19 de Agosto de 2011
Doblan las campanas en mi pequeña parroquia. Ha muerto Monseñor Pedro Meurice, mi amado arzobispo, mi pastor, mi padre y mi amigo. Lloro su muerte. Siento un enorme vacío, y sin embargo, también una gran paz. Descansó de sus muchos trabajos, de sus sufrimientos corporales, de aquel peso que le doblaba las espaldas: el dolor, el sufrimiento, de su pueblo.
Doblan las campanas en mi pequeña parroquia. Ha muerto Monseñor Pedro Meurice, mi amado arzobispo, mi pastor, mi padre y mi amigo. Lloro su muerte. Siento un enorme vacío, y sin embargo, también una gran paz. Descansó de sus muchos trabajos, de sus sufrimientos corporales, de aquel peso que le doblaba las espaldas: el dolor, el sufrimiento, de su pueblo.
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