo.

 

Corresponderá a esta Conferencia Eclesial de la Amazonía, un grupo eclesial mixto, representativo y permanente, el implementar las propuestas aprobadas en el Sínodo, en un proceso participativo, no solo con algunos eventos aislados. 

 

Esta Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA) constituye un paso eclesial muy significativo, ya que reafirma la realidad de la Iglesia local y desborda los límites de las Conferencias Episcopales y se abre a toda la Iglesia. 

 

4. La Asamblea Eclesial Latinoamericana y Caribeña

 

Los obispos  del CELAM querían convocar la 6ª Conferencia de América Latina y el Caribe, después 14 años de la 5ª Conferencia de Aparecida (2007), pero Francisco les dijo que Aparecida tenía todavía mucho que dar y en cambio propuso que el CELAM convocase no la 6ª Conferencia episcopal latinoamericana y caribeña, sino algo diferente, la 1ª Asamblea Eclesial Latinoamericana y Caribeña bajo el lema “Todos somos discípulos misioneros en salida”.

 

Francisco indicó que era una Asamblea de todo el Pueblo de Dios, es decir, laicos, laicas, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos, no de una élite separada del Pueblo, es el Pueblo de Dios  que es infalible in credendo (LG 12), con el Pueblo hemos de partir el pan, sin exclusivismos. Para ello había que invocar al Señor que siempre está con nosotros.

 

Esta Asamblea, cuya última sesión será en noviembre México 2021, se comenzará en las iglesias locales.

 

¿Cuál es el sentido de esta nueva Asamblea Eclesial? Esta Asamblea es un instrumento, un camino sinodal, un medio, no un documento más, un camino de escucha, un proceso vivo, es sentirse Iglesia en camino, no una tarea más. 

 

El foco no es el Documento final, sino el proceso, un proceso que prepara para el próximo sínodo universal de Roma 2023 sobre la sinodalidad que el papa desea se comience a trabajar desde las iglesias locales y las bases eclesiales. Lo importante es la reflexión y escucha desde las Iglesias locales que se ha de ir organizando en cada diócesis y diferentes organismos eclesiales como parroquias, movimientos, vida religiosa, asociaciones de laicos etc.

 

5. Características de la Iglesia sinodal

 

A partir de todo lo anterior, podemos deducir algunas características de la Iglesia sinodal.

 

La sinodalidad se fundamenta en el bautismo y el don del Espíritu que ha recibido todo el Pueblo de Dios y que hace de él un miembro activo y participativo de la Iglesia, con un sentido de la fe, que le hace infalible (LG 12). 

 

La sinodalidad implica la mutua escucha entre todos, el diálogo común porque, según el viejo adagio eclesial que Francisco recuerda, “lo que afecta a todos debe ser discutido por todos”.

 

De ahí que la sinodalidad rompa el esquema de una Iglesia patriarcal y clerical, haga de la Iglesia una pirámide invertida, donde el Pueblo está arriba, mientras que la jerarquía y el Papa, abajo. Se rompe todo individualismo, capillismo, espíritu de secta, de elite, de aristocracia espiritual, de aislacionismo del clero, de párrocos y obispos, de la vida religiosa, para un caminar conjunto. Se ha dicho que la sinodalidad constituye un auténtico infarto teológico para la eclesiología tradicional de cristiandad.

 

La sinodalidad elimina el dualismo de una iglesia docente y otra discente y hace que todos enseñemos y aprendamos en la Iglesia hacia el Reino. 

 

De alguna manera la sinodalidad implica un protagonismo de los laicos y laicas, hasta ahora totalmente desconocido y que interpreta la falta de vocaciones al ministerio y a la Vida Religiosa como un hecho providencial para abrirse a una Iglesia sinodal, a todo el Pueblo de Dios, mayormente laical.

 

Ya J.H.Newman se maravillaba que en el siglo IV, mientras muchos obispos caían en el arrianismo, los fieles laicos mantuvieron la ortodoxia de la fe Algo semejante sucedió con los cristianos del Japón que mantuvieron la fe aun cuando desaparecieron los misioneros extranjeros. 

 

La sinodalidad exige una escucha especial de los miembros pobres, marginados, vulnerables, su cultura y su espiritualidad, ya que a ellos han sido revelados especialmente los misterios del Reino, son los predilectos del Señor y constituyen un lugar teológico privilegiado a través del cual se escucha la voz del Espíritu (EG 197-201; 126). Es lo que aconteció en Medellín y en el sínodo amazónico. La sinodalidad comienza desde abajo. 

 

La sinodalidad tiene una dimensión ecuménica, de caminar conjuntamente con otras Iglesias cristianas hermanas hacia el Reino de Dios. Con todas las Iglesias hemos de reformarnos y convertirnos continuamente al evangelio y al Reino; la eccclesia semper reformanda pide una conversión pastoral de toda la iglesia a Jesucristo y de todos al Pueblo de Dios.

 

La sinodalidad se abre a toda la humanidad, pues camina con todos los pueblos, lo cual supone un diálogo continuo, un respeto a culturas y religiones y buscar causas comunes como es la justicia, la solidaridad, la paz, el respeto a creación. Laudato sí, Fratelli tutti son encíclicas fruto de la sinodalidad.

 

Todo ello implica un clima de diálogo y de discernimiento comunitario para buscar entre todos, bautizados, miembros de otras religiones y no creyentes, el bien común de la humanidad.

 

Pensemos en las consecuencias que se derivan de cara las comunidades parroquiales, comunidades diocesanas, comunidades religiosas e Iglesia universal; por ejemplo: consulta previa a los fieles antes del nombramiento de los pastores respectivos, consultar al pueblo antes de documentos del magisterio. Los laicos tienen derecho y obligación de expresar su opinión de creyentes sobre asuntos económicos, políticos, familiares, de moral sexual, científicos y culturales. 

 

Escuchar la voz del pueblo supondrá escuchar el deseo de muchos de ordenar ministros no solo célibes, deseo de un ministerio femenino ordenado, respeto a parejas homosexuales y miembros del LGBTI, diálogo sobre temas relacionados con el origen y el fin de la vida, avanzar en la comunión ecuménica y hospitalidad litúrgica, defender el planeta, fomentar el diálogo interreligioso para evitar violencia religiosa, defensa de la mujeres y de los derechos humanos, etc.

 

Conclusión:

 

Acabemos con el texto de Miqueas 6,8, muchas veces citado e reuniones y asambleas de la Iglesia latinoamericana y que puede aplicarse a la Iglesia sinodal de hoy:

 

“Esto es lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti: que respetes el derecho, ames la lealtad y camines humildemente con tu Dios”.

 

La misión de la Iglesia hoy pasa por la sinodalidad. 

 

No es que la Iglesia tenga que ser sinodal y misionera, sino que la sinodalidad es esencialmente misionera. Los cristianos no somos discípulos y misioneros, son discípulos misioneros, en comunión con todo el Pueblo de Dios que camina hacia el Reino, por la fuerza del Espíritu que actúa desde abajo.

 

Víctor Codina sj

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